sábado, 20 de febrero de 2021

CARTA A MARIANA, CON MODIFICACIONES

Querida Mariana: inició la cuaresma. Los católicos reconocen esta fecha, pero muchas personas no. A los ateos ni les viene ni les va. Ahora, según el Censo 2020, hubo un incremento de ateos en el país. De una población de ciento veintitantos millones de mexicanos, más de 10 millones son ateos, y 3 millones dijeron que son creyentes, pero que no practican religión alguna; es decir, más de diez por ciento de la población total anda por la orilla. Tres millones creen en Dios, pero no van a templo alguno. Ellos son de los que piensan que la comunicación debe ser en forma directa, sin intermediarios, y que, como dice la clase de catecismo: Dios está en todas partes, sobre todo en el espíritu. Dios está presente en cada rama de este árbol enormísimo que llamamos Universo. Y digo esto porque los católicos tienen un ritual con una ventana amplísima: el miércoles de ceniza, día que marca el inicio de la cuaresma. Este año, qué simpático, el cumpleaños de Vicente Fernández, el famoso cantante, “cayó” en miércoles de ceniza. ¿Es católico el gran Chente? ¡Quién sabe! Lo que sí puedo decirte, porque lo anunciaron en programa de farándula, es que él celebró su cumpleaños en su rancho de “Los tres potrillos” y ofreció una comida para sus íntimos. ¿Sabés qué comieron? ¡Barbacoa! ¡Ah, qué rico! Ya imagino la gran mesa debajo de los árboles, con tortillas recién salidas del comal, con carne que se deshacía de tan bien cocida, y con una salsa verde molcajeteada. ¡Salud, Vicente! ¡Salud! Y los brazos en alto con las copas de mezcal o de tequila, con salita y limón. No sé si Chente es católico, pero, por la coincidencia de la fecha, no cumplió con un precepto que es obligatorio para los practicantes del catolicismo: el miércoles de ceniza no se come carne. Ahora recordé cuando un indígena, al oír que el miércoles de ceniza estaba prohibido comer carne, le preguntó al padre Naty: “¿Ni jígado (hígado), tata padre?”, y el padre, que era malhablado, le respondió con tono agresivo: “Ni mierda, indio pendejo”. En el país, según el censo 2020, aún existe una mayoría católica y religiosa, pero las estadísticas demuestran que el porcentaje de católicos va en descenso. ¿Por qué? Ah, no sé. Y otra certeza es que avanzan las demás religiones y crece el número de ateos. Digo que los católicos tienen un ritual que permite la reflexión. Recuerdo que de niño mis papás me llevaban al templo de Santo Domingo, hacíamos fila en el pasillo central y cuando llegábamos frente al cura, éste nos colocaba una cruz de ceniza en la frente y decía, con voz cansada, pero firme: “Recordá que polvo sos y en polvo te convertirás”. ¡Uf! Una sentencia dramática, pero real. Polvo somos y en polvo nos convertimos. La frase es de esas frases geniales. El concepto “polvo” es el elemento esencial de la frase y nos recuerda la fragilidad de la vida. Ese día, la iglesia católica deja de lado la sustancia espiritual y se refiere al cuerpo. El cuerpo tiene fecha de caducidad. El papelito tiene letras invisibles, pero ahí están. Cada uno de nosotros tiene una fecha de nacimiento y otra que cerrará el ciclo de la vida. El miércoles de ceniza nos lo recuerda. Digo que, de niño, iba con mis papás, para que el cura nos hiciera ese recordatorio. El cura, con su dedo pulgar, pintaba sobre nuestra frente una cruz con ceniza. Ni me preguntés en dónde conseguían esa ceniza. Aún existe una hondonada en el pueblo que se llama El cenicero; antes, muchas personas iban a tirar ahí la ceniza de los fogones. Me cuentan que esa ceniza era empleada por los artesanos que hacían el famoso jabón de bola, que los comitecos usaban a la hora del baño. ¡Qué Palmolive ni qué jabón perfumado! Los comitecos se bañaban con un jabón que, como ingredientes principales, tenía la grasa del cerdo y la ceniza del Cenicero. “Polvo sos y en polvo te convertirás”. ¡Uf! Qué frase tan contundente, tan certera. La Biblia cuenta que el primer ser humano (el buen Adán) fue hecho de barro. El mito es genial, ¿no? Dios fue el primer gran artesano del universo. Acá sí no hay confusión, nada de preguntar qué fue primero, como se hace con el huevo y la gallina. Acá tenemos certeza, la ciencia lo confirma, de que antes que el ser humano fue el barro. Dios hizo primero todo el universo y luego, al final, realizó su máxima creación. Así lo consigna la Biblia. Entonces, el origen es el barro, la modesta tierra, el simple y sencillo polvo, de ahí venimos y a la