jueves, 11 de febrero de 2021

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA

Los advenedizos no lo advertirán, pero la luz que ilumina al hijo con la madre proviene de un cielo de los años sesenta. ¿Qué tanto ha cambiado la luz del cielo con el tiempo? ¿La luz del siglo XXI es la misma que iluminó a los aztecas antes de la Conquista? Pregunto si el sol sigue siendo el mismo. No lo sé. Los expertos dicen que el Calentamiento Global ha transformado esa luz, y que la luz que ahora cae como sábana al mediodía es más rotunda, más agresiva, menos afectuosa. La luz que acá se desparrama y besa a la pareja del niño y de la mujer es afectuosa, nunca agresiva, se nota, porque la mujer lleva un suéter oscuro, con cuello extendido. Los advenedizos tampoco podrán descubrir que ella y él están en un corredor generoso de un hotel de la ciudad de Tehuacán, Puebla, ni intuirán que quien tomó la foto es el esposo de ella y el papá de él. No sabrán que el padre y esposo les dijo que se pusieran ahí y corrió hacia el otro extremo para tomar la fotografía. Sin ser experto en fotografía, para darle profundidad, buscó que el visor de la cámara contuviera una maceta y el fragmento de una rotunda columna y, sin ser experto, colocó en el otro extremo un colgajo de hilos de enredadera. Con ello logró algo como un círculo, un círculo verde, de sombra húmeda, que enmarcó la figura del niño y de la mujer adentro de una burbuja plácida, llena de luz. Los advenedizos no sabrán jamás que ese viaje corresponde a un viaje de placer. Los tres fueron de vacaciones. Una mañana subieron a un camión de la Cristóbal Colón y haciendo diversas pausas llegaron a la ciudad de Puebla y de ahí viajaron a Tehuacán y se hospedaron en este céntrico hotel. El niño se recargó sobre la baranda de hierro forjado, pintado de color claro; la mujer, detrás de su hijo, apoyó una mano sobre el barandal. Y el padre de él y esposo de ella les dijo que vieran al frente y oprimió el botón que eternizó este instante. Al fondo se ve un espacio oscuro, corresponde a la puerta del cuarto que les asignaron. A esa hora la luz caminaba oronda por el patio, el sol se descolgaba en las lianas del aire del patio central. Los advenedizos no tienen interés en saber que, según cuentan los que saben, la palabra Tehuacán proviene de dos vocablos nahuas y significa Lugar de Dioses. Esa mañana de los años sesenta, tres chiapanecos que salieron de la Ciudad de Las Nueve Estrellas llegaron al Lugar de Dioses. ¿Qué tanto han cambiado los cielos desde el tiempo que vivieron los aztecas y los mayas? Una mañana, un sabio nombró el pueblo y lo llamó Tehuacán: Lugar de Dioses; otra mañana, un sabio nombro el pueblo y lo llamó Balún-Canán: Lugar de Nueve Estrellas. Y es que los nombres luminosos provienen del cielo, lugar donde juegan las estrellas y habitan los dioses. Los advenedizos no tienen la costumbre de ver hacia el cielo, ellos siempre ven al frente o miden las huellas que dejan en el suelo. Y, después de todo, todos somos advenedizos. Esa mañana de los años sesenta, en este prodigioso corredor de un prodigioso hotel de Tehuacán, Puebla, tres chiapanecos fueron advenedizos en ese territorio. Mayas en territorio náhuatl. ¿Era la misma luz que iluminaba el corredor de la casa comiteca? ¿Era el mismo cielo? ¿Qué tanto ha cambiado la luz del cielo de todos los días? Los advenedizos no podrían asegurar que el patio de este hotel sigue intocado. Este patio, que se admira generoso en plantas, ahora, tal vez, está techado con micas transparentes y donde había árboles y plantas ahora existe un restaurante con sombrillas de tela y los huéspedes comen ahí el inolvidable mole poblano o los riquísimos chiles en nogada y beben una copa de mezcal y, como postre, toman un helado rosa de piñón. La luz se ha modificado. No sé si así, el tiempo, ha colocado techos transparentes a los cielos de México y ahora la luz no es la misma que iluminaba los rostros de los aztecas y de los mayas. El papá del niño y esposo de ella apretó el botón de la cámara y volvió eterno el instante. Jugó con la luz, oficio de los fotógrafos, oficio también favorito de los dioses y de las estrellas. La luz, escondida en ese cuarto que acá se advierte oscuro, se regodeó esa mañana en el corredor del hotel, en el patio y en los rostros de la mujer y del niño. ¿Qué tanto ha cambiado la luz en estos tiempos? ¿Qué cielo alumbra ahora el Lugar de los Dioses? ¿Qué luz incendia el corazón del pueblo llamado Balún-Canán?