jueves, 6 de agosto de 2015

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA QUE EN COMITÁN HUBO UN CONGRESO NACIONAL




Querida Mariana: tío Lacho fue cronista. Inventó un verbo raro: “Todo lo cronico, hijo”, decía.
El pasado domingo 2 de agosto decenas de cronistas de todo el país llegaron a Comitán, participaron en el Trigésimo Octavo Congreso Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas. Sin duda, fue el acto más importante de los tres últimos años. ¿Por qué? Imaginá a decenas y decenas de cronistas reunidos en un solo lugar. Los cronistas son hombres y mujeres relevantes en sus lugares de origen. Lo saben casi todo de sus pueblos y consignan los hechos actuales más importantes. Siempre se dice que sin la presencia de Bernal Díaz del Castillo, cronista natural de la España conquistadora, las personas de estos tiempos no tuviésemos el relato de La Conquista.
Los cronistas señalaron que no son historiadores, pero sí consignan los hechos que servirán para que los historiadores formen la Historia, que, por lo regular, se escribe con H mayúscula, porque es la que corresponde a todos.
El Congreso fue un acto magno. Decenas de cronistas de todo el país llegaron a Comitán. Jamás había sucedido tal conjunción de talentos. ¿Vos sabés de algo similar? No. En nuestra ciudad, ¡por fortuna! se celebra, año con año, el Congreso Médico Internacional México-Guatemala, al que acuden médicos del sureste mexicano y médicos del país vecino, pero ahí debés parar de contar. No hay más. Por eso, los comitecos convirtieron en botana el tema de que el Salón de Convenciones jamás albergó una convención. El Salón de Convenciones sirvió para festejos de quince años, bodas y para graduaciones escolares.
Los comitecos conocemos a nuestros cronistas locales. Todo mundo sabe que doña Lolita Albores fue la cronista, durante muchos años, hasta el día de su muerte. Ella tenía una memoria privilegiada (parece que esto debe ser un requisito indispensable, para recordar fechas, personajes y acontecimientos). Actualmente existe un Consejo de la Crónica y, además, hay cronistas naturales que se han autodenominado independientes. Estos últimos no se meten en ajos grupales, vuelan libres, como ancolines, pero realizan una importante labor: la de preservar nuestros rasgos de identidad. Asimismo identificamos a los cronistas de Chiapas. Entre los asistentes a este trigésimo octavo Congreso estuvo Marco Antonio Orozco Zuarth, flamante Presidente Nacional de la agrupación, asimismo José Luis Castro Aguilar (quien recientemente obtuvo el Premio Nacional por obra publicada, con su libro “Bosquejos históricos de Tuxtla Gutiérrez”) y la tonalteca Sofía Mireles Gavito. También anduvo revoloteando Agustín (Tincho) Duvalier, periodista chiapaneco que celebró el año pasado cincuenta años de ejercer su oficio periodístico. Agustín es hijo del poeta chiapaneco Armando Duvalier, creador de la poesía alquimista. ¿Quién no recuerda su poema “La niña y su hipotenusa”? (“La niña llega al jardín; / sonríe y se pone a cantar con su lampiña hipotenusa. / Niña aligera; hipotenusa cúbica…”).
Tío Lacho, todas las mañanas, sacaba una silla al corredor y escribía en la libreta de turno. A Mario y a mí nos decía: “Vayan al patio y díganme cómo amanecieron las piedras”, y nosotros corríamos. Al regreso informábamos que todo estaba bien, que las piedras aún dormían, y él reía, se retorcía el bigote y escribía, escribía. ¿Qué tanto escribís, tío?, preguntábamos y él decía que contaba de las cosas del mundo, “cronico todo”, aseguraba.
Los cronistas se fascinaron con el pueblo. Comitán es un pueblo seductor. Estuvieron contentos y se fueron contentos. Estoy seguro que permanecerán contentos durante toda su vida. Nuestro Presidente Municipal les dio la bienvenida en el Teatro Junchavín y se quedó durante todo el acto protocolario. Los cronistas de toda la república agradecieron el gesto de que la primera autoridad de nuestro municipio los acompañara.
Casi al final de la declaratoria inaugural (antes de que los cronistas fueran a sus mesas de trabajo), el maestro de ceremonia dijo que, de acuerdo con el orden del día, era momento para que los cronistas que tuvieran gusto donaran libros para la Biblioteca Regional Rosario Castellanos Figueroa. Ah, qué rebumbio de manos alzadas, que de libros en el aire como palomas. Los cronistas mencionaban el nombre de sus estados: “Zacatecas”, “Baja California”… y caminaban hacia el escenario donde el Presidente de Comitán, con una sonrisa a punto de lluvia, recibía esos libros, en medio de la alegría y de los aplausos de esos hombres y mujeres que bendecían esta tierra con sus palabras envueltas en libros.
Y Agustín Duvalier me preguntaba por el maestro Julio Avendaño, a quien había saludado apenas dos o tres minutos antes. Ah, era tanta la gente que todo mundo se perdía. “¿Y Julio?”, preguntaba Agustín y yo le decía que ya no estaba, y quería bromear y le decía que ya se había ido y que estábamos en agosto. Y él, nervioso, rascándose una pierna, insistía: “¿Y Julio?”.
Y julio se había ido y ya agosto mostraba su cara, no detrás de la cortina sino a mitad de un escenario, donde el Maestro Orozco Zuarth entregaba el pergamino donde Comitán fue declarada Capital Nacional de la Crónica y el Presidente y el Secretario Municipales recibían emocionados tal distinción, en nombre del pueblo comiteco.
Tres ciudades de Chiapas tuvieron el privilegio de recibir a los cronistas del país: San Cristóbal de Las Casas, Tuxtla Gutiérrez y nuestro pueblo. Todo ello fue gracias al trabajo de Marco Antonio Orozco Zuarth.
Mi niña, ya los cronistas de Comitán se encargarán de hacer la crónica de ese día memorable. Qué lástima que tío Lacho ya no vive. Nos mandaría a Mario y a mí a que fuéramos a ver cómo estaban las nubes para que lo consignara en la libreta en turno. Ah, conjugaría el verbo que inventó: “Yo cronico, tú cronicas, él cronica,…” Sí, querida Mariana, el tío cronicaba todo, todo, incluso relataba la vida de las piedras y de las hierbas.