martes, 4 de junio de 2019

NIVELES




Jafra (medio mundo lo sabe) es una empresa que fabrica productos de belleza y perfumería. En esta fotografía se ve una caja de tales productos, pero que no contiene chunches perfumados, o sí, pero no de perfumes agradables. En realidad, alguien recicló la caja y la usó como contenedor de basura, ¡ah!, pero eso sí de manera muy pulcra, como si fuera niña bonita, sentada sobre una silla de plástico. Si alguien hiciera una lectura de esta imagen podría decir que ¡hasta en basura, hay niveles!, porque la pobre bolsa del piso se ve esmirriada en comparación con la que está sobre la silla. ¡Hay categorías sociales!
Claro, a la hora que pase el encargado de la basura hará caso omiso de tal distinción, tomará con sus dos brazos la caja y la bolsa y echará a ambas al mismo basurero. Ya, si queremos ir a más, podríamos decir que es toda una alegoría: esta escena simboliza la vida, los ricos y los pobres, los que se sientan en sillas o se botan en el piso van a dar al mismo basurero cuando se mueren. Hay individuos que insisten, después de la muerte, en marcar las diferencias y reposan en mausoleos hechos con mármol para estar por encima de los que duermen el sueño eterno en una modesta tumba con lápida a ras de suelo y una cruz de madera que se pudre con el paso del tiempo. ¡Ay, vanidad de vanidades!
Y para resaltar las diferencias podemos imaginar que en París no hay cajas de cartón de Jafra. ¡No! Imposible. En cuestión de perfumes también ¡hay clases! Y uno debe entender que la raíz madre también es privilegiada. Si los franceses fueron los inventores del perfume, es lógico comprender que Jafra es apenas una brizna de lo que puede ser Chanel. Por algo, la novela “El perfume” tiene como entorno a aquellas tierras y no éstas, porque éstas huelen a mercado de Juchitán, huelen a sudor, a camarón seco, a alga podrida.
Allá, en París, no dejan bolsas de basura a mitad de la banqueta. ¡No! Allá, en las avenidas hay contenedores que reciben los desechos, contenedores que son levantados por brazos mecánicos que los depositan en los camiones. Porque, de igual manera, en servicio de recolección de basura ¡también hay niveles!
Cuando vi lo que aparece en la imagen me pregunté si la silla era parte del paquete. Respondí que sí, que la silla también estaba ahí para ser depositada en la boca del camión sanitario. Y entonces pensé, de nuevo, que podía ser una alegoría de la vida, porque esta silla se veía entera, pero, sin duda, ya estaba vieja. Lo mismo sucede con los viejos de las casas.
Y también pensé que la silla, tal vez, había sido olvidada por algún enamorado que una noche anterior había despertado a su muchacha bonita con alguna serenata; y luego (¡oh, qué fastidio!) pensé que en cuestión de amores y de serenatas también hay niveles. Javier daba serenata con Manuel Hijo, pero tío Armando lo hacía con Águilas de Chiapas. Ahora, los muchachos llevan serenatas con mariachi o con algún sonidero que se encuentran en cualquier plaza.
Para todo hay niveles, clases. Algunos, me queda claro, colocan su basura en cajas de cartón y otros lo hacen en bolsas de plástico; algunos, me queda claro, tiran ramas y hierbas del jardín, otros tiran botes vacíos de Tecate o de jugos Jumex; porque en cuestión de bebidas también hay diferencias, hay personas que beben champaña y personas que se embrutecen con Charrito; hay mujeres que se bañan con jabones de Avon y mujeres que se bañan con burbujas Claus Porto. Revisar la basura de cada vecino da una idea del nivel social que poseen, la clase social a la que pertenecen.
Hay niveles de vida y de muerte; hay niveles de lectores; niveles de nivel.
Algunos tiran su basura en cajas de cartón y la echan al basurero del barrio; otros tiran su basura en cajas de metal y la depositan en el panteón municipal.
Hay niveles de vida y niveles de muerte y niveles de resurrección y niveles de reencarnación.