sábado, 8 de junio de 2019

CARTA A MARIANA, CON CARA DE ÁRBOL EN PRIMAVERA




Querida Mariana: Soy muy de casa, pero me encanta la calle. En la calle, más que en cualquier otro espacio, encuentro deslumbres. Fijate que el otro día iba rumbo al parque central, caminaba por la calle de El Calvario, venía del barrio de la Cruz Grande, pasé por la casa donde vivió doña Lolita Albores, por Megacable, crucé la calle y sentí el aroma agradable que emana del Café Comitlán y cuando llegué a la papelería Santa Lucía miré un letrero que decía lo siguiente: “Servicio de clase mundial, ahora en Comitán ¡con precios comitecos!”. Por supuesto que llamó mi atención. Era un anuncio de “Diagnostícate. Grupo médico”
Desde la banqueta de enfrente vi el edificio de dos plantas que alberga esta institución.
¿Mirás qué llamó mi atención? El concepto “Servicio de clase mundial”, y el concepto “precios comitecos”. Así que crucé la calle y entré por un pasillo, muy limpio, muy claro, hasta llegar al módulo de atención. Entonces (ya me conocés) me presenté y pregunté qué significaban esos dos conceptos. ¿Tenemos en Comitán un servicio de clase mundial, con precios comitecos? El contador estaba a punto de ofrecerme una explicación cuando escuché una voz a mi espalda. ¡Esa voz era la de mi amigo, el doctor Joaquín Ramírez Aguilar!
¿Vos conocés al doctor Joaquín? No lo sé. Lo que sé es que sí has escuchado hablar de él (vivimos pues en Comitán, pueblo comunicativo) o has escuchado su voz a través de la radio, porque él conduce el programa “Salud sin fronteras”, desde hace catorce años, ¡catorce años! En ese programa realiza una campaña ejemplar de prevención, en el tema de salud. Lo ha hecho sin otro interés que orientar a la población. Los expertos han explicado que en materia de salud lo más importante es la prevención. ¿Para qué esperar enfermarnos si podemos evitar la enfermedad? Bueno, pues el doctor Joaquín, una vez por semana, usa los micrófonos de la radio pública mexicana para enviar su mensaje alentador. ¿Cuántos le hacen caso? ¡Ah, esa ya es otra historia! Decía la tía Inés, que miramos el hueco y, en lugar de alejarnos, nos acercamos para curiosear, con el riesgo de caer en él.
Reconozco la labor meritoria que realiza el doctor, pero mi admiración hacia él no sólo se reduce a su trabajo en la radio, sino que se extiende al afecto que le guarda mi mamá, porque mi madre me cuenta que el doctor laboró en la Cruz Roja en el tiempo que ella también destinó su tiempo y cariño a esa institución como presidente de las damas voluntarias. Mi mamá, muy orgullosa, me cuenta que el doctor corre a abrazarla siempre que se la topa en la calle o en algún otro lugar. Esto fortalece mi espíritu.
Así pues me dio gusto escuchar su voz y enterarme que “Diagnostícate. Grupo médico” es una institución que él creó. Ya no hizo falta que el contador me narrara en qué consisten los dos conceptos, porque fue el doctor Joaquín quien (el día de su cumpleaños) me dio la explicación, ahora sí que, como dicen, los clásicos “in situ”, porque hicimos un recorrido en el cual me explicó con generosidad la función de cada uno de los departamentos, para que comprendiera por qué dice que en Comitán tenemos ya un servicio de clase mundial.
¿Precios comitecos? Cuando vi que era el doctor Joaquín quien me atendía, de inmediato pensé en su papá, quien durante muchos años fue comerciante en el pueblo y cuyo negocio se llamaba “El baraterito”; es decir, sin duda que en el lema hay un reconocimiento al nombre de la negociación paterna. Eso de precio comiteco es muy decidor, alude a un precio afectuoso, a un costo que tiene mucho qué ver con el modo de ser de los habitantes de esta ciudad. Hay también, así lo percibí, un reconocimiento a paisanos, un poco como decir: ¡seamos candiles de la casa y de la calle, alumbremos a todos, pero, de manera privilegiada, a los nuestros!
El doctor Joaquín, en su programa de radio, tiene una amplia audiencia, no sólo en Comitán, sino en toda la región, abre la mano, de manera generosa, y reparte sin distingo, como por lo regular sucede con todos los programas radiofónicos. La radio es un medio de comunicación muy generoso, no hace diferencias ni regatea, en esto radica su poder. Por esto, cuando la radio comercial nos atiborra con reggae nos volvemos reguetoneros, y muchos se convierten aficionados al jazz cuando la radio pública siembra este género musical. La radio injerta lo bueno y lo malo, porque es un medio de gran penetración (sin albur, sin albur, por favor).
