lunes, 3 de agosto de 2015

LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE UN PIE FLORECE




Es un arriate del parque. Es día de feria. Las personas suben al arriate para ver los carros alegóricos. Dos muchachas bonitas llegan y se paran. La más cercana lleva tenis. Los tenis son zapatos que tienen forma de lancha. Los tenis son como cayucos y las piernas de las muchachas son las velas que ayudan a moverse. Los tenis (nos enseñaron en la escuela primaria) sirven para hacer deporte. Cuando nos tocaba la materia, el maestro (siempre con camiseta ajustada y sudadera) nos decía que debíamos portar el uniforme y los zapatos tenis. En los años sesenta todo mundo buscaba el diseño clásico que hoy sigue ostentando el tenis Converse. En ese tiempo, los tenis más buscados se llamaban Tenis Súper Faro. El otro día, Mariano dijo que los Súper Faro eran como la versión pobre de los Converse. ¡Ay, Señor! Ahora, hay mil marcas y algunos tenis son tan sofisticados que parecen breves naves espaciales. Ahora es tal la confusión que no sólo sirven para el deporte. Esa mañana de feria, después de la muchacha bonita de los tenis de lancha, subió una muchacha con “tenis para fiesta”. Ya hubiese querido ver la reacción del Maestro Víctor a la hora que una estudiante asomara con un par de tenis ¡con tacones! Recordé el diseño de los zapatos de los años sesenta, porque, después de todo, ostentaban el diseño clásico.
¿Cuál es la diferencia entre un zapato común y un zapato deportivo? Aparte del diseño, ¡la tela! Los tenis siempre han sido de loneta. ¡Esa es la gran diferencia! En Comitán fabricaban botines y zapatos ¡de piel! El tío Ramiro, en su talabartería, diseñaba zapatos con piel de víbora o de cocodrilo. Una vez, Raúl caminó por las calles de Comitán con un par de zapatos que compró en Holanda (zuecos) hechos totalmente ¡de madera! Ah, fue casi casi la atracción del siglo. A diferencia de los tenis que usan agujetas kilométricas, los zuecos de Raúl no necesitaban cordón alguno.
A los jóvenes y a los viejos les encanta usar tenis. A los primeros porque son casi sexis y a los segundos porque son tan cómodos. No imagino a Raúl (de viejo) usando zuecos. Debe ser muy difícil levantar los pies con tanto peso.
Los primeros tenis que subieron al arriate no me llamaron la atención. Mi atención fue concentrada en ese par de chamorros que sostenían unas piernas bellas. El segundo par de tenis sí llamó mi atención. Llamó mi atención el hecho de que fueran tenis y llevaran tacones. Además, me sorprendió que la loneta tuviese un diseño floral, era como si se integrara a la perfección en ese espacio lleno de verdes y de ramitas. Los chamorros de esta muchacha no eran tan sugerentes como la de la primera niña. La primera niña tenía un par de calcetines cortos especiales para este tipo de calzado. Apenas se veía el borde de la calceta. Imaginé que lo mismo sucedía con su pants ajustado. No pude evitarlo. Subí mi mirada y, ¡eureka!, en la cintura aparecía el borde de una pantaletita de color azul. Todo era una sugerencia, en medio del festejo de la feria.
El inventor del tenis jamás imaginó que este tipo de zapatos tendría tacones. El maestro Víctor jamás imaginó tal exceso. Bueno, el maestro Víctor jamás imaginó que un par de tenis llegara a costar casi cuatro mil pesos. Hoy existen mil marcas que pelean el mercado. Los jóvenes de hoy buscan los Converse, los Nike, los Puma y los Mercurial.
A mí me sigue gustando el diseño de los Converse (los Súper Faro de mi tiempo). Y no me desagrada (ya lo pensé bien) un par de tenis con tacón y diseño floral si la propietaria tiene un clásico par de chamorros bien puestos.