miércoles, 25 de mayo de 2016

LA FORTUNA





¡Ah, el gran invento! ¡La rueda! El genio inventor le dio un sentido utilitario. ¿Para qué el hombre creó la rueda? No lo sé, pero estoy seguro que no lo inventó para la Rueda de la Fortuna. ¡Qué bonito nombre este último!
Juguemos, lector. Si alguien le diera a elegir entre ser rueda de molino, rueda de carreta, rueda de hilar o rueda de la fortuna, ¿qué elegiría? ¿De verdad? ¿Le gustaría ser rueda de carreta?
A mí me gustaría ser de la fortuna. Me apabulla la altura y lo grande, pero guardaría mi desconcierto con tal de jugar con el aire, así, de una manera tan libre, como pájaro.
Jorgito vio la rueda y preguntó si podía subir. No, no podía. Eran apenas las diez de la mañana. Un técnico revisaba unos cables y otra persona, con un trapo, limpiaba una canastilla.
¿A qué hora?, preguntó Jorgito. El técnico le dijo que en la tarde. Las ruedas de la fortuna giran por las tardes y por las noches en las ferias populares.
¡Ah, el gran invento! ¡La rueda de la fortuna!
¿Por qué de la fortuna? Porque, dicen los que saben, la fortuna es igual de aleatoria que la vida: a veces está arriba y a veces está abajo.
Juguemos, lector. Si alguien le diera a elegir entre estar arriba o abajo en la rueda de la fortuna, ¿qué elegiría? ¿De verdad? ¿La altura?
A mí me gustaría estar abajo, cerca del suelo. Dicen, los que saben, que estar en la parte superior puede ser frustrante. Sólo quienes tienen espíritu Nepalés poseen la certeza de la altura. Los espíritus comunes y corrientes se marean. Sí, yo he visto a algunos que, arriba de la rueda de la fortuna, piden bajar porque la altura los marea.
Rosita preguntó si podíamos regresar en la tarde. Ella también, igual que Jorgito, quería subir. Dijo que le encanta sentir la sensación de subir. Le gusta esa parábola que hace el viajante. Dijo que en avión la sensación es más boba. Los pasajeros suben como en una pendiente, como en un tobogán. En cambio, en la rueda de la fortuna, el ascenso es como brincar una cuerda en el aire.
En Londres, hace tiempo, y en Puebla, en fecha reciente, construyeron grandes ruedas de la fortuna que son atractivo turístico. Mientras más alto se llega existe la sensación de plenitud.
Imagino que, cuando una canastilla está en la cima de la rueda, la imagen de Londres no tiene igual. ¿Qué piensa la gente a la hora que desciende? ¿Aparte de la sensación física existe una sensación espiritual?
No, no podíamos regresar en la tarde. Me acerqué al técnico y le pregunté si podía hacer una excepción. ¿Cuánto cobraría por ponerla en funcionamiento para que mis sobrinos subieran? No, dijo, lo tengo prohibido.
¿Qué simpático?, pensé.
¿Y los domingos?, pregunté.
Ah, los domingos es diferente, dijo, pero me desarmó cuando aclaró que ese día no era domingo.
¡Vendremos el domingo!, les dije a mis sobrinos.
Ellos brincaron de gusto, dijeron que sí, que estaba bien.
En Londres, la gigantesca rueda de la fortuna funciona todos los días, en las mañanas, tardes y noches.
Juguemos lector, si te dieran a elegir, ¿a qué hora subirías a la rueda de la fortuna? ¿En verdad? ¿En la noche? Sí, por la posibilidad de ver la ciudad iluminada por cientos de bombillas.
A mí me gustaría subir por la tarde, para sentir que soy un pájaro en busca de árbol.