martes, 24 de mayo de 2016

TIEMPOS DE CONFUSIÓN





Juan Coyote dice que el caos es producto del desconocimiento. Ahora, dice Juan Coyote, nadie sabe cuál es su nahual. El colmo, dice, algunos no saben qué cosa es nahual.
Antes, la gente salía a ver la trilla del animal y de ahí se sabía cuál era el animal protector del recién nacido. En un cuento mexicano se narra cómo el padre salió a mirar la trilla del animal nocturno y halló la huella del paso de una bicicleta. Eran los tiempos posmodernos. No le hace, cuando menos esa criatura tuvo protección. Pero, ¿ahora?, dice Juan Coyote, ya ni cucaracha tienen de nahual.
Por eso, dice Juan Coyote, ahora todo es un caos, una revoltura, porque creen que todos son iguales, como si el protector fuera el mismo para todos o, el colmo, no hubiera necesidad de protección. Todo mundo, dice Juan Coyote, es rata. Uno entiende que uno o dos políticos tengan a la rata como nahual, pero ¿todos? ¿Cómo es posible? Sólo que hubieran nacido en la misma ratonera.
Todo mundo, dice Juan Coyote, ahora es borrego. Se mira la gran cantidad de borregos de uno a otro lado, guiados por quien se dice su líder, que es una rata. ¿Cuándo se había visto que una rata comandara a los borregos? Los borregos, antes, eran animales con dignidad. Los pintores del renacimiento, dice Juan Coyote, llegaron, incluso, a pintar imágenes de vírgenes con borreguitos. Pero, ahora, todo es confusión. Todo es porque ya la gente no identifica a su nahual.
A ver, a ver, dice Juan Coyote, ¿cuál es tu nahual? ¿Lo sabés? No lo sabés. Pensás que el carro es tu nahual, pensás que él te va a proteger. Estaba bien lo del cuento mexicano, donde una bicicleta resultó ser el nahual de la criatura, pero ahora salís y ya no podés ver bien la trilla, porque todo es cemento y en el cemento la huella no se impregna. Todo huele a fricción de llanta, a gasolina quemada, a humo, a querosén, por eso, ahora todo mundo confunde al carro con su nahual.
No, qué bobos. El nahual tiene que ser animal, primo hermano del espíritu del hombre.
¿Cuándo se había visto que alguien buscara semejanza con algún automóvil? ¿Quién puede decir que tiene alma de BMW?
Antes era costumbre hallar al Alfredo Águila, o al Emiliano Ratón, o a la Elena Burra, o a la Martha Zorra. Uno se encontraba a medio camino y se saludaba con respeto y admiración. Uno sabía que Elena Burra estaba protegida por su nahual y daba gracias a los dioses, porque las burras siempre han sido muy trabajadoras, muy dóciles, muy aguantadoras. La gente sabía que meterse con la Martha Zorra era riesgoso, porque era muy astuta, muy inteligente para hallar caminos de doble vuelta. Pero ¿ahora?
Todos van por las calles como borregos. Todos, detrás de sus escritorios, lobos con piel de borrego. Tacuatzones, ratas.
¿Dónde está Alfredo Águila? Ya no existe. Ya desapareció. Desapareció dentro de la multitud confundida. A veces la gente, ¡ah, la inocente gente!, mira un búfalo en medio de la borregada, pero no falta el viejo sabio que lo desenmascara, que dice: “¡No es un búfalo, es un tacuatz!”, entonces la gente va y espanta al búfalo y éste se queda con sus funciones vitales suspendidas, a mitad de la calle. Sí, es un tacuatz, dicen los borregos, apesadumbrados porque se quedaron sin líder, pero más tarda el tacuatz en caer que en aparecer un jaguar, que no es jaguar, pero como la gente ya no sabe cuál es su nahual, siguen sintiéndose borregos y ahí van detrás del jaguar, que no es jaguar, sino rata de campo, destructora de sembradíos.
Juan Coyote dice que la patria sería otra si la gente volviera a reconocer su nahual. Pero ahora, hay muchos que no saben ni siquiera cuál es la función del nahual.
Todo es pura confusión, dice Juan Coyote.