martes, 12 de febrero de 2019

DE MOLINARI




Sí, nuestra revista, ¡ya tiene registro! Fue como ir al Registro Civil. Ella muy linda, con un vestido azul celeste, una trencita en el cabello que le ceñía la cabeza a manera de corona de laurel; yo, con chaleco y mangas arremangadas, como un homenaje a mi padre, quien siempre estaba en traje de trabajo.
Sí, fuimos al registro. Ella, bellísima, sonriente, agua limpia, firmó y prometió estar conmigo durante el resto de nuestras vidas. Ella, nuestra revista, se volvió de Molinari. Desde ese día se firma así: Arenilla de Molinari.
No formalizamos nuestra unión frente al altar (como hacen muchas parejas), porque no podíamos hacerlo. La religión tiene ciertos protocolos y rituales estrictos. No permite la poligamia. ¡Cómo permitir que yo tuviera dos afectos que firmaran “de Molinari”! Yo, perdón, tengo dos hilos dorados, a los que, como dice el tío Gumersindo, quiero con todo mi ser pecador.
Cuando mi Paty y yo nos casamos (por lo civil y por la iglesia, hace 36 años) me convertí, un instante después en Alejandro de Alcázar. Me sentí bien. Eso decía que le pertenecía en cuerpo (¡bendito Dios, qué rico!) y en alma (¡gracias a Dios, qué bendición!). Ella, bien bonita, igual que nuestra revista, desde ese día comenzó a firmar y a decir que era Patricia de Molinari.
Y ahora, emocionado, digo que tengo dos hilos de luz que son de Molinari. Nuestra revista es pichita. Cuando fuimos al registro con mi Paty, yo tenía veinticinco y ella un año menos (gracias a Dios, ella es una mujer mujer que ha vivido en plenitud sin esconder un solo día de su vida. Si le preguntan su edad la dice con el orgullo de haber vivido esta vida que tiene de todo, nos regala cielos iluminados y grietas llenas de oscuridades. La vida es así. A veces, alguna persona dice que mi Paty y yo somos ejemplo de pareja. Nada decimos, para no descolgar truenos, aceptamos la muestra de aprecio. Estos treinta y seis años han sido complejos, pero ahora sí como dice la tía Elena (que es esposa de tío Gumersindo) nos queremos con todo nuestro ser espiritual). Ella, siempre bonita, como charquito infinito de agua pura, me ha perdonado todas mis travesuras y yo he sido tolerante ante sus obsesiones. Muchas gente no entendería que ahora, mi Paty, celebre junto que otro afecto firme “de Molinari”. Pero así es, mi Paty de Molinari celebra conmigo que ahora exista una Arenilla de Molinari.
Yo también, en reciprocidad, desde el día que nuestra revista tuvo su registro, he comenzado a firmar “de Arenilla”. Firmo como Alejandro de Álcazar y como Alejandro de Arenilla, porque soy de ellas dos, les pertenezco. Cuando firmo de Alcázar, me siento como príncipe en un castillo, porque mi Paty es una princesa que a diario me llena de bendiciones; cuando firmo de Arenilla, me siento como ángel en una nube, porque nuestra revista ha sido lluvia para mi huerto y para las orillas benditas del mundo.
Ambas han sido una bendición. Las vivo con intensidad. Casi todo el tiempo pienso en ellas. Los ratos libres (¡faltaba más!) los dedico a la pintura, al dibujo, a la lectura o a la escritura. Claro, cuando no pienso en Arenilla de Molinari, mi escritura la hago pensando en otras nubes. Sí (niño juguetón al fin) me gusta ir al parque central a mirar muchachas bonitas que llevan otros apellidos. Casi siempre pienso en Paty de Molinari o en Arenilla de Molinari, cuando no es así escribo acerca de otras muchachas, escribo garabatos sobre otras pieles, sobre otros espíritus; es cuando, como trigo, brotan cuentitos o novelillas.
Mi Paty de Molinari ha sido grácil como plantita de menta, pero también es fuerte como el árbol sagrado de los Mayas. La luz que ella me injerta ha permitido que ahora nuestra Arenilla sea de Molinari, igual que ella.
Escribo, escribo mucho. Escribo acerca de mi Paty o acerca de nuestra Arenilla, que ahora, ¡bendito Dios!, es de Molinari. Así quedó registrado su nombre, así aparece, por primera vez, en la portada de nuestro más reciente número, ¡el nueve!
Desde ayer comenzamos a distribuir nuestra revista: Arenilla de Molinari. Comenzamos a repartirla en casas, la deslizamos debajo de la puerta. Comparto con el mundo, ¡faltaba más!, a mi Arenilla, la doy con emoción, porque sé que el esfuerzo de nuestros patrocinadores debe ser la semilla que prenda luz en territorios donde quiere anidar la oscuridad. ¡No lo permitimos, no lo permitiremos! A partir de ayer, Arenilla de Molinari está en muchos hogares y estará en muchos más. La Arenilla de Molinari es de muchos lectores, muchísimos. Me encanta saber que la Arenilla de Molinari también es de Pérez, de González, de Cordero, de Pascacio, de Albores, de Campos, de Rivas y de miles y miles de apellidos ilustres con lustre.
Sí, Arenilla de Molinari ya tiene registro nacional, es ¡marca registrada!
Nuestra religión permite que todos seamos amantes de ella. La Arenilla de Molinari es para todos los amantísimos lectores del mundo y en el mundo.