lunes, 2 de mayo de 2016

DÍA DEL DÍA




La Asociación de Pachoncitos quiso entregarme la medalla de oro por la mejor idea, pero no acepté el honor. No acepté la medalla porque es visible que dicha idea no tiene nada de novedoso.
Medio mundo ha dicho ya que existen Días que festejan casi todo; pero, asimismo, el otro medio mundo se queja de que no hay Días para todo.
Los primeros se quejan de que hay Día del Taco, Día del estudiante, Día del Maestro, del Padre, de la Madre, de la Tierra, del Agua, del Libro, del Medio Ambiente, de la Mujer, del Compadre, del Abuelo, de la Amante, de la Sororidad (que quién sabe qué significa), de la Guerra y de la Paz (y no se sabe si es para festejo de la obra de León Tolstói o es una ironía fina del preludio de la Tercera Guerra, porque no ha existido jamás una Primera Paz) o el Día de los Muertos. En fin, en México celebramos el Día del Meñique Chueco y el Día de Las Picaditas (que, dicen los expertos, inició como un festejo para esa delicia culinaria que preparan en los fogones instalados sobre las banquetas y derivó en un festejo que exige la renta de un cuarto de motel). Festejos para todo.
Los segundos se quejan de que no existe, por ejemplo, el Día del Hombre. Faltan muchos días. Los exagerados dicen que ya es hora de implementar el Día del Día o el Día de la Fiaca o el Día del Tequila (en Comitán, hay un grupo que impulsa el Día del Comiteco, pero muchos insisten en que se puede confundir con el gentilicio y lo que se quiere celebrar es la bebida alcohólica llamada así). Hay gente que llega a excesos tales como sugerir que, si existe un Día de Los Muertos, que se decrete el Día de los Vivos y que se celebre el último viernes del mes de abril, para que el día siguiente (como si fuese puente programado), se celebre el Día de Los Vivos. Tampoco falta el intelectual snob que propone se celebre el Día de La Letra (aunque el contador, también snob, pregunta si está incluida la letra de cambio).
Más que del primer grupo me asumo como integrante del segundo grupo, así que una mañana me desperté con la idea de buscar al diputado de mi distrito para que, en el Congreso, lance la idea de decretar el Día de los Hombres Pachoncitos.
Ante el desmedido ataque publicitario, en televisión y revistas, que hace apología de los hombres que tienen estómago de lavadero y brazos y muslos llenos de bolas sin grasa, es necesario que se revalore la idea del pachoncito (léase bien, ¡pachoncito!, no obeso). Los pachoncitos no entran en la estadística de aquéllos que comen hamburguesas y chalupas poblanas sin medida y cuyos estómagos parecen tanques de gasolina de camionetas todo camino. No, los pachoncitos son aquéllos que, en lugar de acumular agua como los dromedarios, acumulan un tantito de grasa como previsión para los tiempos de vacas flacas; no acuden a gimnasios a levantar pesas y a hacer mil lagartijas, por lo que sus brazos son flácidos. Así pues, las parejas de los pachoncitos pueden recostarse a gusto sobre los abdómenes de ellos y disfrutar el juego de “Cuando compres carne no compres de aquí ni de aquí, ¡sólo de aquí!”. El cuerpo del pachoncito no tiene la dureza de los músculos entrenados de los asistentes al Gym, ni tienen el bofo de los asistentes consuetudinarios a las fondas donde mujeres gordas venden “gorditas”.
De acuerdo con las últimas estadísticas, la obesidad masculina comienza a puntear en las relaciones de tendencias corporales. Esto es así porque todo mundo habla de los obesos o de los cuerpos de Adonis. El imaginario colectivo está colocado en los dos extremos. Se ha olvidado mencionar que existe un grueso (perdón por incluir este término obeso) de la población que bien puede llamársele pachoncito o justo medio.
El lector, en este momento, estará brincando de coraje porque el Arenillero ha olvidado a los famélicos, pero, bueno, se trata de lanzar la iniciativa de un festejo. ¿Cómo recibiría el mundo la idea de que se celebre el Día del Muerto de Hambre? Tal vez algunos estarían a favor de la intención porque conllevaría una crítica severa ante lo que la hambruna provoca en el mundo por la voracidad de los asquerosos capitalistas; pero muchos otros pondrían cara de desagrado, porque la pobreza y la miseria, se sabe, no son para celebrarse. Al niño se le obsequia un carro o una pelota el Día del Niño; al anciano se le regala una papilla de manzana el Día del Adulto Mayor o el repuesto de una placa dental; pero ¿qué se le puede regalar a un hombre el Día del Muerto de Hambre?
La propuesta es que se instaure el Día del Pachoncito y se celebre con un gran acto en las plazas centrales de todos los pueblos y ciudades de México.
Sé que en este momento una lectora está furiosa porque no he incluido a las pachoncitas, pero debo decir que, por gustos personales, no me gustan las gordas ni las gimnastas ni las pachoncitas. No soporto verlas con sus blusitas por encima de sus ombligos mostrando una ligera cintura llena de grasa. ¡No! A mí me gustan las clásicas 90 – 60 – 90 que se divierten jugando el 69.
A propósito ¿Ya hay Día del 69? ¿No? Tal vez no sería mala idea implementarlo, también.