sábado, 26 de septiembre de 2020
CARTA A MARIANA, CON UN RECUERDO
Querida Mariana: mi amiga, la poeta Socorro Trejo, Premio Chiapas, me envió esta fotografía. Ahí está ella, al lado de doña Lolita Albores, nuestra cronista, en la Sala de Actos, de la Casa Museo Doctor Belisario Domínguez.
Socorrito es quien está de pie. Las tres mujeres restantes del grupo son comitecas. ¡No, no pensés que fue una descortesía que las de casa estuviesen sentadas y la visitante parada! Casi estoy seguro que la noche de la fotografía Socorrito llegó a dar un recital de poesía, así que ella era quien recibía a los invitados, a la audiencia comiteca que escuchó sus poemas. Socorrito fue, por así decirlo, la anfitriona, así que, cuando estaba sentada en la mesa de honor (antes de que iniciara el acto) y vio a doña Lolita caminó para ir a saludarla y ahí fue captada.
Mi amiga me envió la foto porque, imagino, en estos tiempos de pandemia (tiempos aciagos) revisa su archivo fotográfico, que es un tesoro, porque ella ha participado en cientos de actos culturales y conserva un registro con imágenes de los intelectuales más sobresalientes de Chiapas, de México y de otras partes del mundo.
Socorrito, en estos días, tiene una pena. El virus del covid-19 le arrebató a su Fer, el hombre que fue su compañero y padre de sus dos hijos. Y cuando digo compañero no es una mera expresión coloquial. ¡No! Fer fue su acompañante fiel. No se dejaban. Yo siempre los vi juntos. La noche de este instante en Comitán, Fer estaba al lado de Socorrito; es más, ahora pienso que la foto la tomó Fer. Ambos han sido grandes promotores de la cultura.
En el tiempo de la fotografía, el Instituto Chiapaneco de Cultura desplegaba una gran actividad en todo el estado. Socorrito organizaba muchos encuentros de literatura y procuraba que la cultura llegara a todas las regiones de Chiapas, y que no sólo se concentrara en la capital estatal; y cuando los actos eran en Tuxtla Gutiérrez invitaba a escritores de otras ciudades chiapanecas para que participaran. El Instituto Chiapaneco de Cultura era una gran ceiba que extendía sus ramas por todo el estado, y el canto de sus cenzontles cubría todos los cielos.
La noche de esta fotografía, Socorrito se paró para saludar a doña Lolita, porque la conocía, porque la cronista comiteca era un referente de la cultura del pueblo. Sí, doña Lolita también había sido invitada de honor en encuentros literarios realizados en Tuxtla Gutiérrez. Por ahí ronda una fotografía espectacular donde hay un grupo de más de cien mujeres que participaron en un encuentro literario, ahí, al lado de muchas mujeres creadoras de México y de Chiapas, está doña Lolita. Y por ahí hay más comitecas: doña Lety Román de Becerril, la maestra Lupita Alfonzo, Clarita del Carmen Guillén y María del Rosario Bonifaz. Fue una época donde los brazos de la cultura oficial se extendieron como lianas llenas de savia y unieron talentos de todo el estado.
Y acá, en esta imagen, está reflejado lo que tantas veces hemos platicado vos y yo. Cuando había un acto cívico, cultural o social, medio mundo buscaba estar cerca de doña Lolita. Acá, Socorrito fue a saludarla (como mirás, doña Lolita estaba en la última fila de la sala. Se dejaba consentir, pero jamás buscó el reflector. No. Los reflectores la buscaban.) Acá, la poeta Socorro Trejo, hoy Premio Chiapas, fue tras ella, porque sabía que terminaría como está acá: con una sonrisa de sandía en su rostro. ¿Mirás cómo nuestra paisana de la fila de adelante (Luz Angelina) está sentada de lado y se integra al grupo donde está doña Lolita y Socorrito? Sabe que no puede perderse ese momento, donde doña Lolita suelta la carcajada por alguna cosa graciosa que dijo. ¡Ah, qué simpática era doña Lolita, qué natural, qué comiteca! No es un gesto común, por lo general, quienes están sentados en una fila de adelante no se sientan de lado para atender lo que sucede detrás, a menos que… doña Lolita estuviera sentada atrás.
Doña Lolita tenía la capacidad de pintar sonrisas en los otros rostros, su risa era contagiosa, pero lo que más contagio provocaba era su chispa para contar anécdotas, a veces subidas de color. La picardía, la inteligencia, el buen humor, una memoria soberbia y el disfrute de la vida siempre fueron sus acompañantes y ella prodigó esos dones con generosidad. Por eso, no sólo tuvo amigos en el pueblo, sino en los demás pueblos donde se presentó.
