lunes, 7 de septiembre de 2020

CARTA A MARIANA, CON UNA NIEVE SABOR MELÓN

Querida Mariana: ¿En dónde fue que probaste esas nieves de sabores inolvidables? ¿Fue en Tepoztlán? Entiendo que sí, en un viaje que hiciste de niña en compañía de tus papás. Sí, hay lugares que son simbólicos, porque han hecho de las nieves una gran industria. En nuestro pueblo todo es más modesto, pero es igual de grandioso, porque el nevero tradicional es una figura esencial de nuestro paisaje cotidiano, de nuestra cultura gastronómica. Esta fotografía la robé del muro de Tebys López, quien es músico y orgulloso hijo de don Esteban López, un nevero grandioso de este pueblo mágico. ¿Recordás que hemos platicado que cuando vino la secretaria de turismo, a nivel federal, a entregar el reconocimiento de Pueblo Mágico, dijo que esa distinción era para la gente, para los comitecos que, con amor, han preservado las tradiciones de este pueblo? Pues sí, don Esteban y demás compañeros han hecho el prodigio. No tengo registro de alguna mujer nevera, los neveros que caminan por las calles ofreciendo sus nieves han sido hombres, y dentro de ellos muchas personas recuerdan a don Esteban. Tebys compartió esta fotografía de su álbum personal en las redes sociales, el 2 de septiembre de 2020. Ese día escribió: “Hoy es cumpleaños de mi hermoso padre. 100 años, si estuviera en vida. Te extraño mucho, papá.” ¿Mirás? El pasado 2 de septiembre, Comitán celebró el centenario de un personaje importante para el pueblo. El reconocimiento provino de su orgulloso hijo que no dudó en recordarlo como un hermoso padre. Muchos comitecos, sin duda, al ver la fotografía recordaron momentos importantes de sus vidas, cuando pasaba don Esteban y salían de sus casas para pedirle una nieve insuperable de melón. El recuerdo debe alimentarse con esta imagen, donde se le ve con su sombrero (para evitar el sol del mediodía), el reloj en la mano izquierda y el mandil de mezclilla, con tres bolsas. El hombre se ve fuerte, apenas se detuvo tantito para la foto. Ahí está, a media cuadra del templo de El Calvario. Quiero pensar que apenas está llegando al centro, que ya vendió muchas nieves en el recorrido que ha hecho desde su casa, porque alguien, en redes sociales, dio la pista del punto de origen: Orgullosamente del barrio de La Cruz Grande. Quienes conocen Comitán saben que esta calle nace en el barrio de don Esteban. Al fondo está el templo de la Medalla Milagrosa. Por ahí, vivía don Esteban, ahí, muy temprano, preparaba la nieve que más tarde ofrecía a todos los privilegiados que probaron sus nieves, porque, así como vos recordás las nieves que probaste en Tepoztlán, alguien escribió lo siguiente: “Eran las mejores nieves. Hasta hoy no he probado otras iguales.” ¿Mirás? Don Esteban, con sus manos, logró el portento de que muchos comitecos tengan el recuerdo de esas nieves inolvidables. Alguien más comentó: “De niño compraba nieves con él.” La imagen de don Esteban reanima muchos sentimientos, todos sentimientos nobles, todos recuerdos gratos. Y hubo más, porque una mujer dijo “El de mis antojos de nieve en mis embarazos”, pucha, qué maravilla. Uno puede pensar que la mujer se embarazaba aparte del gusto por tener pichitos, por comer las nieves de don Esteban. Muchos lo recuerdan, por el sabor de la nieve y por el grito que don Esteban derramaba en las calles comitecas: “¡Nieveeeee!” Así se escuchaba, con la e que se extendía hasta entrar a los zaguanes comitecos a despertar el gusanito de las panzas de los niños y de los adultos. ¡Ah!, las nieves de don Esteban. ¡Tan ricas, tan sabrosas, tan comitecas! En redes sociales comentaron que el grito fue variando conforme don Esteban se hizo mayor. El nieveeee inicial se convirtió en un neveeeee hasta derivar, al final, en un ¡Neeeeee! Qué genialidad. Lo que nunca varió fue el sabor exquisito de sus nieves, que, digo yo, nada tenían que pedirles a las nieves que probaste en Tepoztlán. Y quienes convivieron más de cerca con él lo recuerdan no sólo con admiración, sino también con cariño. Sus hijos están orgullosos de su padre. Tebys lo definió como un hermoso padre y Blanca, otra hija de don Esteban, escribió que lo recuerda con mucho amor. Ah, la vida noble y generosa de los hombres honestos y trabajadores, los que a diario salen a la calle a ganarse la vida, a compartir la vida, a sembrar la vida con gajos luminosos. Don Esteban fue de esos hombres. Hoy celebramos el centenario de un hombre singular. Posdata: Fijate que Blanca, además de expresar su amor dijo que extraña muchos las pachangas. Sí, esa palabra utilizó. Imaginé el guateque en la casa, me dio gusto imaginar un momento de alegría y sosiego en ese hombre tan chambeador. El oficio de don Esteban no fue un oficio sencillo. Los neveros se levantan de madrugada a preparar la nieve y luego, ya con el sol un poco levantadito, salen a recorrer las calles, a ofrecer su producto: ¡Nieveeeee! ¿Si llueve? ¿Si el día no es caluroso? Las ventas bajan. La paga escasea. No es un oficio fácil. Pero don Esteban lo llevó con gran dignidad. ¡Cien años de gloria para este nevero comiteco de excepción! ¡Que descanse en paz!