miércoles, 4 de mayo de 2016

EL OSITO QUE OLVIDÓ HACER PIS




Hoja de Laurel era un osito con cara de hoja seca. Una mañana de domingo, su mamá le dijo que fuera al baño porque iban a ir de día de campo: “Haz pis de una vez porque tu papá no va a estar deteniendo el auto cada vez que tengas ganas”. Hoja de laurel abrió la puerta del baño, abrió el grifo y se lavó las manos, porque era un osito muy educado y siempre seguía la recomendación de lavarse las manos antes y después de usar el baño. Tomó la toalla y se secó las manos. Mientras lo hacía cantaba la canción de la muñeca que era tan feliz que en las mañanas despertaba en el bosque y jugaba con todos los animales. Salió del baño y cerró la puerta. “¿Ya hiciste pis?”, le preguntó la mamá. “¡La pis!”, Hoja de Laurel se llevó las manos a la cabeza. Había olvidado lo que debía hacer en el baño. Sonrió, se disculpó y dijo que no tardaba. Su hermanita ya estaba lista con la canasta de los sándwiches de jamón y el frasco con la naranjada. Papá oso, en la cochera, revisaba la presión de las llantas del auto. Ya había cerrado el cofre después de checar el nivel del aceite del motor.
El osito volvió al baño, en el pasillo repitió: “Debo hacer pis, debo hacer pis, debo…” Abrió y no halló dónde hacer pis, la taza del baño había desaparecido.
¿Qué había pasado con la taza? El osito se acercó al espacio donde antes estaba y vio que la taza sí estaba, pero él no podía pasar, porque había algo como una pared de cristal que antes no estaba. Era como si la taza hubiese quedado en la calle. Sí, eso había sucedido. La taza estaba en la calle y ahora, oh, Dios mío, podía ser usada por cualquier caminante y los de casa no podían hacer uso de ella. Pero, ¿por qué había pasado tal cosa? Hoja de laurel se acercó a la pared de cristal, repegó su nariz y pensó que, que, sí, ¡eso era!, como había olvidado a qué había entrado al baño la primera vez, la taza se había extraviado. Sí, ¡eso era!, bastaba olvidar algo para que el objeto dejara de existir en el plano universal y entrara a otro plano. Hoja de Laurel tuvo miedo, sintió un escalofrío como si un árbol de invierno se moviera y le tirara todas sus hojas heladas. ¿Qué pasaría si los hombres se olvidaran de para qué estaban en la Tierra? ¡No! La Tierra también pasaría a otro plano. Bueno, pensó, tal vez no sería tan malo porque todos los habitantes de la Tierra también iríamos a ese otro plano. Uf, se pasó una mano por la frente y se sintió menos temeroso. En ese instante oyó que su mamá lo apuraba, su hermana y su papá ya estaban en el carro, sólo lo estaban esperando a él. Hoja de Laurel salió del bañó y vio a su mamá que tenía un termo entre las manos. “¿Hiciste pis?”, preguntó ella y el osito no supo qué decir. No, no había hecho pis, pero no podía decirle eso a su mamá, tampoco podía decirle que la taza ya no estaba. Pensó que debía inventar algo, decir que había olvidado un juguete en el patio, para dar la vuelta e ir a donde ahora estaba la taza y hacer pis y subir rapidísimo al carro. Sí, eso haría. Le dijo a su mamá que iría por una pelota al patio y que los alcanzaba en el carro. La mamá le dijo que no se tardara. Ella cerró la puerta de calle y echó llave. Hoja de Laurel corrió de manera simpática, porque como era rechonchito corría no como un osito sino como un pequeño elefante, ya que sus nalgas las bamboleaba de un lado a otro. Llegó a donde se suponía estaba la taza pero no la encontró. Qué tonto, por supuesto que no encontraría a la taza ya estaba en otro plano, así que hizo pis detrás de un árbol; luego volvió a la casa, quiso entrar, pero la puerta estaba cerrada, entonces dio la vuelta y fue a la puerta de la cocina, ahí, con el cuchillo que siempre guardaba debajo de una maceta abrió la ventana, subió (como si fuese un chango muy obeso) y entró. Una vez que estuvo en la cocina, abrió el refrigerador y pensó qué hacía ahí. ¡Oh, había olvidado lo que tenía qué hacer! Lo había olvidado por completo, después de hacer pis debía ir al carro donde estaba su familia esperándolo. Saltó por la ventana y fue a la cochera. El coche no estaba. Lo habían dejado. No, no. Esperen. Con temor se acercó al lugar donde estaba el coche y vio, vio, vio a través de una pared como de cristal que del otro lado estaba el auto con sus papás y su hermana en el interior. Sí, ¡Dios mío!, como se había olvidado, ellos ya estaban en otro plano.