viernes, 25 de octubre de 2019

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA




La lectura podría ser: “Quédate con quien te cuide, como el teporocho cuida a su amigo.”, aunque acá no se sabe bien a bien quién cuida a quién. La imagen es inusual, pero común. Inusual, porque el teporocho de chamarra blanca quedó dormido en el regazo del teporocho de la playera morada, quien también duerme; y es común, porque cada vez, con mayor frecuencia, grupos de hombres y mujeres se quedan tirados de borrachos en las calles de Comitán (no es característica de este pueblo, sé que, en todos los pueblos de Chiapas, de México, proliferan los grupos de teporochos).
En esta imagen, los dos teporochos duermen su borrachera, lo hacen en medio de un afecto de hermandad. Uno se recostó en los muslos de otro y éste lo abraza como si con este abrazo lo protegiera de los peligros del exterior. Y digo del exterior, porque se alcanza a ver los pedazos de cristales en el borde de la barda residencial. Estos cristales se colocaban en las bardas de las casas del Comitán del siglo pasado. Se sabe, la delincuencia ha sido tema de todos los tiempos. En estos tiempos, la serie de cristales cortados en el borde superior de las bardas ha sido sustituida por gigantescas serpentinas de alambres de púas o con cercas electrificadas.
La lectura podría ser: “Quédate con quien te proteja de los peligros del exterior.” La imagen es engañosa, porque, el visitante de un país de primer mundo podría pensar que en este pueblo hay teporochos, pero éstos son apacibles y el pueblo, en general, también es apacible, porque todo está tranquilo, pero si uno analiza los diversos elementos nota que hay signos de advertencia (además de los cristales cortados, que sirven para protegerse de la delincuencia). Los expertos en seguridad harían notar elementos que soportan la Teoría de la Ventana Rota, que establece que la delincuencia prolifera en lugares descuidados. La ventana rota es signo de indiferencia y descuido. En zonas poco cuidadas, la delincuencia crece.
Acá se advierte un grafiti, una banqueta descuidada; la proliferación de maleza también es signo de descuido, la misma rejilla oxidada del medidor de energía eléctrica abona en la indiferencia, y, como cereza del pastel, la pareja de teporochos habla de una degradación de la sociedad. No es bueno, para nadie, la presencia de estos grupos de borrachines en vía pública. Los espacios públicos deberían ser lugares limpios para la convivencia social. Las calles deberían ser espacios sanos, donde las mamás y papás pudieran caminar tranquilamente con sus hijos. Los mayores conocían el secreto de la convivencia. El hecho de que, temprano, salieran con una escoba y barrieran el pedazo de calle que les correspondía, era parte del cimiento contra la violencia; con la misma escoba, las abuelas corrían a los ocasionales borrachitos que se quedaban a dormir en la banqueta o les daban una moneda para que cortaran la hierba que, necia, crecía en medio de las piedras o del cemento. Los tiempos actuales han degradado la convivencia. Los grupos de teporochos se incrementan en el horizonte de la sociedad, y dichos grupos abandonan la periferia y se adueñan, poco a poco, de espacios céntricos.
La imagen podría quedarse en una lectura chusca, porque los teporochos están como una pareja afectuosa, donde un hombre duerme en los muslos del otro y éste lo abraza afectuosamente. Pero, la imagen dice más, habla de una degradación social que se acrecienta.
Los expertos en protocolos de seguridad recomiendan que las juntas vecinales realicen acciones a favor de la limpieza de sus entornos: que se pinten las fachadas, que se coloquen elementos de seguridad (como cámaras de vigilancia), que se quite la maleza de las banquetas, que se prendan lámparas durante la noche, que se barran los espacios de calle que corresponden, que exista una comunicación permanente, que se alerte a la policía cuando aparezcan grupos de teporochos que, en la banqueta, platiquen y beban; en pocas palabras: ¡Que se quiten las ventanas rotas y se coloquen ventanas completas, transparentes, limpias!