sábado, 6 de febrero de 2021

CARTA A MARIANA, CON FOTO DE LA PIGOSA

Querida Mariana: acá está la Pigosa, aunque sea en foto. Más tarde te mando su saludo con ladridos, por WhatsApp. Siempre me encantan tus mensajes en las mañanas, siempre preguntás por mi mamá, por mi Paty, por mí y, luego, preguntás por la Pigosa y por el gato Félix. Estos animalitos nos han acompañado en casa durante el confinamiento, han sido grata compañía. El confinamiento lo comenzamos acompañados por más animalitos, pero la Tortuga Tuga y el cotorrito Guazú fallecieron. Los lloramos. El Guazú tenía como cinco o seis años con nosotros, tal vez un poco más. El tiempo se ha vuelto más escurridizo que nunca. A veces nos equivocamos de día o de mes o de año. La Tuga sí nos acompañó por muchísimos años, muchos, más de treinta. La muerte es parte de la vida. Siempre está presente, camina al lado de la vida. Pero nunca, los seres humanos la habíamos visto salir del hueco donde siempre está, ahora, cabrona, camina con gran señorío por todos lados, se pavonea. Sabe (ay, Señor), que, en nuestro país, Diego Rivera (basándose en el grabado original de Guadalupe Posada) la pintó espectacular en La Alameda. Ah, qué dama tan gentil, tan de estola serpiente floral con crótalo, tan de sombrero lleno de plumas, tan de sonrisa seductora, tan de señora recatada. ¡Hipócrita! Es una casquivana, arrabalera, hija del albañal y de la esquina podrida. Se la creyó y ahora, la muy hija de la penumbra, se pasea oronda, como pavorreal, derramando su baba asquerosa y manchando los senderos limpios. Pero, bueno, el destino nos envió estos tiempos. La Catrina ha cubierto con su manto negro los cuerpos de muchísimos amigos y conocidos. Tía Elena dice que este virus ha cortado árboles que crecían bonitos, que aún estaban en espera de dar frutos. El Guasú y la Tuga murieron por otra causa. Una mañana, el Guazú aleteó desesperado, como si quisiera hacer viento de más y cayó muerto en su jaula; y la Tuga, siempre discreta, siempre sabia, un día sacó la cabecita en el agua y ahí la dejó como un coral infinito. Por fortuna, el gatito y la perrita nos siguen acompañando. Ojalá que por muchos años, los que la mano divina indique. De todos los animalitos que hemos tenido en casa, la Tuga ha sido el animal más longevo. A casa, en temporada de calor, llegan muchas moscas indeseables. Ah, cómo joden la paciencia. Las moscas, dicen los que saben, viven veinte o veinticinco días. Ellas deberían vivir menos, pero ¡no!, viven lo que la naturaleza ha dispuesto. Bueno, salvo que un periodicazo les arrebate la vida y vayan a joder espíritus en el infierno alado. Digo que la Pigosa está bien. ¿Ya viste su carita? ¿Cómo? ¡No! No está despeinada, ese es su look. Cuando mi Paty bautizó a la perrita con ese nombre no sabía que pigosa significa pecosa en catalán. ¿Recordás el chiste bobo donde el padre confiesa a una muchacha pecosa y le pregunta: ¿pecas?, y la muchacha responde: ¡Hasta en las nalgas, padre!? Si esa muchacha viviera en Cataluña le dirían pigosa. Acá la Pigosa parece asustada, pero no, su mirada es de sorpresa, porque la tomé cuando dije: “Pigo, esta foto es para Mariana.” Hay personas que aman a los perros y odian a los gatos; otras personas aman a los gatos y odian a los perros; y hay muchas personas que aman a gatos y perros; y muchísimas personas que no aman a perros ni a gatos. Mi Paty manifiesta, desde siempre, una inclinación por los gatos. Le gustan los gatos. Eso no significa que no ame a la Pigosa. En casa, mi mamá y yo hemos aprendido a respetar y querer a los animalitos, gracias a que mi Paty siempre los ha cuidado en casa. Ya te conté en ocasiones anteriores que en casa hemos tenido muchos animales como mascotas. Mi Paty ha tenido cotorritas australianas (made in México), perritos, gatitos, urracas, ratoncitos blancos, hámsters, gansos, tortugas (en Puebla tuvo una tortuga caimán, brava como ella sola) y tuvo una iguana (que nombró Iguanol). A mí me sorprende la capacidad de adaptación que tienen los animalitos. Como a todo el mundo me seduce la soberbia de los gatos y la fidelidad de los perros. Los gatos son alzados porque saben que poseen siete vidas, ¡siete! ¿Cuántas vidas tiene un perro? ¿Sólo una? Por eso los perros son menos altivos que los gatos. No sé vos, pero yo nunca he escuchado el término “gato callejero”, como sí escucho, con frecuencia, el término “perro callejero”. Los gatos poseen la capacidad de trepar por los tejados, así que es difícil hallar a un gato en la calle a mitad de la noche. Los