lunes, 8 de febrero de 2021
CARTA A MARIANA, CON AROMA DE IMPRENTA DIGITAL
Querida Mariana: fue en los años setenta. Mario Uvence publicó un periódico donde colaboraban grandes escritores. Mi amigo Ramiro Suárez publicó un poema que recuerdo: “Gaviota Tití”. Ramiro se colaba entre los grandes y jugaba al lado de ellos un partido de fútbol intelectual, que ya nada tenía de llanero. Ya no era cancha de tierra, ¡no!, ya era una cancha con pasto y tribunas. Ramiro escribía al lado de Fedro Guillén, Enoch Cancino Casahonda, el propio Mario Uvence y Polo Borrás, entre otros grandes.
Ramiro nunca se dedicó a la escritura en forma profesional, pero nunca abandonó el aroma de esos pinitos que sembró en su juventud. A sus sesenta y feria de años de vida sigue escribiendo. Ramiro vive ahora en Huatulco. Antes de la pandemia, cuando venía a Comitán nos sentábamos a platicar en alguna banca del parque central. Siempre insiste en invitarme a su casa de la playa, con emoción cuenta que mete la mano al mar y, como a la poeta: “(sus) manos florecen. Rosas, rosas, a (sus) dedos crecen.” ¡Sí!, me cuenta, decenas de pececitos llenan sus manos. ¡Andá!, me dice, andá solo, o con tu Paty o con quien querás. Yo agradezco su afecto, sonrío y miro mis manos comitecas y miro cómo, de igual manera, expuestas al aire les crecen rosas, rosas modestas, rosas cositías.
Recuerdo que Ramiro siempre ha sido un gran lector, igual que sus hermanos. Su papá, don Armando, poseía una biblioteca en su casa, breve, pero sustanciosa. Ramiro, en su infancia y adolescencia, abrevaba de ahí. Pero, Ramiro abrevaba, de igual manera, del pozo de la palabra de los grandes escritores que llegaban a su casa. Mario Uvence, su gran amigo, llegaba a la casa de Ramiro con distinguidos visitantes y la tertulia se formaba y Ramiro pepenaba esos papalotes que volaban en su cielo.
Ahora (¡bendito Dios!) los escritores no dependen de las grandes editoriales o de las publicaciones en papel. ¡No! Por fortuna, ahora, las redes sociales están al alcance de medio mundo y todo mundo se atreve a compartir su pensamiento. ¡Claro! No todos los textos alcanzan a subir al escalón donde está el río de la literatura. No, no todas las aguas se evaporan y se vuelven nubes y llueven luz. Textos escritos por Ramiro sí están trepados en ese escalón creativo, donde la luz se hace.
Luis Armando, hermano de Ramiro, es un inquieto intelectual, ahora realiza una serie de entrevistas, en redes sociales, con destacados intelectuales. Para abril de 2021 está programado un curso en línea: “Historia de Chiapas”, con la participación de una pléyade de expertos. Luis Armando, desde hace años, dirige la editorial Entretejas. En 2018, Ramiro publicó su libro “Atardecer en el mar”, en la editorial de su hermano. En la fotografía de portada aparece una chica bella, quien camina sobre la arena de la playa, mientras el mar, furioso, imponente, seductor, besa sus pies.
Hace dos o tres días leí, en el Facebook, el texto que cierra este libro: “Tu cumpleaños”, donde le escribe a su mamá, doña Amanda, mujer prodigiosa, quien trabajó de sol a sol para que sus hijos contaran con lo indispensable para su desarrollo profesional. El texto de Ramiro es un texto de diez. Ninguna palabra está de más, todo está colocado como un ramo de recuerdos para su madre. El texto empieza así: “Ayer fue tu cumpleaños, madre, y nadie de los que estamos vivos fue a visitarte. Unos por la distancia y otros por el olvido…”
Digo que “Tu cumpleaños” cierra el libro “Atardecer en el mar”. Es un texto donde el autor recuerda a su madre con nostalgia. Por si no leíste el texto de Ramiro ya te compartí el inicio y ahora comparto el cierre: “Todas las mañanas, al levantarme, me quedo sentado en la cama con la planta de los pies en el suelo esperando recibir tu bendición. Es la manera más segura de enfrentar sin temores esta hermosa vida que me tocó vivir.”
Posdata: ¿Mirás? Es como una oración, como una ablución, agua para lavar la cara del espíritu. Es un texto bello. Siempre que escucho la palabra gaviota pienso en la gaviota Tití, en la gaviota de Ramiro; siempre que escucho la palabra gaviota pienso en el mar, en el mar de Huatulco, en el mar de Ramiro; siempre que pienso en el mar veo cómo crecen peces en las manos de mi amigo.