martes, 25 de junio de 2019

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA




¿Y si dividimos en dos triadas la escena? ¡Dos triadas! (Si tuviésemos qué hacerlo al revés diríamos: tres pares.)
Los dos grupos están en el mismo espacio, en el mismo tiempo, no obstante, parecen estar en mundos diferentes.
Las tres mujeres del fondo están en la puerta de la casa de una de ellas. No advierten el grupo que va en la calle. Ellas, como si fueran imágenes de un grupo escultórico, están paradas en el juego de estatuas. Una de ellas, la de en medio, revisa su celular (signo de estos tiempos), una más mira hacia el horizonte, para comprobar si lloverá; la otra ve hacia adelante. Ninguna de ellas tiene contacto visual, cada una está en su parcela interior.
El otro grupo, el que camina a mitad de la calle (llena de baches) tiene algo como un hilo invisible que los une y que hace que la chica bonita que lleva una cubeta se apresure al hombre del pantalón negro que lleva algo en la mano, mientras el hombre que lleva atados de cuetes los ve, como si esperara alguna señal.
Tal vez el grupo del primer plano camina sin mucha bulla, porque, por lo regular, cuando hay rebumbio, quienes están en la banqueta, o en la entrada de sus casas o en las ventanas o en los balcones, ven hacia el grupo ruidoso. Por lo regular, la calle tiene esa característica, es protagonista de los alborotos, por eso ahí se da el choque violento de autos o la persecución de delincuentes o las carreras pedestres o los mítines políticos o las procesiones religiosas.
Porque una procesión religiosa es lo que sucede en el instante de la fotografía. Las tres mujeres del fondo esperan algo, pero (de momento) ignoran la entrada de flores que se realiza, porque el grupo de los cueteros es la avanzada del grupo que se dirige al templo del Sagrado Corazón de Jesús, del barrio de Los Sabinos, que celebra su cumpleaños el 25 de junio de cada año. Los cueteros van adelante, atrás va el grupo de tamboreros y piteros (que este año estuvo conformado por alumnos y maestros del Colegio Mariano N. Ruiz, institución educativa, vecina del barrio) y los grupos de fieles provenientes de diversos templos de la ciudad y de comunidades rurales, grupos que cargan la anda donde va la imagen de bulto del festejado y enarbolan las diversas banderas.
Por esto, el grupo de cueteros (el que carga los hatos, la chica bonita y el encargado de prender los cuetes) está en movimiento. Mientras las mujeres del fondo permanecen estáticas, los cueteros se mueven. Acá se aprecia cómo la chica corre, corre, porque el cuetero le pide una de las brasas que ella lleva en la cubeta de metal galvanizado, ella corre y lo alcanza, mientras el cargador espera la indicación para pasar el cuete que el hombre del pantalón negro sostendrá y quemará. ¿Ya vieron que el hombre que prende los cuetes lleva algo en la mano? Es una tenaza, de esas que se emplean en la cocina, de las que sirven para sacar los tamales de elote de la olla. El hombre la usa para sostener la brasa que saca de la cubeta que carga la chica bonita. El hombre elige una brasa, la sostiene con la tenaza y ella (la brasa) le sirve para prender el cuete (He visto cueteros que prenden el cuete con la brasa de un cigarro, pero es más efectivo un trozo de carbón.)
El grupo de la chica bonita y los dos hombres está bien coordinado. Ella, de vez en vez, se detiene, deja la cubeta sobre el piso y reaviva las brasas, lo hace con un movimiento de mariposa con las manos y con los labios, besa el aire y éste aletea sobre las brasas que se ponen rojas, rojas.
Cuando el hombre que prende los cuetes tiene lista la brasa, el cargador corre y le entrega un cuete. Este grupo va hasta adelante, porque es el grupo que avisa a la comunidad que la procesión avanza hacia el templo. El que prende los cuetes debe poseer una gran pericia, para soltar el cuete a la hora que éste advierte que está listo para el ascenso, debe tener la pericia de dirigirlo al cielo y a una parte donde no exista peligro de que truene en lugar equivocado. La historia consigna muchos casos de cuetes que caen sobre techos débiles, de palma o de láminas de cartón, y provocan incendios, o casos en los que los cuetes truenan cerca de personas y provocan quemaduras. Sí, muchos casos. Los cuetes son peligrosos, por esto la gente se cubre los oídos y busca resguardo cuando los cuetes comienzan sus carreras locas y apestosas.
Acá se advierte que aún comenzará la quema, por esto, la chica corre y los dos hombres están alertas. A la hora que el hombre tome una brasa y haga una señal, la chica se detendrá y el cargador correrá para darle un cuete, en ese momento, las tres mujeres verán hacia el grupo de cueteros, se harán hacia atrás y se resguardarán y una de ellas, con las manos cubriéndose las orejas, comentará: “Ay, a mí me dan mucho miedo los cuetes.”
Es entrada de flores y la costumbre exige que un grupo de cueteros vaya adelante del grupo y queme cuetes, mientras en el templo, el campanero echa a volar las campanas. El barrio está de fiesta, el cielo se llena de flores apestosas, ruidosas, peligrosas.