miércoles, 18 de mayo de 2016

UNA HEROÍNA PARA GLORIA DE LA HISTORIA





A Miguel Alemán Velasco se le ocurrió escribir una novela. Un día, del siglo pasado, se sentó frente a su máquina mecánica y escribió “El héroe desconocido”. Como Alemán Velasco es hijo de quien fue presidente de la república, además de ejecutivo de Televisa y, ya de paso, ex gobernador de Veracruz, no le resultó difícil que su novela se imprimiera y tuviera una buena difusión y similar distribución.
La novela no se quedó en tal, Julián Pastor, prestigiado director de cine mexicano, tomó el guion e hizo una película con el mismo título. Película que, ¡oh, Dios!, tuvo como fotógrafo al gran Gabriel Figueroa.
Se entiende que todo este apoyo estuvo sustentado en la red de amistades que los integrantes de la clase política y de la clase inversionista utilizan para apropiarse de los reflectores.
Pero, en descargo de Alemán Velasco, puede decirse que la novela no es tan mala; al contrario, es digna.
Los lectores deben recordar la trama de esta novelilla: un tipo, en intento de ascender en la escala social, toma a un antepasado y le crea una historia donde lo hace pasar como amigo de un importante personaje real de la historia mexicana y lo convierte en un héroe. Como en su pueblo no ha habido ningún personaje célebre todo mundo aplaude el advenimiento de ese héroe y lo adopta.
Crear mitos es tarea simple, porque la gente necesita creer. Sería ocioso que acá se mencionaran cientos de ejemplos que existen. Tal vez uno sea suficiente.
Muchos años antes que a don Miguel Alemán Velasco se le ocurriera la trama de su novelilla, ya la historia local chiapaneca había creado a su heroína. Este dato no puede pasar inadvertido para las feministas. Como había necesidad de crear un héroe que diera sal y pimienta a la historia de la independencia de Chiapas, se inventó el mito de una heroína: Josefina García Bravo.
Si México había tenido a su Josefa Ortiz de Domínguez, ¿por qué Chiapas no iba a tener a su Josefina? Los creadores del mito tuvieron en cuenta los detalles mínimos, así, el apellido materno de nuestra heroína da una idea de la personalidad del personaje; además es un apellido emparentado con Nicolás Bravo que llegó a ser presidente de la república.
De igual manera que el personaje de ficción de Alemán Velasco, el pueblo aceptó con orgullo la historia creada y levantó estatuas y nombró escuelas con el nombre de la heroína (acá en Comitán hay un busto de la heroína en el parque de San Sebastián, busto que, se ha dicho hasta la saciedad, fue realizado por el escultor copiando la fotografía de la tía de un personaje político de la región).
No existe alguna evidencia real que compruebe la existencia de nuestra heroína y mucho menos un documento de época que consigne el discurso valiente que expresó cuando, al ver titubear a los hombres, dijo que ellos se quedaran en casa, porque las mujeres irían a luchar por la independencia. Un discurso muy emotivo que mueve al patriotismo y al reconocimiento del valor de las mujeres chiapanecas, en general, y de las comitecas, en forma particular.
Ha sido de tal reconocimiento la presencia de nuestra heroína que en el muro del Congreso del Estado aparece su nombre escrito en letras doradas.
Hallar héroes en estos tiempos se antoja labor imposible. La clase política está inmersa en su interés personal y alejado del interés supremo de la patria. ¿Y el pueblo? El pueblo, confundido, acepta héroes virtuales y prende veladoras a cantantes mediocres (como Julión Álvarez), a deportistas de a dos por un peso (cualquiera de Jaguares), y artistas que sueñan con ganar el Óscar pero trabajan en telenovelas de televisa (cualquier actriz de tvazteca).
Bendito momento en que apareció Josefina García Bravo en nuestro calendario cívico. Dignifica la conciencia cívica de Chiapas.