domingo, 16 de agosto de 2015

DESFAJADO




No sé si era moda, pero hubo un tiempo en que andaba con la camisa fuera del pantalón. Era cómodo ponerme la camisa y sólo abotonarla. La camisa quedaba con caída libre, sin nada que la oprimiera.
Mi tía Elena (quien era chilanga), bajaba sus lentes sobre la nariz, dejaba su labor de bordado y me decía: “Ya estás desfajado otra vez”. Yo sonreía, me acercaba y le daba un beso en la frente. Mi mamá, se limpiaba las manos en el mandil a cuadros, me miraba y decía: “Métete las faldas de la camisa”. Yo sonreía, me acercaba, la abrazaba, la besaba dos o tres veces y le pedía dinero para ir al cine Comitán.
Mi mamá es de Huixtla; mi tía era del Distrito Federal, por eso, ante un mismo suceso empleaban voces distintas, pero que significaban lo mismo: desfajado y desfaldado, si puede usarse este último término.
No sé si era la moda, pero a mí me gustaba andar con las “faldas” de la camisa de fuera. Pero, cuando mi mamá usaba el término algo no me gustaba. Ahora sé que era el término falda. Se supone que la falda es una prenda de uso exclusivo para las mujeres. ¿A qué hora, a alguien, se le ocurrió emplear el término “con las faldas de fuera” para designar una camisa no sujeta al cinturón? Porque, es obvio (no debería ni siquiera decirlo), mi mamá no inventó el término. Escuché a mamás de mis amigos decir lo mismo: con las faldas de fuera.
¿Y lo de desfajado? Claro, esto es más comprensible. La camisa no está sujeta al cinto, por lo tanto no está fajada.
El empleo de ambos términos sólo habla de nuestra riqueza idiomática. Los mexicanos empleamos el término fajar para decir que algo puede ceñirse o para decir que una muchacha bonita está dispuesta a recibir abrazo, beso y agregados. Mario siempre catalogó a las muchachas en dos secciones (pucha, qué machista agregarían las feministas a ultranza): las fajables y las no fajables. En la primera categoría entraban las buenonas y dispuestas; y en la segunda categoría las flacas (odiaba a las esqueléticas) y a las que eran “apretadas”, así lo decía. Mario nunca hizo distingos entre bonitas y feas, decía que si alguien estaba buenona y dispuesta ¡era fajable! Y el estar buenona no significaba que tuviese medidas de miss universo, no, buenona era lo que acá en Comitán se llama galana. Estela, con quien mantuvo una relación de varios años, era una gordita simpática, que usaba blusas bien apretadas, por cuyos bordes rebosaban sus lonjas y pechos. Mario, cuando tomábamos una cerveza en “La Jungla” confesaba que Estela siempre estaba dispuesta a jugar con él. Eso a Mario le encantaba.
¿Qué debía pensar cuando mi tía Elena me decía que otra vez estaba “desfajado”? ¿Pensar que no tenía novia que me fajara? ¿Qué debía pensar cuando mi mamá me decía que, otra vez, estaba “con las faldas de fuera”? ¿Pensar que debía “meterlas”? Uf, qué complicado.
No sé ahora cómo son las modas. No sé cómo usan las camisas los muchachos. Advierto sí, que a una mayoría de jóvenes le gusta estar con muchachas guapas, 90-60-90, o con las bulímicas. Lo único que advierto, porque eso no está sujeto a modas, es que a medio mundo de jóvenes les gusta usar el término fajar, en su segunda acepción.