martes, 9 de febrero de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN GAJO DE AIRE

Querida Mariana: ¿ya viste lo que dice la fotografía al pie? “Detalles de Comitán…” ¡Sí! La fotografía fue tomada en el parque central de Comitán. En ese tiempo había una pérgola a la mitad del parque, y, debajo de la pérgola, una cafetería. Acá se ven las mesas y sillas de madera. Lo que está al fondo es el edificio donde, actualmente, está el Teatro Junchavín. No sé en cuántos pueblos del mundo había, o hay, cafeterías en medio del parque. En La Trinitaria existe un kiosco que, en la parte inferior, tiene una cafetería; en Las Margaritas, hay una cafetería en el extremo de su parque central. Esta tendencia habla de una costumbre ancestral. El parque era el corazón del pueblo, el lugar donde la población concurría, así que era casi obligatorio que hubiese un lugar para tomar un café, un refresco o un helado. Rosario Castellanos pepenó esa costumbre y la puso en letras en su cuento “Los convidados de agosto”. Has de recordar, querida mía, que la protagonista del cuento, Emelina, a la hora que se derrumba la plaza de toros (era cosa de todos los años), ya en el suelo se encuentra en brazos de un desconocido que, para volverla en sí, le ofrece un trago de comiteco. Emelina, solterona que esperaba ese prodigio, se hizo tacuatz, y cuando el desconocido le pregunta con quién había ido a la plaza, ella dijo que sola (mentira, había ido con una amiga, pero ahora no podía desaprovechar la ocasión de estar al lado de un hombre. En fin, a lo que voy es que la pareja llega al parque, buscan una banca desocupada y como no hay, mirá lo que escribe Rosario: “El hombre condujo entonces a Emelina al kiosco, donde funcionaba una especie de cantina (…) Lo ofrecido allí no era muy atrayente: helado de vainilla, enriquecido con alguna galleta antediluviana; gaseosas autóctonas y granizados insípidos…” ¡Genial! Rosario hace una síntesis del ambiente de esas cafeterías que estaban en los kioscos (acá se ve que en la parte baja de la pérgola) de los pueblos de esta región de Chiapas. Sí, ustedes (los jóvenes de estos tiempos) ahora no pueden visualizarlo bien, pero una de las “delicias” que disfrutaban las personas de aquellos tiempos era un helado de vainilla, acompañado con galletas. En los años setenta, no en el parque, pero sí en un local frente al parque central (Nevelandia) muchos de mis amigos se sentaban y pedían un helado de vainilla y vaciaban un refresco de coca cola en el vaso alto, generoso. ¡Ah!, con tono de voz de estar en Central Park, en Nueva York, le pedían al mesero que les sirviera un Ice Cream Soda. ¡Pucha! Nadita. Bueno, Rosario, en el cuento dice que la carta de esa “cantina” del kiosco ofrece helado de vainilla y gaseosas autóctonas. Los comitecos saben que esas gaseosas autóctonas eran las que hacían en la fábrica de don Jorge Soto y que se llamaban gaseositas o “Sotío”, en alusión al apellido del fabricante. Llegué a escuchar, en una ocasión, que un tío pedía “Una sotío verde”, que era una gaseosa de sabor limón, se supone. En una fotografía espléndida que compartió Ramón Folch se ve, a vista de pájaro, el parque central de Comitán y se ve que, según fecha que él proporcionó, en 1957 la pérgola dominaba el centro del parque. Esta fotografía de la cafetería corresponde, sin duda, a inicios de los años sesenta. Para ese tiempo, quien atendía la cafetería de la pérgola era don Adolfo Argüello. Llama mi atención que el pasaje quedaba libre. Cualquiera que estuviera en el parque podía pasar de un extremo a otro, sin necesidad de bordear la cafetería. Si ves, el arco y las bases tenían motivos decorativos, que le daban un toque de distinción. Quienes iban a tomar un refresco o un helado entraban al pasaje y se desplazaban hacia la derecha y ocupaban una de las mesas que acá se ven. ¿Les colocaban un mantel a las mesas? Digo que no. Digo que todo era así, al pelo. Las personas que tienen más de setenta años deben recordar este prodigioso espacio. ¡Ah!, qué galán resultaba estar en el corazón del pueblo, tomando un refresco y viendo a las personas que caminaban por los pasillos o se sentaban en las bancas y platicaban. Posdata: Digo que en Las Margaritas aún existe una cafetería en un extremo del parque. Los compas de allá tienen el privilegio de observar el paso del tiempo desde una burbuja infinita.