miércoles, 6 de febrero de 2019

CARTA A MARIANA: DONDE SE CUENTA DE LA PRESENTACIÓN DE UN LIBRO DE POESÍA




Querida Mariana: El pasado uno de febrero, a las cinco de la tarde, se presentó el libro “TEXAS, I LOVE YOU”, de René Morales. El acto se realizó en un corredor de la Biblioteca Pública Rosario Castellanos y fue emotivo, porque acudieron muchísimas personas. El poeta Balam Rodrigo dice que diez personas en un acto poético forman una multitud. Pues, entonces, este fue un acto multitudinario, porque acudieron más de cien personas.
Asistí como presentador, gracias a la invitación que me hizo el escritor Ornán Gómez, quien es el actual Director de Educación del Ayuntamiento Comiteco.
Compartí la mesa de honor con Ornán y el poeta René.
Te paso copia del textillo que leí esa tarde:
Buenas tardes.
Cuentan que Mario Vargas Llosa una mañana hizo lo que no acostumbraba hacer: responder un llamado telefónico.
Yo, ahora debo confesarlo, cuando recibí el libro del poeta René Morales, que hoy se presenta “Texas, I love you” hice lo que hace mucho tiempo no hacía: Leí la especie de prólogo que viene, por supuesto, al principio.
No leo prólogos ni introducciones de libros. Me encanta pasar de largo por esas puertas y entrar de lleno al patio del libro, ahí donde puedo hallar luz y sombras, que éstas son las materias esenciales de los libros y, sobre todo, de los libros de poesía.
Cometí el error de entrar por esa puerta que, seductora, como mujer sapientísima, movía su dedo y me llamaba. Ahí encontré que el señor Machado, editor del libro, califica la obra poética de René Morales, como “una poesía inquietante, difícil de clasificar”.
Si me permiten, hago una digresión y digo que a René Morales lo conocí una mañana que leyó algunos de sus poemas en el auditorio de la UNACH, acá en Comitán. Esa mañana me sorprendí gratamente con su trabajo creativo, pensé que ahí, en la misma mesa que estaba yo ¡había un poeta!
Hace días, el narrador Ornán Gómez me llamó y me invitó a hacer un comentario al libro que hoy se presenta “Texas, I love you”, agradecí la invitación y dije que sí, que me gustaría hacer breves comentarios a la obra creativa de René. Abrí el libro electrónico, porque no lo tuve en físico, y comprobé lo que pensé aquella mañana en la UNACH: ¡René es un poeta!
Por ello, ahora digo que coincido con la opinión del señor Machado, en el sentido de que la palabra poética de René inquieta, porque abre caminos donde sólo hay trilla, porque rasga el aire y abre ventanas en el cielo o en las cloacas o en los corazones de los vivos y de los muertos. No coincido, por supuesto, en lo de que es difícil de clasificar, y no coincido porque la poesía no tiene porqué clasificarse. La poesía está hecha de palabras y éstas bastan para explicar su origen y su destino. Se clasifican las nubes, en cirrus y nimbus, por ejemplo; se clasifican los cigarros, con filtro y sin filtro, por ejemplo; se clasifican las ciudades, en grandes o medianas, por ejemplo; incluso, se clasifican las mujeres, en generosas o esquivas, por ejemplo, pero la palabra no acepta clasificaciones. La poesía no acepta, asimismo, absurdos como el que etiqueta algunas palabras como malas palabras. Porque si esto fuera así, René sería el primer poeta iconoclasta del mundo, porque él, en su trabajo, emplea las palabras con la misma feracidad con que el viento hace su nido en lo más alto de los árboles o se resguarda en lo profundo de la cloaca más profunda. René no clasifica a la vida, la toma como le llega, a veces tierna, a veces descarnada, desnuda, brutal, trágica.
Hablar de este libro es sencillo. Todos los lectores pueden, desde el principio, advertir lo que es evidente: Son textos que hablan de ejecuciones de latinoamericanos en Texas. Cada título de poema es el nombre de un nombre ejecutado. Cada texto contiene una breve, brevísima ficha del hecho que culpa al hombre del nombre del poema para justificar su ejecución por inyección letal. Para que tengan una idea más cercana de lo que digo veamos el poema que abre el libro. El título del poema es Jesse de la Rosa, que a su vez es el nombre de quien, dice la ficha: “Asesinó de dos disparos en la cabeza a un capitán de la Fuerza Aérea durante un robo a una tienda de autoservicio, en San Antonio, Texas. Intentó abrir la caja registradora, al no poder, después de varios intentos, tomó un six de cervezas y salió a la calle, donde fue detenido.”
Hasta acá el hecho histórico, la nota roja, perdida en un periódico con más notas violentas. Hasta acá la visión de los otros respecto a un acto que coincide mucho con lo que las series policiales nos muestran noche tras noche en la televisión.
Hasta acá, hasta en tanto René hace acto de presencia, porque René hace el prodigio de dar voz al ejecutado. La palabra de René es la palabra del hombre que murió al recibir la inyección letal en un estado norteamericano en el que está aceptada la pena de muerte, y es en ese instante, en el instante en que el lector se acerca al poema, cuando entendemos la ironía del título: “Texas, I love you”; es cuando entendemos que René ha rascado, como perro, en la tierra donde están enterrados estos muertos y los ha tomado de la mano huesuda y los ha llevado de nuevo a la superficie y, como en juego divino, ha jugado a ser el que resucita y los ha insuflado con su aliento poético y los ha regresado a la tierra que dejaron hace mucho. Acá están de nuevo y hablan desde la muerte, desde la tierra que no fue de ellos, una tierra a la que llegaron para hacer realidad un sueño, pero, como en el caso de Jesse de la rosa, en lugar de la rosa hallaron cardos envueltos en cardos, asfixiados en cintas de púas.
Y, perdón, sólo para terminar mi comentario, leo lo que Jesse de la Rosa dice, gracias al prodigio de la poesía de René, un poeta cuya obra no necesita clasificación alguna.
Esto dice el poema:
“Desde que llegas a este país hasta que te mueres
todos los días te repiten
esa mierda de fuckin’ mexican
no eres bienvenido aquí
el sueño americano existía pero tú lo jodiste
te falta un sello en el pasaporte
y la migra te está observando.
Pero yo ya me cansé
y le voy a hacer una pequeña cicatriz en el alma a esta patria
le voy a poner un tiro en la frente
al próximo hijo de puta que me diga algo.”
La mañana que Mario Vargas Llosa, contra su costumbre, levantó el auricular y respondió, un periodista le dijo que Julio Cortázar había muerto y que le pedía su comentario. Mario dio su comentario y luego fue a su biblioteca y se puso a leer algunos textos de Julio.
La tarde que, contra mi costumbre, leí el texto a manera de presentación del libro de René, encontré una línea que me causó cierta irritación, pero luego pasé a leer los poemas y hallé una luz brutal, cegadora, demencial, pero refulgente en la palabra del poeta.
Gracias.

Posdata: René felicitó a la directora de la Biblioteca Rosario Castellanos, la licenciada Mónica Baca, le dijo que tiene una biblioteca muy bonita. Ojalá que más muchachos se acerquen a leer cuentos, novelas y, faltaba más, ¡poesía!