jueves, 20 de junio de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA DEL CAMBIO CLIMÁTICO Y DEL CAMBIO AFECTIVO




Querida Mariana: Como todos los miércoles, desde hace seis meses, fui al noticiero NOTI-VOS, con Iván Ibáñez. Leí una efeméride que conmemoraba el inicio del Boletín IMAGINARTE, publicación que inició en junio de 1996 y concluyó en 2002 y que fue muy apreciada en Comitán.
Dije que el boletín se debió al esfuerzo de Xavier González Alonso y de Lourdes De la Vega y que el archivo completo está disponible en la Red.
Dije que en el texto de presentación, que debió escribir el ingeniero Xavier, hay una comparación entre la Ciudad de México y Comitán. De la primera ciudad dice que tiene una incontenible contaminación ambiental, vandalismo moderno, bloqueos diarios del tráfico citadino por manifestaciones, además del salvaje circular de muchos transportistas públicos, y dice que, en Comitán, estamos en un lugar privilegiado, dice que tenemos un cielo limpio, gente amable, bellezas naturales y mucho trabajo por hacer.
Eso publicó Xavier González el 16 de junio de 1996, hace veintitrés años. Si revisamos esa comparación, en 2019, hallamos que continúan los males de la Ciudad de México y la visión idílica de Comitán ya no está inmaculada. Es cierto, en Comitán aún hay un cielo limpio, pero no en todas partes (expertos que han hecho estudios del aire nos dicen que en el Centro Histórico existe un alto grado de contaminación propiciado, sobre todo, por la sobrecarga vehicular. ¡Claro! Basta darse una vueltita por el centro para observar el número de autos que circulan y se detienen; basta observar el transporte público que, en número de dos, tres o cuatro autobuses, interrumpen el fluido vehicular y propician que los motores de muchos autos, camionetas y esos propios autobuses -que les hace falta una afinación más a conciencia- lancen toneladas (¡es una exageración!) de humo al cielo limpio de nuestra ciudad); en Comitán aún hay gente amable (sí, pero como nuestra ciudad ha crecido en forma exponencial (dice Iván) muchos habitantes de otras regiones que han venido a sentar sus reales a este pueblo son parientes cercanos de don Pene, que no tienen la mínima idea de convivencia, porque, como no nacieron ni crecieron acá, nuestra ciudad no les provoca el minúsculo afecto. Con frecuencia (debe ser la experiencia de muchos comitecos) me topo frente a mi cochera con autos tapando mi entrada y salida. El otro día dos autos tapaban mi cochera, uno con la cola y otro con la trompa. Abrí el portón (que se abre hacia adentro) y acerqué el carro a los dos autos (por fortuna, no tenía mucha prisa por salir), hice esto para que los propietarios de los autos, cuando llegaran y vieran que estaban estorbando mi salida sintieran un poco de vergüenza. Ay, Dios, ¡inocente voy a morir! Resultó que los propietarios de los dos autos eran propietarias, eran sobrinas predilectas de don Pene. Llegaron, vieron mi auto y, como si no hubiesen estado juntas, se pusieron a platicar y a despedir con beso, abrazo e indicaciones de muchos saludos para la familia. ¡Uf! Yo sentí más vergüenza que ellas. Esto, cada vez es más frecuente; es decir, en nuestro pueblo cada vez hay más gente irresponsable, desatenta, asquerosa y violenta)
Sí, el vandalismo moderno de la Ciudad de México, del que escribía González Alonso en 1996, llegó a Comitán y se instaló con todas sus chivas, dispuesto a no irse jamás. Acá, en este 2019, padecemos ya el vandalismo posmoderno, un vandalismo que fue creado por los hijos de don Pene y que, por lo tanto, es una plaga casi imposible de frenar.
Bueno, con decir que hasta el clima de Comitán ha cambiado. Xavier no habló de la bondad del clima comiteco en 1996, porque, sin duda, dio como un hecho tal don. Ahora, los comitecos padecemos (como en todo el mundo) la inclemencia del Calentamiento Global. En el Editorial del número once de ARENILLA-Revista se lee que Comitán aún posee el mejor clima del estado de Chiapas, pero este clima ha dejado de ser el clima templado que siempre fue. Ahora padecemos temperaturas que, a mediodía, rebasan, botadas de la risa, los treinta y tantos grados. ¡Cómo, por el amor de Dios! El clima del Comitán del siglo pasado era un clima que, en primavera y verano, andaba en el rango de los veinte a treinta grados. Ahora, ¡no!, en ocasiones le andamos pegando a los treinta y seis grados, ¡treinta y seis! ¡Dios nos libre de la cobija del infierno!
Posdata: Nuestro Comitán ha cambiado para mal. Nos toca a los verdaderos comitecos procurar sembrar árboles con el afecto de siempre, pero cuando vemos que un hijo de don Pene se orina en nuestro árbol y corta algunas ramas sentimos un hilo de impotencia. Los hijos de don Pene, poco a poco, se adueñan de nuestra ciudad y contagian a nuestra juventud, juventud tan contagiable. ¡Uf, qué pena!