viernes, 12 de febrero de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN DIEZ DE FEBRERO ATÍPICO

Querida Mariana: el 10 de febrero de 2021 fue atípico. Esta palabra se incorporó recientemente a mi diccionario personal. No es una palabra brillante, con luz. ¡No! Es una palabra que no uso en forma frecuente, porque no es una palabra bonita, sin embargo, dice lo que ahora quiero decir. Si consulto el diccionario encuentro que atípico es algo que “por sus caracteres se aparta de los modelos representativos o de los tipos conocidos.” ¡Ay! Este año no hubo la tradicional Entrada de Flores, en honor a San Caralampio. La pandemia hizo que este año la celebración fuera atípica, porque las calles donde caminan los participantes (fieles de comunidades rurales y de la ciudad) no se llenaron de banderitas, juncia, marimbas, tecladistas, gente bebiendo cerveza o haciendo tsilín tsilín con los vasos llenos de traguito; o platicando, bailando, echando confeti, abriendo las puertas de sus casas con altares dedicados a San Caralampio, estrenando vestido. La foto que te mando es de febrero de 2020. Lo que acá se ve era parte de la tradición, muchas personas sacaban sus sillas para apartar lugar y presenciar la Entrada de Flores. ¡Que nadie se atreviera a ocupar el lugar de la banqueta que les correspondía! Desde temprano, la gente sacaba las sillas y con eso apartaban su lugar. Ya a las diez comenzaban a ocupar esos asientos y la plática se desenrollaba sabrosa, esperando el paso de la Entrada de Flores. Esta forma de apartar lugares es una de tantas genialidades de la celebración. Una celebración de fama nacional. Muchos célebres fotógrafos de Chiapas y de otras partes acudían el 10 de febrero de cada año para hacer un registro de esta celebración, celebración típica, que fue pepenando variantes y adaptándose a los tiempos modernos. El archivo de imágenes sirve para abonar la cultura. Grandes fotógrafos comitecos compartieron este 10 de febrero de 2021, en redes, las tomas que hicieron el año pasado. Quedó constancia de ese suceso cultural relevante de la sociedad comiteca. De igual manera, sin duda, por ahí comenzarán a aparecer fotografías de los actos íntimos de este 2021, porque si bien no hubo la Entrada de Flores, muchos comitecos realizaron celebraciones espirituales en honor a Tata Lampo. Este año no hubo festejo, pero, primero Dios, el próximo año habrá mejores condiciones y el 2022 será un año donde la vida volverá a cantar sus mejores arias. Sí, este año fue atípico. No hubo la celebración. Imperó la prudencia. Estos tiempos exigen sensatez. Las autoridades determinaron suspender el festejo, para evitar las aglomeraciones de personas. Las autoridades sanitarias insisten que debemos guardar sana distancia, usar cubrebocas y evitar festejos multitudinarios. Digo que la foto fue de febrero del año pasado, año donde los comitecos, como los años anteriores, gozamos el festejo, y los fieles manifestaron su fervor por el santo consentido del pueblo: San Caralampio. Segundo Guillén, el día 10 de febrero de 2021, escribió: “Brillar de alegría es el significado griego de Caralampio (…) Comitán no tiene tradición más profunda que la que celebraríamos hoy con un desfile que tiene magia popular, que levanta corazones e incentiva el alma de los comitecos (…) no nos dejemos vencer por el estrés, el miedo o la tristeza (…) hay que ¡brillar de alegría!” ¡Ah, qué bien dicho! Los comitecos siempre hemos brillado de alegría. Nuestras celebraciones están llenas de luz. Me uno al llamado de Segundo: ¡No nos dejemos vencer por el estrés, el miedo o la tristeza! ¡No! Actuemos con sensatez, nos protejamos, pero sigamos brillando de alegría. El 10 de febrero de 2021, las sillas no salieron a la calle, no estuvieron sobre las banquetas, esperando el momento de ser levantadas y ocupadas por sus propietarios. El 10 de febrero de 2021 ni siquiera el bebé ocupó su silla para, con su sonaja y su cara llena de papilla, unirse al regocijo que era tradicional. La tía Elena me llamó por teléfono y casi al final me dijo: “Extrañé hasta los malcriados que se visten de mujer”. Ella me dijo que le rezó a la imagen de San Caralampio que tiene en su casa desde hace muchos años y luego, solita, le echó sus vivas y le aplaudió: ¡Viva San Caralampio! ¡Viva! Lo hizo con su rostro lleno de lágrimas. Sí, la tía Elena iba todos los 10 de febrero y, desde el corredor de la Casa de la Cultura, miraba el paso de la procesión: los fieles con sus ramos de flores y velas, las marimbas, los camiones alegóricos con la imagen de San Caralampio, los grupos de disfrazados y, casi al final, los malcriados, “los intensos”, que le daban la nota grotesca a la celebración, pero que es, al final, nota también llena de vida. Posdata: Sí, mi niña, este año fue atípico, pero, como dice Segundo, debemos seguir brillando de alegría. Que el sonido del pito y del tambor siga resonando en nuestros espíritus y el aroma de la juncia y del copal estén siempre presentes.