viernes, 21 de junio de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE LA AUTORIDAD MANDA




Querida Mariana: El aviso es muy puntual: “Prohibido orinarse, se remitirá a las autoridades”, no obstante, permite ciertas ambigüedades.
¿Está prohibido orinarse? Es decir, nadie debe hacerse pipí en sus pantalones. Pucha, pobres mis tíos Antonio y Caralampio, ellos ya no controlan sus cuerpos y ahí andan haciéndose en sus calzones a toda hora. A ellos, que se orinan a cada rato, ¿los remitirán a las autoridades?
La otra ambigüedad es la siguiente: ¿a quién se remitirá a las autoridades? ¿Al orinón o a la parte del cuerpo del orinón que no hace caso de la prohibición? ¡Dios nos libre! Imagino al guardia, con su tolete, viendo hacia el cuerpo del delito y diciendo lo del clásico chiste: “¡Muy bonito, muy bonito!”, y el orinón respondiendo: “Bueno, ni tanto, pero viera qué bueno me ha salido.”
Sin duda que el propietario de la residencia colocó ese letrero ahí porque con frecuencia desgraciada, a la hora de abrir la puerta, en las mañanas, siente un tufo de orines que entra por su nariz y altera todo su cuerpo y ánimo.
La pregunta que asoma en este caso y en millones que se dan en todo el mundo es: ¿Harán caso los orinones? Es difícil, porque los orinones que manchan esta puerta lo hacen al amparo de la oscuridad y, en la mayoría de los casos, son analfabetas funcionales o les vale una pura y dos con sal la advertencia, porque cuando hay necesidad uno busca un lugarcito (los ciudadanos perdonen) para desfogar la urgencia, precisamente para evitar mojar los pantalones, porque no hay cosa más ingrata que hacerse en los calzones. Al principio se siente calientito, ¡ah!, que sabrosura, pero cuando los líquidos se secan, un frío de todos los diablos, ¡no, no!, esto es una aberración, un frío de todos los pingüinos abarca la zona y esto provoca que el cuerpo del delito se haga chiquito. Es una pena que tras no basta las miserias que poseen un buen número de sujetos, todavía se hagan más minúsculas.
Otra pregunta que asoma es: ¿cómo, la autoridad, cumple con su obligación? ¿Le pide al infractor que se guarde el cuerpo del delito y pague una multa? ¿Toma al infractor del cuerpo del delito y se lo lleva jalando directamente a la cárcel? Si el infractor tiene un respetable tolete ¡no hay problema!, pero si el orinón posee un aparato pequeñito ¿de dónde se jala?
El ofendido (el dueño de la residencia) ¿qué dice a la autoridad al comunicar la infracción? “Le estoy hablando, porque ahorita está un tipo “orinándose” frente a mi casa.” ¿De verdad habla por teléfono? ¿A qué hora llega la autoridad? Siendo optimistas, la policía llegaría quince minutos después, porque (en realidad) la autoridad tiene cosas más importantes que atender. No es prioridad detener a un tipo que se sacó el instrumento e hizo pis. Hay delincuentes que sacan otro tipo de instrumentos y provocan más daño a la sociedad.
El tío Emiliano tenía este problema constantemente, porque su casa estaba frente a una terminal de combis que iba a comunidades rurales. Alguien de la familia sugirió que colocara un cartel con mensaje similar a éste, pero dijo que no. “El orinón quiere orinar, caso quiere leer.”, y se resignó a que todas las mañanas debía echar un poco de cloro y lavar el área, lo hacía con entusiasmo y con buen humor, decía: “Para que los cabrones encuentren limpio su sanitario.” Luego hizo lo que muchas personas han hecho, mandó a construir una repisa pequeña en la que colocó una imagen de la Virgen de Guadalupe. ¡Santo remedio! Algo tiene la imagen de la virgen que obliga al orinón o cagón a buscar otro espacio, como que eso de sacar el instrumento frente a la cara de la virgencita sí provoca cierto escozor.
Otro vecino fue más allá, colocó la imagen de un cachudo bien tenebroso y escribió el siguiente mensaje: “Si vas a orinar acá tené presente que mi poder hará que tu talega se seque. Conste, yo ya te advertí.” Dice que sí le funcionó, porque el orinón urgido a la hora de sacar su manguera y leer el mensaje se le hacía chiquito el aparato, al pensar que se le pudiera secar por cometer el acto indebido. Cruzaba la calle y orinaba en otra puerta. ¡No fuera a resultar cierta la maldición!
Otro vecino compró un paquete de triques y a la hora que miraba a alguien orinando su puerta, desde su balcón del segundo piso le aventaba un chorizo de triques prendidos. ¡Ah!, cuenta, la carrera del orinón era proverbial, mientras trataba de guardarse el instrumento y orinaba su pantalón, daba saltos de rana espantada.
Posdata: En fin, el problema de los orinones del mundo no es cosa sencilla. Siempre habrá necesitados que miren para todos lados y, al advertir que no hay moros en la costa, saquen sus instrumentos para desfogar sus necesidades. Los que aún conservan algo de vergüenza ocultarán su rostro debajo del brazo, mientras los desvergonzados silbarán y mirarán el cielo, agradecidos por la bendición de ese momento, porque es como una consagración hacer pis en tiempos de urgencia.