martes, 31 de mayo de 2016

JOSÉ DE ARIMATEA





La primera novela de Fernando Del Paso se llama “José Trigo”. Talento literario aparte, llama mi atención el “apellido” del personaje. Llama mi atención porque el nombre de José es uno de los más comunes en este país, pero la conjunción con el apellido Trigo es infrecuente.
Un tocayo de Del Paso, mi amigo Fernando Avendaño, me obsequió un paquete de libros. Fer me conoce y sabe que recibir un libro me causa felicidad, felicidad suprema. Entre los libros venía uno del secretario de Hernán Cortés: Francisco López de Gómara. Tal vez pasé de noche en la clase de literatura de Óscar Bonifaz, en la prepa, porque no había escuchado tal nombre. ¿Por qué Gómara? Ah, porque nació en la provincia de ese nombre. ¡Qué maravilla!
Una vez, integrantes del Centro Chiapaneco de Escritores viajamos a Palenque y dimos una vueltecita por Chilón. Al entrar a este poblado Gustavo dijo: “Chilón de Cañas”. Yo, inocente, pensé que era zona cañera. No, luego me enteré que lo dicho por Gustavo era un homenaje a Manuel Cañas, poeta chiapaneco, quien nació en Chilón. Así como el secretario de Cortés tomó el nombre de su pueblo (esto era muy común antes) Manuel bien pudo llamarse Manuel Cañas de Chilón. Así, Gustavo sería Gustavo Ruiz de Tuxtla, y Efraín: Efraín Bartolomé de Ocosingo.
El Trigo del personaje de Del Paso debe tener una connotación similar. Si nació en México bien pudo ser José Maíz. Si hubiese nacido en Comitán su nombre tendría la luz del chulul, por ejemplo. No he visto que alguien se llame José Chulul, pero sería un nombre maravilloso. Es decir, el nombre del personaje de la novela “José Trigo” está emparentado con aquellos nombres que aludían al nahual: José tigre, José tlacuache.
El maestro Víctor decía que el apellido Hidalgo significa: “hijo de algo”; es decir, cierto parentesco con la nobleza.
No sé, imagino que el apellido Blanco está relacionado con el color de la piel. Tal vez por esto (ah, el nefasto racismo) hay más hombres que se llamen José Blanco que hombres con el nombre de José Negro.
De igual modo, en la Biblia aparece un tal José de Arimatea; es decir, nativo de la provincia de ese nombre. Y ¡qué coincidencia! José Trigo es un personaje que carga un cajón de muerto de un lado para otro y José de Arimatea es el propietario del sepulcro donde fue depositado el cuerpo de Jesús.
No podemos elegir los apellidos, pero sí podemos modificarlos. Javier cuenta la leyenda que su apellido original era Carbonelli y que se modificó al actual Carboney; es decir, perdió su gracia italiana al perder su i latina; pasó a España y se convirtió en un Carbonell un tanto duro; para, al final, recuperar una y griega que lo dejó en un apellido con sonoridad más seca.
Si al lector de esta Arenilla le fuese dado cambiar su apellido estoy seguro que lo pensaría. Hay gente que está a disgusto de su nombre, pero también de los apellidos, por múltiples razones. Conozco a un amigo que se le hizo muy común el apellido López, así que como su apellido materno es Landa, a sus hijos los apuntó en el Registro Civil con el apellido paterno de Lópezlanda. (Suena un poco a Disneylandia, pero él quedó orgulloso.)
En un juego de imaginación, el lector podría corretear por un pasaje donde hubiese la posibilidad de ser como José Trigo. ¿A alguien le gustaría llamarse José de Comitán? ¿José de Bajucú? (¡Ah, qué bonita sonoridad!)
La mención de José Trigo (por sonoridad) hace que todo se ilumine, como si fuese un cuadro de Van Gogh lleno de amarillos oro.
Una mañana pasamos por Chilón, por Chilón de Cañas. Uno de los grandes privilegios de los hombres y de las mujeres es, sin duda, que el pueblo de origen sea bautizado con el apellido de la persona célebre. En México (no sé si en todo el mundo) es costumbre bautizar los pueblos con apellidos de héroes y heroínas. Tuxtla Gutiérrez en honor a don Joaquín Miguel; Comitán de Domínguez, en honor a tío Belis (así lo tratan los comitecos, de forma afectuosa).
Los pueblos también deberían rebautizarse con los apellidos de los artistas (hablo del arte verdadero, no digo que la Ciudad de México se llame Ciudad de Paulina Rubio). ¿Por qué Oaxaca de Juárez no podría llamarse Oaxaca de Toledo?
José Trigo. ¡Ah!, qué bonito nombre de personaje literario. ¿A quién le gustaría llamarse José Nube? ¿A quién José Mar? ¿A quién José Escándalo?
Fernando Del Paso es uno de los mejores escritores de Hispanoamérica. ¡Ah!, con razón su segunda novela se llama “Palinuro de México”, como decir Jaime de Chiapas, Marirrós de Comitán, Armando de Uninajab. La unión del nombre del pueblo con el nombre del ser, sólo para reconocerse, sólo para ser.