jueves, 7 de febrero de 2019

MEDIDAS




Hay chunches electrónicos que miden los pasos de un caminante. Tengo amigos que poseen estos chunches, que los usan. Ellos se han fijado una meta. Lo hacen para mantenerse en buena forma física. A veces los veo, a la hora de la comida, antes de comer un buen filete, checar cuántos pasos han dado durante la mañana, desde que salieron de casa. A veces los escucho decir que les hace falta tal número de pasos para alcanzar el objetivo diario.
En los años setenta nunca imaginé que viviría esta experiencia. La ciencia ha avanzado mucho. No me extrañaría que hubiese un chunche electrónico que mida el número de palabras que emitimos en el día. No sé si exista, pero no me sorprendería enterarme de su existencia. No me sorprendería enterarme de la existencia de un chunche que contabilice, perdón, el número de cuescos que emitimos durante el día. Cualquier persona podrá pensar que es una bobera un chunche que contabilice los pedos, pero en medicina puede ser útil. Cuando un médico opera de la vesícula a un paciente, le recomienda que esté pendiente de que el organismo funcione de manera correcta, que vea que su cuerpo expele cuescos sin problema.
En mi juventud recuerdo que los pasos no se contabilizaban, caminábamos y ¡ya! Ernesto me dijo el otro día que estos chunches de medición se llaman podómetros, palabra que viene del griego podós que significa pie. Tal vez el otro chunche se llama Pedómetro.
En el Comitán de los años setenta, quienes visitábamos con frecuencia la cantina de tío Tavo contabilizamos las cuadras, porque el cantinero nos exigía decirle de cuántas cuadras queríamos la macharnuda, bebida alcohólica que, cuenta la leyenda, agotaba al bebedor en el número de cuadras solicitado. La cantidad del menjurje era proporcional al número de cuadras; es decir, mientras menos cuadras se pedía, la concentración de alcohol era mayor. Quien pedía una macharnuda de una cuadra era considerado un bebedor vikingo, porque significaba que a cien metros iba a caer profundamente borracho. Pedir una macharnuda de veinte cuadras era para bebedores pichitos. Contabilizábamos cuadras ¡no pasos!
Nuestra experiencia en pasos se resumía en la recomendación permanente de la madre quien nos encargaba que no anduviéramos en malos pasos. Los malos pasos eran aquéllos que nos llevaban por caminos torcidos. No creo que los actuales podómetros establezcan la diferencia y contabilicen por un lado los pasos buenos y por otro ¡los malos! ¡Ya sería el colmo de la ciencia!
Ahora tengo amigos que, desde temprano, se colocan podómetros en sus brazos y contabilizan sus pasos. Me resulta simpático pensar que algo que mide el movimiento de un pie se coloque en un brazo. ¿El chunche que mide el movimiento de brazos se coloca en la pantorrilla? Digo esto, porque imagino que, por ejemplo, a los boxeadores debe interesarles cumplir una meta de golpes sobre una pera. ¿En dónde se colocan el pedómetro?
Los chunches electrónicos que sirven para medir son de gran ayuda en el mundo contemporáneo. La computadora tiene un dispositivo que permite saber cuántas palabras contiene un texto. Por esto, ahora, en las redacciones de periódicos, los jefes solicitan textos con determinada cantidad de palabras. Antes, los editores nos pedían un número determinado de cuartillas, ahora es un número preciso de palabras.
El otro día hice la prueba en el blog donde están archivadas todas las Arenillas que he escrito durante doce años (de 2007 a 2019) y casi me caigo de la silla. ¡Pucha, pensé, si me pagaran veinte centavos por palabra ya fuera dueño de un auto de lujo! Pero como no me pagan ni un centavo partido por la mitad, pues sigo con mi tsurito del 2002. Hace un año le hicimos su fiesta de quince años y lo celebramos con un ajuste de motor. Al carro le gustó su festejo, porque un día después corrió con gran alegría cuando fuimos a La Trinitaria.
En el blog apareció una cantidad brutal de palabras. La palabra brutal la empleo como sinónimo de enorme. El chunche medidor de palabras me dijo que he escrito, de 2007 a 2019, ¡tres millones seiscientas mil palabras! Uf, es una montaña de palabras, es como diez mil elefantes encaramados uno sobre otro.
Sí, estos chunches de medición son maravillosos. Ahora se puede medir casi todo. Romelia preguntó el otro día si hay chunches que midan el grado de calentura de los hombres. Todos nos reímos. Raymundo, el grosero del grupo, dijo que los hombres tenemos integrado un chunche que mide la calentura de las chicas y, groserísimo, mostró su dedo índice.
Luego alguien, no recuerdo quién, le preguntó a Romelia por qué se interesaba por ese instrumento y ella, cubriéndose los ojos, casi con fastidio, dijo que su pareja actual parecía uno de esos radiadores de carro viejo que se calientan en la primera subidita. Todos reímos. Dijimos que, entonces, no necesitaba tal aparato, ya que su novio es una permanente olla de vapor.