miércoles, 23 de octubre de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA DEL GUSTO POR LA VIDA




Querida Mariana: Leo en las redes sociales que mi amigo Aleks bebe güisqui. Sé que también bebe café. Pienso entonces que, como en las demás preferencias, en el gusto por ciertas bebidas hay una huella del carácter de las personas. ¿Qué revela que Aleks beba güisqui y no beba agua de temperante con posh? ¿Qué revela de su personalidad el hecho de que revele su gusto por tal bebida?
Mi abuelo Enrique bebía café todos los días, a todas horas. No sé cuántas tazas bebía, pero eran muchas. Él decía que era como su sol, como su aire y, aseguraba, no podía vivir sin sol ni aire. Cuando había una celebración especial sacaba una botella de ron que guardaba en una vitrina con candado, y echaba un chorrito de ron al café y bebía. Eran las únicas veces que bebía ron, que bebía alcohol. Sólo era en una taza, a la hora del brindis. Jamás lo vi borracho, jamás. ¿Tomaba alguna otra bebida? Jamás lo vi beber otra cosa, nunca un vaso de agua, nunca una cerveza, nunca una jícara de pozol, nunca una taza de chocolate, nunca leche. ¡Nada! Sólo bebía café. Una vez le pregunté por qué sólo bebía café y él, como respuesta, tomó un sorbo de su café bien caliente y exclamó un ¡Ah!, con gran satisfacción. Entendí. Desde entonces entiendo cuando un bebedor expresa un ¡ah! al beber un sorbo de michelada en la cantina, un sorbo de café en la sala, una limonada en el corredor de la casa, un vaso de atol de granillo en el mercado de Comitán. No necesito hacer pregunta alguna. Todo está en ese instante gozoso, cuando el rostro se vuelve como un lago de agua transparente.
En mis tiempos de juventud, beber güisqui significaba tener mucho dinero. En mis tiempos de bachillerato bebí tequila y cerveza con los amigos. Eran bebidas de pueblo. El güisqui estaba destinado para los señores, para los que tenían paga. Nosotros no bebíamos posh, porque esta bebida era sólo para albañiles (pensábamos). Bebíamos tequila y caguamas. Yo pensaba que imitaba lo que hacía mi abuelo, vertía cerveza en un vaso y le dejaba caer un chorrito de tequila. ¡Me ponía unas borracheras de padre y señor mío! Ahora entiendo que esa bebida era una indecencia, porque jamás dije el ¡ah! de satisfacción, al contrario, como si fuera un niño tomando medicina, cerraba los ojos y daba el trago y hacía caras de desánimo y emitía un ¡Puf! como si recibiera un gancho directo al hígado.
Ahora veo que he cambiado de bebida y por esto digo que las bebidas de preferencia dan cuenta de nuestro carácter. Con el tiempo dejé de beber ron, tequila, cerveza y el ocasional vaso de güisqui. Ahora, lo sabés, no bebo bebida alguna que contenga alcohol. El otro día, don Otilio me platicó cómo prepara una bebida especial con hierbas y trago puro de Tzimol, me lo alabó tanto que probé un punto cero cero uno por ciento de dicha bebida. No le hallé el gusto. No hice el ¡puf! consabido por no ser grosero, pero lejos estuve, muy lejos, de exclamar el ¡ah! de satisfacción. Ahora recuerdo que Mónica, cuando me dijo que ya había decidido casarse con Ramón (con quien al final se casó) y yo le pregunté cuál había la causa de su profundo enamoramiento, ella cerró los ojos, abrió tantito los labios y exclamó: ¡Ah! Entendí, vaya que entendí.
Ahora bebo agua (sí, agua sin color, sin sabor, sin olor, agua pura), bebo té (sin azúcar), bebo limonada (sin azúcar) y, de vez en vez, bebo atol de granillo o jocoatol, y ¡para de contar! No bebo café, no bebo leche, no bebo cerveza, no bebo chocolate, no bebo bebidas alcohólicas. Por supuesto, ¡no bebo güisqui!
Aleks bebe güisqui, ya lo confesó. Tal vez lo dijo para que sus amigos le obsequien una botella de güisqui el día de su cumpleaños o para que cuando lo inviten a cenar tengan una botella de etiqueta negra en la mesa.
Posdata: las bebidas de preferencia revelan mucho de nuestra personalidad. Además, digo yo, la forma en que tomamos el recipiente. Aleks, ¿bebe el güisqui en las rocas? ¿Lo bebe trepado en un árbol? ¿A mitad del desierto? ¿Lo bebe solo o acompañado?