lunes, 18 de febrero de 2019

DISCRIMINACIÓN




El juego fue elegir entre perro o gato. La mayoría del grupo optó por el perro y mencionó, entre otras cualidades, la fidelidad. Sólo Arturo dijo que prefería al gato, dijo que este animal es un animal muy limpio, en cambio el perro caga en cualquier lugar. Y luego nombró la dignidad del animal, cuando uno llega a casa no se comporta como el perro que salta, se echa encima, mancha el pantalón del amo y ladra como si fuera una ambulancia o una patrulla. Dijo que hubo un tiempo que tuvo una novia y una perrita maltés. Cada vez que llegaba la novia, la perrita se le echaba encima, le mostraba los dientes y ladraba intensamente; la novia decía que la perra, que se llamaba Reyna, parecía celosa de ella, no la soportaba. La maltés la olía, porque apenas se escuchaba el timbre, Reyna sabía que detrás de la puerta estaba la novia. Sí, dijo Arturo, ella se fue. Elena aún preguntó si la que se había ido era la perra o la maltés. Todos reímos.
¿Así que preferís el gato?, preguntó Elena. Sí, dijo Arturo, por encima de todos los animales e hizo una enumeración de mascotas, entre las que se pasearon las cotorrras australianas, los loros y los tigres, porque Arturo dijo que tenía un amigo en la Ciudad de México, que tenía un tigre como mascota en su residencia.
Fue cuando Elena, siempre jodona, dijo que en realidad Arturo era gatero, porque le gustaban las gatas. Todos reímos. Todos sabemos que Arturo tuvo la costumbre, de joven, en los años setenta, de ir al Parque de Los Venados, en la Ciudad de México, lugar mítico en el que, los domingos, se llenaba de sirvientas, con vestidos chillantes, labios pintados y perfumes agresivos, estilo Siete Machos. Arturo decía que era el Parque de Las Venadas. Todo mundo, en los años setenta, a las sirvientas les llamaba gatas. En Comitán, así como no queriendo la cosa, también se discriminaba a las sirvientas, porque acá acostumbraban ir a las tardeadas que se realizaban en la planta alta de “Nevelandia”, lugar que llegó a ser conocido como “Gatolandia”.
Arturo no siguió con la broma, habló de la dignidad del gato. Dijo que su gato, “Quasimodo”, se pasa el día durmiendo sobre un cojín con ribetes dorados. Cuando él abre la puerta, de regreso a casa, el gato abre un ojo y lo ve desde su trono, ve que todo está bien, que Arturo lleva las bolsas del mandado, en donde, sin falta va la bolsa con croquetas para gato, y vuelve a cerrar los ojos. Cuando tiene hambre baja del cojín, de un salto, enérgico, plástico, con la belleza de todos los felinos del mundo, y se resbala por la pierna de Arturo, quien, sentado en el sofá, lee. No hay aspavientos, todo es medido. El gato sabe que Arturo, en algún momento, se pondrá de pie, tomará el recipiente de plástico y colocará un poco de croquetas, que Quasimodo devorará con dignidad, sin alzar la cabeza, concentrado, al estilo Zen. Al terminar subirá de nuevo al cojín y comenzará a lamerse, a limpiarse, porque la higiene es lo principal. Arturo termina diciendo que le encantan los gatos. ¡Y las gatas!, concluye Elena. Todos reímos.
Ahora, en el país, se ha volcado la discusión de la actriz de la película Roma, actriz que está nominada para recibir el Óscar. Ella, en la cinta, interpreta a una sirvienta, a una gata. Ella actúa por primera vez en una cinta. En realidad es maestra. Tiene los rasgos de una mujer indígena, morena, labios gruesos, cabello negro. Por ello, se ha volcado una serie de comentarios adversos, muchos de los cuales están dentro del terreno de la lógica: Algunos comentan que debió estar nominada como Actriz Revelación y no aparecer en el aparador de las actrices con trayectoria. Hay otros comentarios que son francamente discriminadores, como el del actor Sergio Goyri que se refirió a ella como “Pinche india”.
Vi el video en que Sergio declara lo que declara. Es un comentario entre amigos. Acá, la mala leche estuvo en la amiga que grabó el video, en el que finge enviar saludos a sus amigos virtuales. En realidad, lo que ella hace es hacer pública una conversación privada. Con ello, esta supuesta amiga de Sergio Goyri rompió el hilo supremo de la amistad: La fidelidad. Arturo dijo que la amiga de Sergio Goyri se portó como una perra (y lo hizo sin afán racista, lo dijo siguiendo el tema de las mascotas). Dijo que esa amiga hizo aspavientos, ladró de más, manchó el pantalón del amo, se cagó a mitad del patio. Arturo dijo que si ella hubiese sido una gata se hubiera comportado con dignidad, como lo está haciendo la actriz indígena, hubiese abierto un ojo y habría seguido durmiendo, dejando que los perros ladren. Los gatos tienen una gran dignidad, las gatas también.