domingo, 2 de agosto de 2015

CARTA A MARIANA, DONDE APARECE EL MUSHUC DE COMITÁN




Querida Mariana: vos sabés que mushuc significa ombligo o cordón umbilical. Acá, en esta fotografía, se ve el ombligo de Comitán. Disculpá, pero este es el Comitán que es como mi mushuc, como mi cordón espiritual, el centro que me definió.
Esta fotografía la subió Francisco Gordillo, tal vez con el mismo sentimiento con el que muchos la vemos. El sentimiento de haber tenido algo que ahora ya no existe. Basta ver un pilar de esos, un letrero de esos, un arco, para descubrir que una vez tuvimos algo que era bello y que era nuestro. ¿Mirás al señor que camina con rumbo a la presidencia, el que está a punto de subir un pie a la banqueta? Bueno, pues así, con igual donaire caminé esas calles, esas banquetas, esos portales. Uso la palabra donaire porque es una de las palabras más bellas del idioma español. Donaire, casi como si dijéramos: don del aire. ¿Cuál es el don del aire? ¿Cuál es el don de ese hilo invisible que permite la vida?
Lo tuvimos. Ah, qué verbo tan en pasado, tan sin futuro. Este espacio fue como mi abuelo. Mi abuelo ya no existe físicamente, un día murió, como dicen los sabios que muere todo lo que tiene vida. Ah, si uno fuera piedra, si fuera de piedra, no habría necesidad de recurrir a la muerte. Pero como no somos piedra ni nube, como somos varitas llenas de aire que al menor pinchazo nos desinflamos, por ello es que una fotografía sencilla nos catapulta a lo más alto de la cima de nuestra alma. Porque, niña mía, la tía Eugenia decía que nuestro espíritu es como una montaña, pocos son los que alcanzan lo más alto. Ella decía que cuando nacemos, hay algunos espíritus selectos (los Almas Grandes) que nacen muy cerca de lo más alto. Ah, pobres aquellos que nacen en la falda del espíritu, ¡les cuesta tanto ascender! Lo más que logran es llegar a la mitad, al lugar donde nacen los grandes de espíritu. Por esto, en la calle, en los cafés, en los parques, en las escuelas, ¡en los trabajos!, vemos tantos y tantas que parecen arrastrarse, saben que jamás alcanzarán la cima. Por eso tienen una cara de fastidio.
Nosotros (no lo supimos en ese entonces), los que caminamos el Comitán de esta fotografía, nacimos con el espíritu inflamado. La luz fue una sustancia que nos era común y que nos era apreciada. ¿Alcanzás a mirar cómo se derrama la luz en esta fotografía? Se derrama de tal manera que la sombra del hombre es apenas una cinta y la sombra del auto estacionado no es más que una casilla para jugar rayuela. ¡Éramos felices! Hoy, recordamos al abuelo que tuvimos, al que nos contó cuentos y nos llevó a jugar volados en ese mismo espacio y que, una tarde, nos invitó un chocolate en el negocio de don Arturo Rivera Alfaro. ¿Si ves el anuncio pintado en lo alto del arco? ¡Ara! “Ara” era el nombre de la negociación. En ese tiempo, la gente no se quebraba la cabeza para bautizar sus negocios: Ara: Arturo Rivera Alfaro, y punto y aparte. ¿Los negocios de hoy? Los negocios de hoy deben llevar (según los cánones de la mercadotecnia) un apóstrofo y algún término inglés para que suene chic. ¿Qué significa Oxxo? ¿Quién sabe? Ara tenía un significado muy cercano, eran las iniciales del señor que respondía a nuestro saludo cada vez que entrábamos a su negocio. Era un hombre de carne y hueso, tenía una personalidad propia. Entrábamos y decíamos: “Buenas tardes, don Arturito”, y él respondía. Así, de la misma manera, era nuestro diálogo con este espacio. Nosotros le hablábamos al Centro y éste nos respondía. No nos moríamos por ver (como ahora) la fachada del templo. ¡No! Nos gustaba el misterio que guardaba esa manzana que derruyeron. Caminábamos y de pronto, al dar vuelta a la esquina, nos topábamos con un remate visual insólito: ¡la fachada del templo! Era como si el juego consistiera en hallar lo que estaba detrás del baúl. Ese era el juego de la vida, de nuestra vida.
Perdón, sé que a vos nada te dice esta fotografía, porque vos ya naciste en estos tiempos en que el parque es amplio y permite ver la fachada del templo sin “estorbos”. Dios mío, ¿cómo decirte que ese estorbo era el corazón de nuestro Comitán y que cuando tiraron la manzana casi casi nos dejaron sin ese latido? ¿Cómo explicarte que ese Comitán caminaba con los signos de modernidad, pero acunaba eso que ahora se llama tradición? Ahora, ¿en dónde está la tradición? Da pena decirlo, da vergüenza reconocerlo, pero nuestro pueblo cada vez más toma facha de esos pueblos planos llenos de lugares uniformes. En cada esquina encontrás un Oxxo. ¿Cómo podés tener referentes si todo es tan pan revuelto en la misma harina?
Acá, niña querida, quedó enterrado nuestro mushuc. Duele saber que el mushuc se entierra. El ombligo debía ser como un papalote, volando por todos los cielos.
Así como ves a este señor, cruzando la calle, a punto de subir a la banqueta, así estuve yo una tarde, muchas tardes, muchas nubes. ¿Cómo puedo caminar con donaire ahora si ya el don del aire está enrarecido, como si alguien vomitara smog, como si alguien pinchara nuestros globos?