jueves, 31 de octubre de 2019

CARTA A MARIANA, CON EL ESCENARIO GANADOR DEL “JUTÚS DE ORO”




Querida Mariana: La fotografía que te envío muestra la explanada del parque central de Comitán, al lado de la astabandera, frente al palacio municipal, el espacio que puede llamarse la pista de baile, porque los bailadores, todos los jueves y domingos, mueven el cuerpecito al ritmo de la marimba municipal.
Es del día martes 29 de octubre, como a las tres y media de la tarde, y se aprecian los adornos de la festividad de muertos, ya que, en Comitán, igual que cientos de pueblos en México, se prepara para la celebración, porque (todo mundo lo sabe) en nuestro país, el concepto de muerte tiene una connotación cultural especial, que puede resumirse en la frase: “A mí, ¡la muerte me pela los dientes!” El mundo se sorprende ante la creencia de que los muertos regresan a comer los platillos que se dejan en los altares, los platillos que al difunto le gustaban en vida. Por supuesto que esos platillos deben acompañarse con la bebida de preferencia, por eso la mayoría de altares dedicados a los difuntos debe llevar una botellita de trago, desde una de Charrito, hasta una de Champaña (recordemos que según el sapo occiso es la pedrada al hígado).
Mientras estaba frente a este escenario, escuché que una señora dijo: “Como si no hubiera cosas más importantes qué hacer”. Recordé entonces la fotografía que una tarde me enseñó mi tío Pablo, cuando yo le dije que en lugar de estar regando las flores debía hacer cosas más importantes, él me llamó, me condujo a su cuarto, abrió una gaveta y buscó, en medio de un hato de fotografías, un recorte periodístico donde había la fotografía de un violinista que tocaba el instrumento, en medio de una habitación destruida por una bomba en la segunda guerra mundial. Cuando la vi, me dijo: “Siempre es bueno sembrar flores.”
Entendí la lección. Celebrar la vida es cosa importante. A la señora del comentario quise decirle que hay muchas cosas por hacer, una de ellas es continuar con las tradiciones mexicanas; una de ellas es alimentar el espíritu con la cultura.
Todo México se prepara para la celebración de Día de Muertos. Comitán no podía ser la excepción. Me dio mucho gusto hallar en el parque central a la licenciada Estefanía, presidente del DIF municipal, supervisando personalmente la colocación de los arreglos. Me dio gusto, porque, tal vez, la señora criticona hubiese dicho: “Para eso le pagamos”. ¡Cierto!, pero cuando un funcionario agrega el resto (¡el plus!, dicen ustedes los jóvenes), la patria recupera una melodía armoniosa.
Muchos pensarían que México no está para celebraciones, hay inseguridad. Pero, muchos más saben que México “No se raja”, saben que “Como México no hay dos”, reconocen que, a nosotros, los mexicanos, “La muerte nos pela los dientes” y, los mexicanos, debemos abonar para que sigan creciendo los árboles de aire.
Y acá en Comitán las autoridades municipales no se equivocaron: La banca con dos calaveras, frente al letrero de Comitán, adornado con flores de jutús (cempasúchil), ha sido ¡un éxito! ¡Ah, no sabés cuántas personas han pasado por ahí, para sentarse y tomar la foto del recuerdo! No hay estadísticas para estos actos, pero estoy casi seguro que este escenario ha sido el más fotografiado del año. Se debe llevar el “Jutús de oro.”
Posdata: Me encanta pensar que acá, en nuestro pueblo, la armonía es parte de nuestra tradición; me encanta pensar que Comitán sigue alimentando las tradiciones; me encanta saber que muchos niños, frente al altar, recordarán al abuelo fallecido y comerán “Quinsanto”, palabra compuesta que proviene del tojolabal: K’in: fiesta. ¡Ah!, en estas temporadas no hay dulce más sabroso que la calabaza con panela.
¡Que viva la tía! ¡Que viva!