Y acá está Socorrito Trejo, con su cabello suelto, con sus ojitos de alcancía, riendo, gozando el instante prodigioso. Querida Mariana, me gustaría decirle a mi amiga Socorro que, ojalá, esa sonrisa vuelva, como pájaro sublime, a volar por su carita. Sé que tiene la gran pena de haber perdido a su compañero leal. ¿Cómo decirle a Socorrito que lamento mucho la ausencia de Fer, un hombre que siempre, siempre, me prodigó su afecto, lector cómplice de las Arenillas? La noticia de su deceso fue un impacto que rasgó la tarde. Siempre que fue posible envié a Fer nuestra revista impresa, por mensajería o a través de las manos de Fer junior. Por ahí, en algún librero de la casa de Socorrito, al lado de su archivo fotográfico deben estar esos ejemplares que ahora ella atesora, más que por su contenido, porque fueron tocadas por el hombre que caminó a su lado durante tanto tiempo. Juntos construyeron un cielo limpio donde, sus amigos, vimos volar muchos papalotes. Sí, esta pandemia ha rasgado muchas paredes, sólo Dios sabe cómo podremos restañarlas.
Doña Lolita fue una gran embajadora de Comitán, en todos los lugares donde fue invitada llegó a dar una parte de la idiosincrasia comiteca, ella tuvo en la palma de la mano la esencia del pueblo que la vio nacer y la vio morir. Socorrito (gracias a Dios) sigue siendo una gran embajadora de la cultura tuxtleca. Ahora, desde su casa, sigue enviando esos papalotes que con Fer construyeron. Acá está una muestra mínima, pero grandiosa. Cuando encontró la foto en su álbum pensó en mí, porque pensó en Comitán, porque supo que yo la compartiría con vos, porque en esta imagen aparece otra pieza de nuestro rompecabezas. Acá está eternizado un instante, un instante lleno de luz. Así lo demuestran los rostros iluminados. Una amiga dijo que no conoce algo más bello que un rostro humano sonriendo. Sí, la sonrisa, como universo, expande la alegría de la vida. La vida que no es eterna, que no es un camino siempre plácido, la vida, la ingrata vida, que también nos mete el pie de vez en vez para que caigamos; la vida que, sabemos, es la cuerda donde brincamos en el gran patio.
Socorrito encontró la fotografía y la compartió. Su vida siempre ha estado marcada por ese maravilloso concepto: compartir. Lo mismo puede decirse de doña Lolita. Siempre que están al lado de otros piensan en dar. Cada vez que voy a Tuxtla y paso a saludar a Socorrito a la oficina en turno, ella me dice amiguito y va al librero y baja dos o tres libros y me los entrega, si por ella fuera rentaría un camión de mudanza y me enviaría mil bibliotecas a Comitán. La penúltima vez que saludé a Fer fue en el Museo de la Marimba, ahí Fer (que en paz descanse) me abrazó y dijo que me parara frente a una marimba para que me tomara la foto del recuerdo. Hice lo que dijo y tomó la foto que luego me envió por el Facebook y conservo. En esa ocasión fui a Tuxtla (uf, sabés que no viajo con frecuencia y lo hago sólo por un verdadero compromiso) para participar en un acto en homenaje a Rosario Castellanos, efectuado en el auditorio del Centro Cultural Jaime Sabines. Regresé a Comitán con un paquete de libros que me obsequió Marco Antonio Orozco Zuarth y con el paquete que, en forma generosa, me dio Socorrito. Regresé con una sonrisa en mi espíritu. La última vez que saludé a Fer fue en la biblioteca central universitaria, donde acudí para participar en la Feria del Libro de la UNACH.
Llama mi atención que en la fotografía nadie se ve a los ojos directamente, y sin embargo se percibe que están unidas. Lo que las une es esa cuerda de luz que brota de sus sonrisas, hay algo como un halo luminoso que las cubre como manteado en guateque. Estuvieron atentas mientras doña Lolita contaba, pero como acá es el momento del cierre, el momento en que la carcajada aflora, todas ven hacia el cielo o hacia el piso, como si buscaran en esos espacios la colita de ese pájaro prodigioso. ¡Así es la vida! Apenas un instante que se diluye. Por eso, los simples mortales agradecemos mucho la generosidad de vidas como la de doña Lolita que nos hacía botarnos de la risa; o vidas como la de Socorrito quien nos enseña a apreciar los rasgos de la generosidad; o vidas como la de Fer (que en gloria de Dios esté) que nos regaló momentos donde camina la amistad desinteresada, la que acompaña.
Posdata: La fotografía es, asimismo, testigo de tiempos de añoranza. El salón donde ellas están es de tiempos antes de la remodelación de la Casa Museo que cercenó parte de su personalidad; es de tiempos antes de la pandemia, que, de igual manera cercena parte de nuestro espíritu. Agradezco a Socorrito el envío de esta fotografía que me dio la oportunidad de revivir un instante lleno de magia que ocurrió en mi pueblo. Le envío un abrazo, por siempre, para siempre.