domingo, 30 de agosto de 2015

LIBRO PARA REGALAR UN DÍA DE CUMPLEAÑOS




No, no, querido lector, ¡no!, amadísima lectora, no es una sugerencia. Perdón. “Libro para regalar un día de cumpleaños” es el título de mi quinta novela breve. Apenas comencé a escribirla. Sí, sé que el sentido común advierte que primero se escribe la novela (este proceso puede tardar de uno a varios años) y luego se busca el título. El título, lo advierten los conocedores, es fundamental en el proceso de escritura de una novelilla, pues sintetiza el contenido. Pero, hay personas que caminan hacia atrás (sólo por llevar la contraria a la ley de la inercia) y yo soy una de ellas. Un día me prometí escribir (hasta que Dios me lo permita) una novela breve por año. La novelilla del 2015 (mi cuarta novelilla) ya está en prensa y pronto estará a disposición del culto público que, ruego atentamente, haga fila sin atropellos. “Libro para regalar un día de cumpleaños” es la novelilla que aparecerá en el 2016.
La cuarta novelilla es una edición de autor. A comienzos del siglo pasado, los autores no se andaban por las ramas, invertían un poco de su paga y hacían mínimas ediciones de autor que promocionaban entre amigos o admiradores de la obra. Algo tenían muy claro: la edición no se agotaría y, si bien les iba, apenas alcanzaban a recuperar lo invertido. Esto último era ya ganancia suprema. Pues bueno, para no fallarme, a punto de concluir el año y teniendo en cuenta que en 2014 se publicó mi novelilla “Triste historia de un cuentahistorias”, que presenté en el Salón Carlos Fuentes, de la Biblioteca Central, de la Universidad Autónoma de Chiapas, en este 2015 publico mi novelilla que se titula “La tarde que conocí el cine”, que pretende ser un homenaje a los cinéfilos del mundo, mediante un juego ficcional donde el cine es el espacio ideal para soñar y crear. Siempre he pensado que en el mundo hay más personas que gustan del cine que personas aficionadas a la lectura. Tal vez mi novelilla sea ejemplo rotundo de esto. Desde ahora pregunto: ¿cuántos libros lograré vender de una edición mínima de doscientos ejemplares? Se aceptan apuestas. Tengo una certeza: no alcanzaré a vender los doscientos. Y esto es un fenómeno singular, porque, sin falsas modestias, encuentro más de cien lectores que me dicen que disfrutan los textos que escribo; pero, la hora de una presentación los fans desaparecen y a la hora de comprar la novelilla en cuestión medio mundo asistente se hace tacuatz, con lo que la estadística de venta se reduce a su mínima expresión, como si, en lugar de ser un placentero gusto intelectual, fuera un simple ejercicio algebraico.
Mis lectores saben que mi mente funciona de atrás para adelante (basta ver cómo siempre elijo el título antes de escribir el texto); por lo tanto, aun no termino de pagar la edición y ya comencé a hacer cuentas de las ventas. No me queda de otra, en vista de que estoy poniendo paga de mi bolsa. Cuando Coneculta-Chiapas me hace el favor y publica uno de mis textillos, la paga resulta irrelevante, porque proviene del erario, pero en este caso sí me preocupo porque los dineros provienen de mi peculio (dije ¡peculio!). Así pues he hecho cuentas, si logro vender cien ejemplares recuperaré mi inversión y la paga del ejemplar número ciento uno será ¡ganancia! Si lograra tal hazaña, entonces me pregunto: ¿qué haré con los cien pesos? No, no, no podré comprar un boleto de avión México-París-México, que ha sido uno de mis sueños. En caso que sí fuese posible (sólo como una mera posibilidad onírica), se me presentaría la dificultad de conseguir los euros suficientes para el hospedaje (mis amigos cuentan que París es una ciudad muy cara), los alimentos y la entrada para subir a la Torre Eiffel y para admirar los cuadros del Louvre. Parece entonces que los cien pesos de ganancia no son garantía de algo bueno. La razón dicta que debería sentirme feliz si lograra vender los cien ejemplares que me permitirían recuperar lo invertido. Pero sé que es una misión casi imposible, ya en este momento me siento como Tom Cruise (actor, por cierto, que a mi Paty no le cae nada bien).
En fin, una vez le dije a Fito que era un compromiso moral presentar su libro de poesía en Comitán. Viajamos de la ciudad de México a nuestra ciudad natal (con todos los gastos que esto representó y que él absorbió). Tenía esperanzas de vender (mínimo) cien libros. Aseguraba que muchos amigos llegarían a la presentación. Yo estaba escéptico. Al final no vendió ni treinta libros.
Ahora me doy ánimos y, como siempre, digo: debo cumplir con mi compromiso moral. Presentaré mi cuarta novelilla en mi ciudad natal y esperaré (optimista) que lleguen muchos amigos lectores y compren la novelilla.
Esta novelilla, como todas las anteriores, significa horas y horas de trabajo en la madrugada. La novelilla no cuenta hechos reales, es una ficción. Apenas tiene referencias a lo vivido en la vida real, es un texto que da cuenta de ese sustrato que alimenta los sueños y las pesadillas.
Woody Allen tiene la costumbre de filmar una cinta cada año. Un día me hice la promesa de escribir y publicar una novelilla cada año. Cumplo con la del 2015 y la entrego a quienes debo mis afanes: mis lectores. Cumplo con el destino, ya éste se encargará de convertir en nubes a las piedras o viceversa.