lunes, 3 de junio de 2019

CARTA A MARIANA, CON EL ESPÍRITU EN UN HILO




Querida Mariana: Vi la fotografía de Roberto Chávez y pensé en una fotografía de Marilyn Monroe. Nada tienen en común ambas fotografías, salvo el instante. Roberto y Antonio captaron instantes prodigiosos. Un segundo antes o un segundo después hubiesen sido fotografías comunes y no imágenes que alimentan mil historias. En fotografía, lo sabe todo el mundo, el instante hace la diferencia entre una foto común y una foto extraordinaria. No sé qué digás vos, pero yo digo que esta foto de Roberto es una de las más sublimes de lo que va de este 2019, en Comitán.
¿Te cuento el instante de la fotografía de Marilyn? Un día de 1962 la actriz llegó a México y, en el Hotel Hilton, ofreció una conferencia de prensa. Entre los fotógrafos asistentes estaba Antonio Caballero, quien estuvo “en el lugar preciso, en el momento correcto”, porque bastó un cruce de piernas de la actriz para que el fotógrafo oprimiera el botón de su cámara y captara lo que nadie más captó. Había decenas de fotógrafos, pero sólo Antonio logró la toma insólita, la reveladora, la de mil historias. Los biógrafos de Caballero comentan que en su estudio tenía más de un millón de negativos. ¿Mirás? ¡Más de un millón de fotografías!, muchas de ellas, fotografías de diez, pero la que lo catapultó a la fama fue la de Marilyn, por tratarse de quien se trataba y porque captó lo que nadie logró esa mañana: ese día, la güera no llevaba ropa interior, y Antonio Caballero captó su entrepierna. Si los hombres las prefieren rubias, ese día quedó demostrado que la Monroe no era tan rubia de todas partes. Fotografía en la que el azar ayudó al ojo certero, en la que el instante se sublimó.
Por esto digo que la fotografía de Roberto no tiene mayor relación con la de Antonio, salvo porque ambas poseen el secreto de haber sido tomadas en el instante preciso. Acá hay sutileza, hay algo como una línea de agua clara. Insisto, querida mía, un segundo antes o un segundo después la toma hubiese sido una imagen común.
Igual que aquella mañana de 1962 en el Hotel Hilton, la mañana de 2019, en el Hotel Marqués de Comillas, de Comitán, había muchos fotorreporteros, todos ubicados en forma estratégica para captar los rostros y cuerpos de chicas bellísimas. Pero, Roberto hizo lo que hacen los verdaderos creadores, se apartó de la línea y buscó el instante que nadie espera, ni siquiera el personaje retratado, y logró esta fotografía donde la chica no posa. La sutileza de la fotografía es tal que resulta de mal gusto tratar de describirla, basta ver la posición de la mano y la placidez del rostro; basta ver esos labios entreabiertos, la luz indecible de la piel de su sugerente pecho y la cinta del cuerpo debajo del chaquetín. ¿Mirás cómo los dedos se curvan tantito para arreglar el bolero? Es de tal fragilidad el instante que uno duda si decir que la mano está a punto de retirarse o aún hará un último pliegue para que la tela tome la forma deseada.
La chica de la fotografía de Roberto es una de las chicas participantes del Concurso Miss México 2019. La fotografía, ya lo dije, fue tomada en el patio del Hotel Marqués de Comillas, en Comitán; es decir, en un espacio público. La chica está al lado de sus compañeras, frente a muchas personas y muchos fotógrafos. Sin embargo, Roberto la captó en soledad, parece que estuviera en un espacio íntimo. La fotografía la muestra en un momento de abstracción eminente. Ella, en este instante, se prepara para la sesión fotográfica, donde debe posar y pararse frente a las cámaras como si fuese un flamenco. Un instante después de esta fotografía, como si regresara del viaje más íntimo, sonreirá y se mostrará para los otros. Acá, como dijera el filósofo español, es ella y su circunstancia, es un cielo intocado, aire libre.
Roberto la captó un segundo antes de salir a la pasarela. Como si fuese una actriz, Roberto la captó en el instante previo de dar el salto al escenario lleno de luces y reflectores. Ella, con un movimiento de mariposa, se arregla el cuello del bolero, su mirada está dirigida hacia su pecho. Su mano da un ligero aleteo, es el aire sutil. Ella no posa. Roberto la captó en su magistral belleza, en el instante que la vida es como una oración divina.
Posdata: Bendito el instante en que ella hizo ese movimiento de hilandera del aire, bendito el instante en que el ojo de Roberto lanzó la red para pescarla. Bendito el instante fotográfico en que la vida fue un guiño en alabanza a Dios. Benditas todas las Marilyn del mundo.