domingo, 9 de agosto de 2015

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DE 1971




Si veinte años es nada, ¿cuánto es 44 años? En 1971, subí a la planta alta del edificio que era conocido como Casa Yanini y tomé esta fotografía. Es una esquina del parque central de Comitán. ¿Qué hora es? Un poco después de las doce del día. ¿Ven el busto sobre el pedestal? Es el busto de Pantaleón Domínguez, el comiteco que reunió a decenas de soldados y viajó a Puebla, para la defensa que hizo Zaragoza. En el extremo derecho hay un cubo rotundo, es la base que sostiene la estatua de Belisario Domínguez, la que ahora está en el bulevar, a la entrada llegando de San Cristóbal. En ese tiempo, don Belisario estaba en el mero corazón de Comitán. Las bancas son de granito y sus espaldares son tiras de madera de pino, pintadas de rojo. La estatua no logra apreciarse, las frondas de los árboles la camuflan. La escena es una escena común del Comitán de principios de la década del setenta: amigos y parejas platicando, aves en vuelo, un bolero dando lustre a un par de zapatos y un ambulante que ofrece papas. Quiero, si me permiten, detenerme en el ambulante y en la estela que se aprecia al lado del bolero. ¿Ven la estela? Es una pieza de museo que, en ese tiempo, estaba ahí, a la vista de medio mundo. Es una pieza auténtica, traída de alguna zona arqueológica. Como en ese tiempo no había un museo, la pieza fue “sembrada” en ese arriate, al lado de bancas de granito del siglo XX, en medio de mazos de flores y de plantas. Nadie observa la pieza. Esa estela era tan común que pocos le ponían atención. De hecho, en todos los parques del mundo existen elementos que son como una decoración ajena. La gente que acude al parque le gusta sentarse y observar todo lo que tiene movimiento, lo que tiene vida. La gente cuida a sus hijos que juegan con globos (en esta fotografía no hay una sola criaturita).
Es una pena que esta fotografía “no hable”; es una pena que esta fotografía no sea un video que comparta los sonidos y los diálogos. ¿De qué hablaba la pareja de amigos que está a la izquierda? El hombre que tiene el brazo recargado en el respaldo es quien habla (en el momento de la foto). ¿Platican de fútbol? En ese mediodía, el equipo Jaguares no existe. ¿Tal vez platican de alguna película exhibida en el Cine Comitán? Isela Vega está en su esplendor. Maite Perroni no existe. Ahora que lo escribo me doy cuenta que en ese instante poco de lo que hoy existe ¡existe!, y de esto que existe en la fotografía ¡ya poco existe! ¿Existe todavía ese chunche de madera que carga el ambulante? (Una tarde de estas descubrí en Quijá dos bancas de granito).
La estela era una pieza de museo expuesta al aire libre. Cientos de personas pasaron a su lado. Algunas la vieron, otras la ignoraron. No sé si en alguna otra ciudad del mundo había tal prodigio. Esto era como un sueño de Florencia: el arte en el paso del peatón. Ahora, para ver esas piedras talladas por manos mayas es preciso entrar a un museo.
¿Qué sucedería en estos tiempos? Ah, es difícil imaginarlo. Pero, tal vez, alguna noche, un saqueador llevaría una grúa y la desaparecería; tal vez, un grupo de grafiteros (también al amparo de la noche) le pintarían bigotes al Dios Chac; o, tal vez, un enamorado (a medianoche, con auxilio de un foco de mano detenido por un amigo), con un cincel, grabaría “Ana ¡te amo!”. En 1971 todo en la ciudad fluía con la parsimonia que acá se advierte. Los árboles apenas se mueven, el rumor de los autos es eso, apenas un rumor como de oleaje distante.
¿Cuánto es 44 años? Es la medida de un aire limpio con un cielo lleno de partículas de ozono; es la distancia que hay entre una banca de granito (cuyo asiento se calentaba por estar expuesto al sol) y la banca con asientos de tiras metálicas que se doblan ante el peso de los gordos de estos tiempos. Cuarenta y cuatro años es la diferencia entre bajar las gradas de dos en dos, pedir cincuenta centavos a la mamá y correr hacia el parque para comprar una bolsa de papas; es la emoción de ver que el ambulante coloca la tijera sobre el piso y sobre la tijera coloca el canasto lleno de bolsas con papas; es el encanto al ver que el hombre abre la bolsa de papel estraza, echa limón y un poco de sal a las papas. Es la ilusión de caminar y sentarse en esa sombra que está al lado de la estela y pensar que esa piedra la talló un hombre hace muchísimos años, mucho más de cuarenta y cuatro; es la certeza de que muchas cosas existentes ya no existen. No obstante, algunas piedras acá siguen. Estamos hechos de material liviano (hechos de sueños y de hojas secas), pero también estamos hechos de materiales duraderos: de sed de piedra.
Un día alguien “sembró” una estela maya a mitad del parque, ¿cuáles son ahora sus hijuelos?