miércoles, 5 de agosto de 2015

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA CON UNA PLANTA DE LUZ ATRAPADA




La cuadrilla de empleados llegó. Mazos, martillos y destornilladores aparecieron. Las indicaciones eran precisas: encerrar a la planta. Pero ¿qué había hecho la planta para merecer tal castigo? Hubo dos versiones, la primera decía que era una planta carnívora; la segunda versión decía que era la planta del pie de Hulk. Las dos versiones eran contundentes. La población estuvo temerosa. Caminaban por la otra banqueta. Los niños, tomados de las manos de sus mamás, preguntaban si esa planta era mala y podía comérselos y las mamás decían que sí, que si no se portaban bien, se los comerían. Los niños temblaban, cerraban los ojos y decían que no querían morir. Ah, bueno, decían las mamás, entonces deben terminar toda la sopa. ¿Entendido? Y los niños cuando llegaban a casa, se lavaban las manos, se sentaban ante la mesa y las mamás les servían el plato hondo con la sopa de berros, cerraban los ojos, cogían la cuchara y tomaban la sopa hasta terminarla. Algunas arcadas aparecían, pero ellos las superaban, todo con tal de no morir en manos (perdón, el término es incorrecto), todo por no morir en los gajos de esa planta carnívora.
La cuadrilla de albañiles comenzó su labor. Un albañil se colocó unos guantes de cuero y un traje metálico (semejante a los trajes que usaban los buzos a principios del siglo XX); con un pico abrió un hoyo a mitad de la banqueta, en el corazón de la piedra laja, alrededor de la planta que, como si fuese un pulpo gigante, movía sus gajos de un lado para otro. Cuando el hueco estuvo listo, otro albañil, en un movimiento exacto de jugador de ajedrez, colocó el tubo metálico que aprisionó a la planta maligna. De inmediato, los demás albañiles se tiraron sobre las lajas y sujetaron la celda. El jefe de la cuadrilla pidió un destornillador eléctrico y, como si fuese un cambiador de llantas de autos de fórmula uno, atornilló los ocho tornillos de tungsteno. La multitud que, desde la banqueta contraria veía cada movimiento, aplaudió a rabiar. La planta maligna había sido atrapada. Las personas ya podían caminar sin problema. Las mamás se alegraron, pero luego dijeron que se habían quedado sin un pretexto para obligar a los niños a ser obedientes. A las mamás no les quedó más que hacer uso del tradicional chicote para lograr que los niños terminaran la sopa de berros.
Durante mucho tiempo la gente del pueblo vivió tranquila. La televisión nacional transmitió un reportaje (en horario estelar) donde narró, paso a paso, cómo la comunidad había logrado vencer ese peligro. Todo era armonía, en las fiestas sonaba la marimba, la gente bailaba y tomaba copitas de licor. Hasta que una mañana, en el noticiario radiofónico, el Doctor Armando De León Hidalgo (reputado investigador de la UNAM) lanzó una pregunta: ¿Por qué la planta no muere? Si la planta había sido encapsulada, lo más lógico era que la falta de aire y de alimento provocara su muerte. Tres años habían pasado y la planta (según se ve en esta fotografía) seguía “vivita y coleando”. El investigador dijo que dos de los tornillos ya habían cedido a la presión interna y estaban a punto de salir expulsados como si fuesen corchos de botella de vino espumoso. Además, el investigador dijo que la tonalidad de la planta había cambiado, esas vetas amarillas indicaban que la planta estaba en un proceso de regeneración y, como si fuese volcán, estaba a punto de hacer erupción. La armonía del pueblo cesó. Los niños volvieron a temer y las mamás aprovecharon para que, bajo chantajes, terminaran la sopa de berros.
La cuadrilla de empleados llegó. Las instrucciones eran precisas: con un destornillador eléctrico, debían volver a atornillar los tornillos a punto de expulsión. El jefe de la cuadrilla se colocó una máscara antigases y un par de guantes de cuero, tomó el destornillador, lo prendió e hizo presión. ¡Nada! El tornillo no se movió. El hombre hizo presión, inclinó más su cuerpo, pero nada sucedió. Bueno, sí sucedió algo, el hombre vio que la planta se removía como si fuese un sargazo, como si el aire comprimido de la celda fuese un mar. El hombre se dio por vencido.
Ayer, la televisión nacional transmitió un reportaje alarmante: la planta está viva, crece y hace presión hacia arriba. El Doctor De León fue entrevistado y dijo que la posible solución puede ser colocar encima de la trampa un pilote de cemento, pero existe el riesgo de que la planta, con la fuerza acumulada tumbe dicho pilote y éste, al caer sobre las líneas de conducción de la energía, provoque un corto circuito que deje sin energía eléctrica a toda la población y provoque incendios que arrasen con la ciudad.
Los niños, temerosos, terminan la sopa de berros que, ahora, tiene un color amarillo, un color de hoja de planta carnívora.