jueves, 17 de octubre de 2019

CARTA A MARIANA, CON DEUDA PAGADA




Querida Mariana: Se lo debíamos a Jaime. Él, que tanto dio a Comitán y, nosotros, ingratos, mencionándolo de vez en vez, confundiéndolo a veces (qué pena) con su hermano o con su sobrino, porque nunca faltó el despistado que al mencionar al poeta dijo: Del poeta Juan Sabines, tal poema. ¡Qué pena! Él que tanto nos dio en vida; él que, en cuestión de creación, anduvo en las antípodas donde camina la mayoría de sus parientes, dedicados a cuestiones de política, actividad tan ajena a la luz verdadera.
Se lo debíamos a Jaime. Se lo debíamos porque él, una mañana (imagino) subió al parque de Guadalupe y cuando recibió la bofetada de aire, proveniente de la Ciénega, puso la otra mejilla y escribió “¿Cómo puede decirse un amanecer en Comitán? ¿En mayo, en la quietud, en la frescura, en el aire?...” ¡Ah, qué prodigio de líneas, tan tenues como el propio aire que recibe, que describe, que nombra! ¡Ah, entrañable Jaime, Comitán te debía un homenaje a la altura de tu genio!
Se lo debíamos, porque él, una tarde, echando trago, conmovido y conmocionado con la noticia de la muerte de Rosario, su amiga, nuestra paisana, escribió un recado que, en una de sus líneas dice: “¡Cómo te quiero, Chayo, cómo duele pensar que traen tu cuerpo…!”
Sí, Jaime le regaló a Comitán líneas luminosas, etéreas, rotundas. Él, conejo de nacencia, eligió su casa de campo cerca de nuestro pueblo, sólo para hacer el viaje de Yuria a Comitán, viaje que era como ir de Comala a Colima, como ir de Macondo a Aracataca, como ir del cielo al quinto círculo del infierno, porque, no lo sabemos bien a bien, ya es imposible preguntárselo, Jaime, sin duda, escribió más poemas en estas tierras, poemas llenos de hierba, humedecidos en alcohol.
Óscar Bonifaz, nuestro poeta, su amigo, cuenta que, en su ranchito, rumbo a Montebello, Mónaco, Jaime escribió el poema que dice: “Hay un modo de que me hagas completamente feliz, amor mío: muérete”.
Sí, le debíamos mucho a Jaime, le debíamos una placa en bronce, en alguna plaza; le debíamos una escultura en alguna calle, una escultura en bronce donde él caminara sobre la banqueta, para honrar su poema “El peatón”, ese que comienza así: “Se dice, se rumora, afirman en los salones, en las fiestas, alguien o algunos enterados, que Jaime Sabines es un gran poeta.”
¡Ay, qué pena! Él mismo lo decía, lo sabía, Jaime Sabines era, es, será, un gran poeta. Y este gran poeta entregó varios poemas a Comitán, caminó sus calles y bebió sus nubes y se embriagó con las lianas del aire comiteco.
Se lo debíamos a Sabines, porque no hay un salón o una calle que lleve su nombre, pero ahora, ¡lo estás viendo!, Gabby, en nombre de todas las chicas y chicos amorosos de Comitán, lo honra con este tatuaje, con estas líneas que bordan, en punto de cruz, el poema infinito de Jaime, el poema Horal.
¡Gracias, Gabby! Tenías que ser vos, la chica bonita de este pueblo, la comiteca sensible, quien se diera cuenta que algo le debíamos a Jaime. Ahora, lo sabemos, lo intuimos, cada vez que estás en la intimidad, cada vez que un par de ojos pasan por el libro de tu piel, Jaime recibe la luz que le estás enviando. ¡Bendito instante! ¡Bendita tu luz, Gabby, bendita siempre!
Se lo debíamos. Comitán se lo debía. Gracias a tu acto generoso, Gabby, hoy estamos a manos.
¿Cómo puede decirse un amanecer en Comitán? Ya Jaime nos lo enseñó. Ahora bien, ¿cómo puede decirse un anochecer luminoso en Comitán? Gabby nos ha dado la lección. Basta levantar la blusa para hallar en el lado izquierdo de su espalda las líneas donde sales y soles…
Posdata: Tuvo que ser una chica bella, tuvo que ser Gabby, nadie más que ella, ella más que nadie. Subís la blusa y es como si subieras un peldaño de la escala hacia el cielo, hacia el nido del aire, hacia el infinito. ¡Gracias, Gabby, siempre gracias! Si no fuera por vos, Comitán seguiría teniendo una deuda con Jaime, tipo, del que se rumora es ¡un gran poeta! Un gran poeta que entregó líneas luminosas a Comitán y a los comitecos.