miércoles, 2 de octubre de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE SE PREGUNTA: ¿Y LAS HISTORIETAS, PAPÁ?




Querida Mariana: ¿Quién es la argentina más conocida en Latinoamérica? Es una niña, se llama Mafalda. Ella, todo mundo lo sabe, es una caricatura, una niña de historieta. Sin embargo, es conocida y amada por millones de lectores. Hace dos o tres días, Mafalda cumplió 55 años. Como en un contrasentido fantástico, la niña eterna cumplió la edad de un adulto sin dejar de ser la niña bonita, la niña fastidiosa para los regímenes totalitarios y para el capitalismo, porque Mafalda siempre se ha atrevido a cuestionar las ideas solemnes, abusivas y tendenciosas con que los gobiernos manipulan a las sociedades. El dinero no es lo esencial, basta leer la tira cómica donde los amiguitos presumen del dinero que ganan sus papás y escuchar las palabras de Mafalda: “Comparado con lo que ganan Los Beatles”, para que las ínfulas capitalistas de sus amigos se hagan talco. Sí, hay millonarios pueblerinos que se pavonean por el dinero que tienen sin pensar que los verdaderos millonarios del mundo ni son pedantes ni son mamones.
Pero esta carta no va por el camino del dinero, va por el camino del cómic, de la historieta, de los llamados “cuentos” de los años sesenta. Y por esto debo decir que Mafalda, la pequeña niña de historieta, logró el prodigio de que muchos niños lectores se convirtieran, cuando crecieron, en grandes lectores, porque la historia de la lectura demuestra que millones de lectores amaron los libros gracias a la lectura de historietas con monitos.
Me he topado con muchos escritores y personajes relevantes de la intelectualidad que confiesan haber leído con avidez tiras cómicas en su infancia; es decir, el primer peldaño de la lectura fue leer revistas ilustradas. En Argentina medio mundo leyó a Mafalda, en Francia medio mundo leyó a Asterix y en México medio mundo leyó Kalimán, Los Supermachos, Memín Pinguín, Los Supersabios y demás revistas ilustradas. Pero, además (¡benditos los Dioses de la sabiduría!), la prensa publicaba suplementos dominicales con monitos. Mientras los papás leían la sección deportiva y las mamás leían la sección de sociales, miles de niños en toda la república leían la sección donde venían historietas ilustradas. Por ahí, medio mundo leyó las historias de El Príncipe Valiente, que eran historietas de la época del Rey Arturo. Esos miles de niños esperaban la llegada del domingo (y del periódico) para leer esa sección. Muchos de esos lectores se convirtieron en grandes lectores cuando entraron a la adolescencia y a la época adulta.
En estos tiempos, el gobierno ha lanzado una estrategia nacional para la lectura. ¡Muy bien! Pero, hasta el momento no hay una iniciativa que abone en el terreno de las historietas ilustradas. Y si esto no se contempla, casi casi están dejando sin primer escalón la escalera y esta ausencia es muy dañina para el fomento de la lectura.
La experiencia, insisto, demuestra que millones de grandes lectores comenzaron con ese primer escalón: la revista de monitos. Quien se aficiona a leer tiras cómicas luego le resulta muy natural dar el siguiente paso y así hasta el infinito.
En el país existen ilustradores geniales, sublimes. ¿Por qué no el escritor que acostumbra meterla doblada y que ahora es director del FCE, intenta un pase mágico, inteligente y promueve, junto con la SEP y la Comisión Nacional de Textos Gratuitos, ediciones de revistas ilustradas que se distribuyan en las escuelas de todo el país? Millones de niños agradecerían que, junto a los libros de texto, hubiese una serie de revistas con monitos, bien hechos, a todo color, con la calidad de los cómics que presenta Marvel y AC Comics.
Posdata: El otro día platiqué con el connotado periodista Rubén Arrés y me confió que él (quien es gran lector) empezó con revistas ilustradas. Dice que ahora tiene un archivo digital donde conserva decenas de números de la revista Kalimán.
Muchos de los adolescentes que leímos Kalimán nos convertimos en grandes lectores y no sólo eso, aprendimos que en la vida debemos tener serenidad y paciencia. Serenidad y paciencia porque a veces muchos programas bien intencionados no funcionan como debería ser. Pero tenemos fe en la humanidad, porque quien domina la mente domina todo.
Yo, lo sabés, querida mía, he sido lector gozoso durante más de cincuenta y dos años. He sido feliz. Conocí el camino de la felicidad con las revistas de monitos que vendía don Rami Ruiz, en la Proveedora Cultural. Para mí fue muy natural ascender al siguiente peldaño de la lectura: la gran literatura.
Necesitamos revistas de monitos para los niños de México. Juan Carlos Gómez Aranda sabe muy bien que los grandes lectores nacen con la lectura de monitos, por esto, de manera generosa e inteligente, escribió la historia de Comitán en un libro con dibujos, realizados por dibujantes de excelencia. En muchas bibliotecas escolares está su sueño. ¿Se lee? No lo sé. Tal vez, digo que tal vez, el proyecto hubiese sido más exitoso si, en lugar de libros, hubiesen editado revistas, miles y miles de revistas, distribuidas, en forma gratuita, desde las oficinas de la Secretaría de Educación de Chiapas en todas las aulas del estado.
Nos hacen falta los Supersabios; nos hace falta Kalimán; nos hace falta Memín. Nos hace falta el primer escalón, sin éste, pocos subirán por la escalera de la imaginación.