tierra volveremos. La imagen que tuve del origen bíblico fue las manos de Dios tomando una pella de barro y, con un poquito de agua, dando forma al primer hombre. Ah, el gran escultor. Miré sus manos benditas modelando cada una de las extensiones del cuerpo, refinando las orejas y alargando los deditos, prodigiosos dedos que nos sirven para tanto. Pero esta imagen cambió cuando fui a estudiar a la UNAM. Ya te conté que un día fui a escuchar al científico ruso Oparín, el autor del famosísimo libro “Origen del universo”, y ahí supe que sí, que somos polvo, pero que somos polvo estelar. ¡Pucha! Nada de que provenimos del polvo de los Zanjones. ¡No! Somos parte intrínseca del universo y el universo es el Dios que, en su respiración infinita, se expande cada día. Somos polvo y al polvo regresamos, pero somos polvo estelar y regresamos al universo, a Dios. Sí, en esta época de pandemia, estoy seguro, que el ritual del miércoles de ceniza fue más contundente. Hemos vivido, ¡qué pena!, un tiempo donde hemos presenciado la fragilidad de nuestro cuerpo. ¡Ah!, cuántos amigos se han ido por contagio del bicho maligno. Ninguno de nosotros tiene la certeza de la sobrevivencia. En realidad, la vida siempre ha sido una cuerda sobre un abismo profundo. El gran escritor francés Víctor Hugo definió a la vida como un abismo. Los seres humanos siempre, como equilibristas, caminamos sin la certeza de que al alzar el pie para dar el siguiente paso no ocurrirá un ventarrón que nos hará perder el equilibrio y nos mandará al más profundo silencio. Ahora, la pandemia nos ha dado una bofetada en la cara, en el espíritu, y nos ha repasado esa frase dramática: somos polvo y en polvo nos convertiremos. Por eso, muchas personas han tomado conciencia de la belleza sencilla del momento. No poseemos más que este instante, este momento en que te pienso y escribo, este momento en que vos leés mi carta. ¡Somos frágiles! Somos hojas secas de un árbol vigoroso que siempre (no nos habíamos dado cuenta) vive en eterno otoño. La vida es polvo. Pero, desde que fui estudiante universitario comprendí que la vida está hecha de polvo universal. El cigoto salió del polvo de estrellas. ¿Cuántos católicos siguen sin comer carne el miércoles de ceniza? ¿Cuántos le entran con emoción a la barbacoa y a las ricas carnitas, estilo Michoacán? Recordé, hace algunos años, que cuando era miércoles de ceniza, doña Cholita Guillén, quien atendía una de las tienditas escolares del Colegio Mariano N. Ruiz, preparaba sus tortas con atún y los taquitos dorados los rellenaba con papa. Los estudiantes querían sus tortas con pollito o con jamón. ¡No! Ese día, doña Cholita obligaba a los muchachos a respetar la cuaresma. Entiendo que la cuaresma recuerda los cuarenta días donde Jesús ayunó. ¡Cuarenta días! Y nada de tortita de atún. ¡No! Jesús, hombre maravilloso, ayunó en forma total. Era un espíritu grande. Doña Lolita Albores, nuestra amada cronista, cuenta que hace años, los comitecos católicos (que eran mayoría) respetaban el ayuno el miércoles de ceniza. ¡Nada de choricitos, o de barbacoa, o de carnitas! ¡No! Doña Lolita dice que los católicos comían “pescado seco baldado, tortas de plátano, tortaditas de papas, palmito asado o en ensalada, aguacates, chiles en vinagre, frijoles blancos con camarón, sardinas de lata o salmones”. ¡Pucha! Igual que vos, pensé que ese era un ayuno de lujo. ¡Genial! La dieta de los comitecos era sabrosa y nutritiva. ¿A poco no le entrarías con ganas a este menú? ¿Y qué bebían? ¿Con qué acompañaban los frijoles blancos con camarón? No sé si todos eran como el tío Efraín, quien decía que el mejor acompañamiento de la comida era la sangre de Cristo y se embolaba con el vino de consagrar que le enviaba su hermano Elías, quien era sacerdote en Nayarit. Posdata: Somos polvo y en polvo nos convertiremos, mi niña querida. No es agradable pensar en esta realidad, pero tal reflexión nos debe servir para aquilatar la riqueza del instante presente. Lo único que poseemos es este momento, momento donde celebro la vida, tu compañía, la bendición de compartir este tiempo con los amigos y familiares, aunque sea a la distancia, aunque nos veamos en forma virtual. Don Pepe insiste: “Es mejor estar encerrado, que enterrado”. En 2020, los católicos comitecos fueron a los templos para el ritual de la ceniza. Este año de pandemia, ese ritual se modificó. La ceniza fue virtual y no real. Real sigue siendo la frase contundente. Sí, somos polvo estelar y al universo volveremos.