martes, 5 de febrero de 2019
ESTRATEGIAS PARA ACERCAR EL LIBRO
Y dijeron que la caravana de migrantes pretende visibilizar el problema de la migración, porque, en realidad, el número de los integrantes (mil, dos mil) es irrelevante ya que cada año pasan por México millones de migrantes provenientes de Centroamérica.
Algo así sucede de vez en vez con el libro en México. Cuando asoma algún proyecto nacional de lectura se visibiliza el tema. En un país de más de cien millones de habitantes poco se habla del libro, se habla del fútbol soccer.
Hace tiempo, el ex presidente Vicente Fox lanzó una campaña que haría de México “Un país de lectores”. Ahora, el presidente Andrés Manuel recién acaba de dar a conocer la “Estrategia Nacional de Lectura”. En tal acto, el malcriado de Paco Ignacio Taibo Dos dijo lo que ya había dicho con anterioridad, que hará de México “Una República de Lectores”.
¿En dónde habíamos escuchado esto? ¡Sí, claro! Como ya dije, Fox quiso hacer de este país un país de lectores. Taibo sólo convirtió en República lo que Fox mencionó como país.
Iván Ibáñez, en su noticiario radiofónico, me preguntó mi opinión acerca de la estrategia. Respondí que coincidía con la opinión de Óscar Wong, Premio Chiapas. Wong (desde su Wongnasterio) dijo que bajar el costo de los libros no es garantía de formación de lectores y que una buena estrategia debe incluir la presencia de cuentacuentos en las escuelas, que lectores profesionales, expertos en motivación, contagien el gusto por la lectura.
La experiencia demuestra que en las diversas ferias de libros que se realizan en el país ofertan libros de diez o veinte pesos y la gente no hace filas interminables por adquirirlos. Las personas que no tienen el gusto por la lectura pasan de largo. Pondré un ejemplo muy pedestre, pero que puede ser ilustrativo: Imaginemos a una familia que acostumbra tomar la Coca Cola de tres litros todos los días a la hora de la comida, ¿aceptará cambiar su bebida gaseosa por una limonada gratuita?
Quienes no son lectores pasan de largo ante las mesas que ofrecen libros a diez pesos; quienes no son lectores aceptan el libro que les regala alguien en una dependencia cultural pero luego lo dejan olvidado en una repisa llena de muñecos de peluche.
El éxito de una estrategia de lectura está en relación directa con la formación de lectores y éstos no se forman regalándoles libros o vendiéndoselos a bajo costo. ¡No! Los lectores se forman, se hacen. La pregunta es: ¿Cómo un gran lector se volvió lector? Un gran lector se forma en la niñez, escuchando los cuentos que la mamá le lee antes de dormir, viendo cómo sus papás toman los libros, se sientan en el sofá y disfrutan la lectura. Los grandes lectores se forman tomando libros porque éstos están cerca de sus manos y estos libros tienen figuritas, muchas figuritas, dibujos maravillosos que despiertan su imaginación y que los hace querer saber qué dicen esas palabras. Los lectores se hacen escuchando cuentos. ¿Y quiénes son los trasmisores de estas historias? Los mismos que, desde siempre, tienen la capacidad de contar historias. En todo el país hay excelentes cuentacuentos que despiertan la emoción de los niños y que contagian el entusiasmo por acercarse a los libros. El problema es que el Sistema olvida crear una brigada de cuentacuentos que, de manera permanente, ¡permanente!, acuda a las escuelas y motive a los niños a acercarse a la lectura. La mayoría de niños está en contacto con maestros que no tienen la capacidad de contagiar el entusiasmo por la lectura, ya que ellos no son grandes lectores. Se da el caso de maestros que castigan a sus alumnos obligándolos a leer. ¡Tremendo absurdo!
A mí me entusiasma la presentación de la Estrategia Nacional de Lectura, porque, cuando menos, visibiliza el tema del libro. Las caravanas de migrantes visibilizaron el tema.
En la Casa de la Cultura de Comitán se dio un acto coincidente. Hace una semana, el maestro Jorge Octavio Muñoz Florio, genial cuentacuentos, por invitación del poeta Arbey Rivera, director del Centro Cultural Rosario Castellanos, abrió un taller que acerca a los niños al fantástico mundo de los cuentos, de la lectura.
Si esta estrategia se multiplicara por mil más cien mil en todo el país, los niños mexicanos comenzarían a acercarse de manera natural y juguetona, en serio, al libro y se volverían grandes lectores.
¿Libros de a diez pesos? Los lectores (aunque no lo crean los analfabetos) aman los libros, les encanta tomar un libro bien hecho, con bellas ilustraciones, con buen papel, con portadas atractivas. La Secretaría de Educación ha impreso libros baratos, con papel revolución, a una tinta, con portadas oscuras. ¿Quién puede enamorarse de un libro oscuro cuando el mundo nos envía videojuegos con imágenes maravillosas? México debe enamorar a sus niños con libros bellos. ¿Qué clase de libro resulta con diez pesos?
¡Qué bueno que el gobierno federal se preocupa por la lectura, por querer hacer una república de lectores! Ojalá que la estrategia sea la correcta. No hay necesidad de descubrir el hilo negro. Los grandes países lectores del mundo ya lo hicieron. En ninguno de ellos regalan libros ni hacen libros oscuros. Al contrario, en esos países se consolida la industria editorial, porque esto es lo que hace que el círculo vicioso se convierta en un círculo virtuoso y se fomenta la apreciación de la literatura.