El doctor ha sembrado buena semilla y ahora lo sigue y lo seguirá haciendo. Ahora nos está diciendo que, si hay pacientes que necesiten un servicio médico, que lo hagan con servicios de clase mundial y a bajo costo, que paguen ¡precios comitecos!
Muchos amigos han insistido que los comitecos reconozcamos nuestros valores y que cuando hagamos algo bueno digamos que lo hicimos ¡a la comiteca!; es decir ¡bien hecho! Nuestro pueblo es un pueblo que proviene del trabajo de gente sabia y buena. Medio mundo reconoce que somos una sociedad privilegiada, que no debe permitir que sus valores esenciales se degraden.
Eso de ¡precios comitecos! nunca lo había hallado en nuestro catálogo de valores. Ahora pienso que esto debe estar en concordancia con todos nuestros actos, que hinquemos más la idea de vivir ¡a la comiteca!; es decir, con armonía, con integridad, con ética, con felicidad.
Durante muchos años, los comitecos apreciaron los valores esenciales con que estaba conformada cada patio de nuestro espíritu. Doña Lolita Albores recordó, en memorable crónica, que cuando era temporada de Día de Difuntos, los comitecos tenían una tradición ejemplar: la del quinsanto, y que consistía en el reparto de bocaditos entre vecinos y amigos. Una persona llevaba un platito con pan, calabaza en dulce y fruta, y, al día siguiente, quien había recibido el presente regresaba el plato con otro bocadillo. En este simbólico intercambio había un reconocimiento del hilo de la amistad, que está conformado, de igual manera, por otro hilo, pero invisible, lleno de luz. Los comitecos reconocían que conformaban una sociedad en convivencia y que, si todos estaban en armonía, el pueblo crecía en medio de una burbuja gentil.
Advertí, en los consultorios de “Diagnostícate. Grupo médico” la calidad de los equipos, que corresponden a la más alta tecnología, con lo que se comprueba el lema de que, ahora, en Comitán contamos con servicio de clase mundial, la tecnología aplicada al servicio de la medicina. Por ejemplo, el doctor me dijo que el equipo de elastografía es el primero que hay en nuestra ciudad. Si buscás en el Internet (como lo hice yo, en cuanto llegué a la casa), encontrarás que la elastografía es “una técnica de exploración novedosa, no invasiva”, que diagnostica, por ejemplo, cómo anda eso que llaman hígado graso. Ni vos ni yo somos expertos en el tema, pero sabemos que un hígado que ya acumuló grasa de más puede derivar en cirrosis. Si alguien se hace el estudio elastográfico podrá determinar cómo anda su hígado. Recordá que el traguito, en cantidades inmoderadas, ocasiona problemas al hígado y, la mera verdad, los comitecos, en ocasiones le metemos de más al charrito y al güisqui en las rocas (ahora me acordé del chistorete de tío Pancho que siempre bebió su güisqui sin hielo, pero que lo bebía sentado en una piedrota de Uninajab para que dijeran que tomaba güisqui ¡en las rocas!).
Agradecí la gentileza del doctor Joaquín que me destinó más de una hora de su valioso tiempo para enseñarme los cubículos de ultrasonido, densitometría, mastografía digital (este aparato, me dijo, es de última generación) y demás servicios médicos. Cuando estábamos en la visita llegó el doctor Ruiz que llevaba a su papá para que le hicieran un estudio de sangre. En cuanto ellos salieron entramos nosotros (sólo para que yo conociera) y el doctor Joaquín me mostró cómo, para evitar el doble o triple piquete que a veces nos dan los “sacasangre” en laboratorios, acá tienen algo como un escáner donde ponés el brazo y el aparato amplifica la imagen para ver con precisión en qué lugar está la vena donde debe picar el químico, porque, debo decirlo, los responsables del departamento de muestras sanguíneas son dos químicos, y no técnicos. Esto garantiza la calidad de los estudios.
En fin, querida niña, salí contento de la visita guiada, porque entendí la importancia de que en nuestro pueblo existan instituciones de clase mundial, con precios ¡comitecos!
Posdata: Nos despedimos. El doctor se preparaba a trabajar. Pucha, ni en su día de cumpleaños descansó. Espero que a la hora de la comida haya bebido una su copita de comiteco reposado. Digo. Me encanta estar en mi casa, pero reconozco que es en la calle donde, con frecuencia, me topo con asombros.