perritos, pobres, están limitados en ese aspecto. Si no tienen una casa, si no hay un alma caritativa, se quedan a dormir en las banquetas, mojándose debajo de los aguaceros. Dicen los que saben que el perro es uno de los animales más fieles. Hay reconocimientos y chistes al respecto. Muchas mujeres insisten que los hombres son como chuchos detrás de las perritas, pero no poseen la fidelidad que es característica de los animales. La fidelidad de los perros es proverbial. Basta revisar la historia del famoso perro japonés Hachiko para comprender la lealtad. Los que saben cuentan que en la terminal de los trenes existe una escultura de ese chucho, que recuerda la lealtad hacia su amo. El amo falleció y el perrito no se enteró (¿cómo?), así que siguió yendo a la terminal para esperar al amo como lo había hecho día tras día. ¡Ah, qué bonita historia! ¿Hay alguna historia semejante en el álbum de los gatos? No creo. Los gatos tienen otro carácter. Por eso digo que hay personas que son amantes de los chuchos o de los gatos. Todo está en relación directa con el carácter de las personas. Los magnates del cine supieron, desde un inicio, que el mundo de los animalitos era un nicho para explotar comercialmente e hizo caricaturas prodigiosas donde aparecen los animales. En el mundo del cine fueron eternizados los Aristogatos y los 101 dálmatas y el ciervo Bambi y el elefante Dumbo y los ratones que le hacen su vestido. ¿Has visto la Era de Hielo? ¡Ah, qué película tan cálida, a pesar de que el entorno es frío! Es simplemente maravilloso ver animales prehistóricos como un diente de sable y mamuts. Pucha. Cuando estudié la primaria en la escuela Fray Matías de Córdova recibí un libro de texto gratuito que, entre sus múltiples ilustraciones, incluía una donde un enormísimo mamut era azuzado por un grupo de cazadores que habían hecho un hueco en el terreno, un hueco enorme. Los cazadores, auxiliados con palos con punta, obligaban al mamut a caer. Nunca nos enteramos si habían logrado su objetivo, porque la ilustración servía para ayudarnos a comprender la dificultad de la empresa. Si el mamut caía en el hueco ya quedaría a merced de los cazadores, quienes, supongo, debían darle una y otra vez con las lanzas hasta causar su muerte. Claro, si lo lograban tenían carne para toda la tribu y para todo un mes. ¿Ya habían descubierto el fuego? Ah, no sé, niña, no me preguntés. Además, me causa cierto tilimiqui hablar de esa imagen donde el animal recibía puyas con lanzas. Ya te conté el otro día que no soporté ver la adaptación cinematográfica de Moby-Dick, novela que disfruté en mi adolescencia. Ahora, ya viejo, me causó horror ver cómo los pescadores lanzaban los arpones contra las ballenas. En ese tiempo, el aceite de ballena era muy codiciado, porque era la sustancia que usaban para las lámparas. La Pigosa tiene look de los años setenta, época donde el cabello largo estuvo de moda, la época de la sicodelia. Posdata: a veces pienso que, así como los gatos tienen siete vidas, los perros también deberían tener más vidas. Pero, luego veo a los perros callejeros, llenos de sarna, flacos, y pienso que la naturaleza es sabia. Basta con una vida de perros. ¡Perra vida!, decía el tío Andrés y bebía un gran sorbo de una cerveza helada y, con un palillo, levantaba una rodaja de butifarra. ¡Perra vida!, repetía, abría los brazos como si tocara un acordeón, y ponía una sonrisa de hamaca en su cara colorada. Chiapas debería instaurar el Premio Amiga del Animal y concedérselo a la maestra Geny Alfonzo, de PRODEFA y AC, quien, durante años ha servido a la comunidad realizando muchísimas campañas de esterilización de animales. Ella no necesita este tipo de reconocimientos. Los reconocimientos oficiales sirven para decir a la sociedad que hay personas que sirven a la patria. Es necesario hacer campañas a favor de los animalitos, para que las nuevas generaciones sean amables y empáticas con su entorno. Conozco a muchas personas que son amantes de los animalitos, que los cuidan y los protegen. Conocí a doña Paz, animalista preciosa de este pueblo. Tengo amigas que son amantes de los animalitos: Fanny y Mallely siempre procuran que los animalitos cercanos tengan una vida digna. Si sólo una vida tienen los chuchos, cuando menos, que no tengan una ¡perra vida! O si la tienen que la tengan como la tenía el tío Andrés que disfrutaba la vida como él solo. Uno amaba la vida cuando él pronunciaba ¡perra vida!, con tanto entusiasmo. Su grito era un grito de vida, un conjuro para silenciar a la muerte, la cabrona Catrina.