lunes, 17 de agosto de 2015

PARA QUE ME QUIERAN




Tal vez, sólo digo que tal vez, la peor respuesta a la pregunta: ¿por qué escribes?, la dio Gabriel García Márquez; sí, el sonadísimo y amadísimo Premio Nobel. Todo mundo sabe lo que él escribió al respecto: “Escribo para que me quieran”. En realidad nadie le lanzó la pregunta, él, motu proprio, lo expresó. Y digo que es un comentario de a peso el kilo, porque ningún otro oficiante se atrevería a expresar que ejerce su oficio para que alguien lo quiera (ni siquiera la madre por atender a su hija). Ya imagino al carpintero diciendo que hace sillas para que sus clientes lo amen. Claro, acá, algún lector dirá que comparar una silla con un libro es patético, porque el escritor construye nubes y el carpintero sólo fabrica objetos con madera. Sí, este hipotético lector tiene razón, el escritor usa materiales no tangibles. Ah, qué diferencia con el plomero, con el que fabrica autos BMW, con el mismo compa que edita libros. El escritor nada tiene que ver con el metal, con el algodón, con el papel. El escritor emplea líneas de luz y éstas no se pueden medir ni pesar. Las líneas de luz están en el aire, como papalotes, casi casi al alcance de todos, pero sólo los elegidos pueden bajarlas, porque, debemos decirlo, la mayoría de gente no necesita esas líneas para descolgarse de sus techos. La mayoría de oficiantes, como dice Alfonso, anda tras la chuleta, tras el billullo. La gente ejerce sus oficios para ganar dinero. El carpintero construye la silla y la mesa no para que lo quieran, sino para que, a cambio del producto, le entreguen unas monedas y billetes que le permitan satisfacer sus necesidades mínimas. Lo mismo que hace el carpintero hace el constructor de autos. El constructor de los Ferrari los construye para que un millonario haga el trueque: suelte los millones de pesos y se lleve un carrito que será como su juguete.
¿De verdad Gabo escribió para que sus lectores lo quisiéramos? ¿No hubo algún otro interés? Ahora dudo de mis palabras iniciales, tal vez Gabo sí escribió para que lo quisieran y lo quisieron tantos (millones en el mundo) que todo lo demás, como dice la Biblia, le llegó por añadidura. Y entonces se comprobó que quien da, de manera desinteresada (¿como en su caso?), recibe compensaciones del universo. Ahora que Estados Unidos y Cuba reanudaron relaciones no es ocioso decir que Gabo recibió del gobierno socialista de Cuba una hermosa residencia. Pero, ¿qué importaba tales compensaciones materiales si él sólo deseaba ser querido?
No todo mundo logra sus deseos. Son muy pocos mortales los que cumplen sus anhelos. Todo mundo quiere ser millonario, pero sólo apellidos como Slim y Trump lo logran (perdón, por mezclar tales apellidos en estos tiempos). Todo mundo quiere ser famoso, pero, ¡ay, mi Señor!, sólo gente como Madonna y el Negro Iñarritu lo consiguen. Y si Gabriel García Márquez llegó a ser famosísimo y escritor con harta paga, sólo fue, ya se dijo, confirmación de la cita bíblica.
¿Para qué escriben los jóvenes escritores? ¿Para ser queridos? Ojalá que sea por eso; es probable que algún día, en efecto, como Gabo, sean amados en medio mundo. Pero si escriben para ser famosos o para ser millonarios, me da mucha pena decirlo, pero se frustrarán. ¿Quieren ser famosos? ¡Métanse al cine! (no como espectadores sino como actores). ¿Quieren ser millonarios? Lean las memorias de Slim y éntrenle a la chamba con toda su pasión.
¿Por qué escribo? No lo hago para ser millonario, ni para ser famoso. Sería un iluso si creyera que la escritura me catapultará a las primeras planas de la prensa mundial y me dará toneladas de pesos (ahora, cada vez más devaluados). Tampoco escribo para que me quieran. No. En realidad (soy hijo único) escribo porque tal actividad me provoca placer, es un caso de onanismo intelectual. Escribo porque ya se me hizo vicio; escribo porque, después de todo, es mi puente con el otro, con el que lee mis textillos. Escribo porque no sé hacer sillas ni sé construir autos BMW, y bueno, en algo debía dedicar mi vida y decidí dedicarla a tratar de descolgar lianas de luz.