viernes, 26 de febrero de 2021
CARTA A MARIANA, CON UN REGALO DEBAJO DEL ÁRBOL
Querida Mariana: la navidad es época sublime. Cuando fui niño no se acostumbraba el árbol de navidad que ponen en este tiempo. En ese tiempo, los regalos los hallaba al lado del nacimiento que hacíamos en casa.
Ahora, los regalos se encuentran en la base del árbol. Esta imagen es genial. Por lo regular, los frutos están siempre en lo alto del árbol. Los chiquitíos tienen que trepar al árbol para cortar los jocotes.
En cambio, en época navideña, los frutos que hacen la delicia de los niños no están en lo alto del árbol sino en la base. ¡Ah, genial! Los niños no hacen más que sentarse en el piso, con las piernas cruzadas, y quitar las envolturas y hallar los carros, los celulares, los muñecos, las muñecas, las tabletas, los videojuegos y la ropa.
La navidad es una época genial. Muchos celebramos con emoción el nacimiento de Jesús (quien, también, gracias a la generosidad de Reyes Magos, recibió oro, incienso y mirra. En ese tiempo no había celulares ni tabletas). Cuando somos niños nos toca recibir juguetes y cuando somos mayores nos corresponde jugar el papel que en mi infancia jugaba el Viejito de la Nochebuena, y que ahora juega el llamado Santa Clos.
De niño disfruté los juguetes. En casa no esperábamos que llegara la madrugada del veinticinco. Bueno, sí la esperábamos, pero en la cama, durmiendo. Temprano, muy temprano, como a las seis de la mañana del veinticinco, me paraba, todavía en pijama, y corría a la sala para abrir los regalos que me había dejado el Viejito de la Nochebuena.
El veinticinco de diciembre de 2020 me levanté y prendí el celular. Este año mi mamá y mi Paty hicieron un pequeño nacimiento, con los niños Dios de mi madre y con los amigurumis que teje mi Paty. No hubo regalos. Pero yo sí recibí un regalo. Digo que prendí el celular y hallé la imagen que ahora comparto con vos. Jesús Pedrero Guillén, el actual director de cultura, me la envió como regalo de navidad. ¡Ah, genial! El trazo artístico lo hizo Grisell Herrera Hernández, quien es la directora del Museo de la Ciudad, de Comitán. Grisell es licenciada en Artes Visuales.
Ah, qué detalle tan bonito. Calenté un poco del ponche de frutas que preparó mi mamá y mientras disfrutaba sorbo a sorbo el ponche, disfruté, asimismo, sorbo a sorbo, mi regalo. Grisell colocó en un extremo la portada del primer número de la revista Arenilla. La silueta es de doña Angelita Gordillo Mora, una comiteca de excelencia, que hacía (o hace, no lo sé) fideítos exquisitos. Doña Angelita es una más de las grandes personas que han hecho famosa la gastronomía comiteca.
Me encantó este regalo inesperado. La tecnología hizo que ni siquiera tuviera que inclinarme para buscar en la base del árbol. ¡No! A mi edad eso es un riesgo, capaz que me quedo torcido y ya no puedo pararme. Por esto, el director de cultura de mi pueblo y la directora del museo de la ciudad, de mi pueblo, decidieron mandarme el regalo a través del celular. Me bastó prender el chunche para hallarme, así, muy seriecito, con traje, con suéter, con las manos entrelazadas, como si, en verdad, fuera tan que no mato ni una mosca. Pero, y esto es un logro de la artista, miré mi rostro. Siempre he dicho que los demás dicen que tengo cara de piedra, que casi no sonrío y menos rio. Bueno, acá está la prueba, mi rostro adquirió el semblante de las figuras que están en museos, figuras hechas por artesanos prehispánicos. No estoy diciendo que tengo rasgos del Dios Chac, no, lo que digo es que acá está mi cara de piedra.
Cuando me vi, pensé que sería bueno que esa mirada tan plácida me acompañara por el resto de mis días. Grisell me pintó como espíritu ecuánime.
Recordé que amigos artistas me han honrado con retratos. Por ahí está el retrato que me obsequió el caricaturista mayor de Chiapas, Enrique Alfaro; por ahí está el retrato que me obsequió el caricaturista de Comitán, Raúl Espinosa Mijangos; por ahí está el retrato que mi sobrina Pau hizo cuando ella tenía cuatro o cinco años de edad. Tengo también uno o dos autorretratos. En diciembre de 2020, el retrato que Jesús y Grisell me obsequiaron pasó a formar parte de ese álbum.
Posdata: A veces boto mi cara de piedra, ahora no puedo hacerlo, porque ya Grisell me inmortalizó con ese rostro. Su pincel electrónico hizo el prodigio de esculpir mi rostro sobre una nube de La Nube. Ella me colocó al lado de doña Angelita y esto es mi privilegio.