lunes, 24 de agosto de 2015

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA EN MOVIMIENTO




El hombre camina y yo escucho: “¡Corre, Forrest, corre!”. Como si fuese la escena de la película “Forrest Gump”, como si mi mente fuese Jenny y el hombre que camina frente a mí fuese Forrest.
El hombre de la fotografía apareció un día en Comitán. Ahora es una presencia casi permanente. Él camina sin cesar. A veces pienso si se detiene en algún momento, para hacer alguna necesidad fisiológica: comer, evacuar, dormir. A veces pienso que no lo hace, camina sin cesar. Llega a una esquina, se detiene, como si pensara qué ruta seguir y continúa caminando. ¿Por qué camina sin descanso? ¿Qué busca, Dios mío, qué busca?
Acá sorprende la coincidencia de las sombras. La sombra de la lámpara está al borde de la reja del albañal. Conforme el sol camine, la sombra de la lámpara caminará y casi casi será tragada por ese hueco en el piso que, a semejanza de los hoyos negros en el universo, se traga toda la luz a su derredor y también, ahora lo entendemos, también traga todas las sombras. ¿Y la sombra del caminante? ¿Qué o quién la traga?
El hombre camina sin cesar, se detiene a veces, levanta la cara y, como si pensara, como si decidiera, da vuelta a la esquina o regresa por sus pasos. Camina como si su encomienda divina no fuese más que eso, caminar, caminar, como si fuese un tren sin vías, como si fuese un pájaro sin alas.
Hay una escena en la película donde Forrest, quien ha corrido por todo el territorio americano y lleva un grupo de seguidores detrás de él, se detiene de improviso, como si hubiese recibido un rayo. Forrest ha corrido por un lapso de más de tres años. Al final de su recorrido lo acompañan decenas de seguidores. Medio mundo le pregunta por qué corre, ¿por la paz mundial?, ¿por el medio ambiente? ¡No! Nadie puede creer cuando él asegura que corre sin motivo, corre porque tenía ganas de correr. ¿Por qué camina el Forrest de Comitán? ¿Por qué este hombre sí no tiene seguidores? La mañana que Forrest se detiene, el grupo de seguidores hace silencio, espera que, como si fuese el Mesías, les diga las palabras que justifiquen tanto tiempo de carrera; Forrest les dice que está cansado y que irá a su casa. Algún día, lo sabemos, el caminante de Comitán detendrá su obsesiva caminata y pensará que está cansado. ¿A qué casa irá? ¿En dónde duerme?
El caminante comiteco, uf, qué tradición, es de la estirpe de Nacho Loco, quien caminaba sin cesar de Comitán a San Cristóbal y regresaba. Hay hombres así, que caminan, porque, como menciona Forrest Gump en la cinta, hay que dejar atrás el pasado y para tirar el lastre no hay cosa mejor que caminar o correr. La mayoría de seres humanos camina o corre. Corremos para el trabajo, para la escuela, para llegar a la cita. Bueno, con decir que corremos hasta para ir al baño o para tomar el avión que nos llevará al lugar de descanso, donde correremos para alcanzar la fila del Museo del Louvre. Nos la pasamos caminando o corriendo. Si alguien se detiene, se recuesta en una hamaca, toma un libro y lee, no falta quien diga que es un flojo.
Si alguien, a mitad del parque, nos detuviese y lanzara la pregunta: ¿Por qué caminamos? ¿Qué diríamos? La respuesta es casi como de secundaria: para ir del punto A al punto B. ¿Qué hallaremos en B? ¿Por qué hay gente (porque la hay) que no sale de A, porque está muy a gusto en A?
Si alguien pudiese entrar a la mente del Forrest comiteco y hurgar el motivo por el que camina de un lado para otro, ¿qué encontraría?
Camina, camina, casi sin sentido. Camina sin, al parecer, un destino determinado. Es como una hoja seca que el viento levanta. ¿A dónde van las hojas secas? ¿En qué momento la sombra de la lámpara será engullida por esa trampa que, también, engulle el caudal de agua y la basura?