lunes, 16 de octubre de 2017

CARTA A MARIANA: DONDE APARECE ISHIGURO DOS O TRES VECES




Querida Mariana: El jueves 12 de octubre, el mundo conoció el nombre del autor que obtuvo el Premio Nobel de Literatura 2017: Kazuo Ishiguro. Beltrán, a las seis y quince de la mañana, llamó a la casa (sabe que ya estoy despierto a esa hora, que me preparo para ir al trabajo; sabe que desde las cuatro ando trajinando). Me preguntó: “¿Ya supiste?”. Dije que sí. Tenía prendida la televisión en el noticiario del canal 11 y Javier Solórzano ya había dado la noticia, noticia esperada en todo el mundo. Porque, en realidad, de todos los Premios Nobel, el que más argüende provoca es el de literatura. “Ahí te va un chiste que acabo de inventar”, dijo Beltrán. ¡Viene!, le dije yo, un poco apenado porque había matado su gallo. ¿Por qué no le dije que no sabía y dejé que me diera la noticia, que para eso había llamado? Uf, siempre me paso de honesto y no sé fingir. Nunca aprendí ese capítulo tan socorrido por parte de las madres de familia, que se llama: “Mentiras piadosas”. Debo recibir un curso exprés de esa materia tan necesaria que se llama “Fingimientos piadosos”. Debí decirle a Beltrán: “No, no sé, ¿qué pasó?”, y él, feliz, me hubiera dicho que Kazuo Ishiguro había obtenido el Nobel y que es un escritor que nació en Japón y que vive en Inglaterra y que no estaba considerado en las listas de las relaciones de las casas de apuestas y luego habría preguntado si tenía algún libro de él, si ya lo había leído. Pero no, mi tontera mató su gallo y mató una posible conversación. ¿Ven por qué digo que soy escaso y no tengo amigos? No tengo amigos porque soy un ish, un matador de noticias. En fin, Beltrán, generoso como es siempre, hizo caso omiso de mi grosería y dijo que me contaría un chiste. Para tratar de enmendar mi comportamiento grosero alcé la voz y con mi mejor tono dije que sí, que quería escucharlo. Entonces él me contó el chiste que comenzó con una pregunta: “A ver -dijo Beltrán- qué respondió Haruki Murakami cuando un periodista le preguntó: >¿Usted ganará el Nobel de este año?<”. Me quedé en silencio. El único que hizo bulla fue El guazú (la cotorrita australiana que duerme en la sala, en su jaula). Beltrán me exigió que dijera algo y a mí no se me ocurrió más que decirle que no, que no sabía. Entonces me sentí bien, porque presentí que abría la puerta para que mi amigo se luciera. “¿No sabés?”. Repetí que no. Entonces él dijo: “Murakami dijo, como si fuera comiteco: Caso es seguro. ¿Lo oíste? ¡Caso es seguro! Kazuo Ishiguro” y se rio como si estuviera en un columpio, y yo también reí. Celebré su ingenio y él volvió a repetir: “Caso es seguro, Kazuo Ishiguro”, como para que yo reafirmara su chispa.
En cuanto colgamos, le envié un inbox a Samy, le pregunté si tenía libros del nuevo Nobel. Ya sabés que soy un snob y desde hace muchos años (con excepción del año pasado) siempre corro a una librería para adquirir uno o dos libros del escritor laureado. Y el año pasado no lo hice porque la Academia Sueca nos cambió la jugada y en lugar de ir a comprar libros, todos entramos a Youtube y escuchamos canciones de Bob Dylan, entronizado príncipe de las letras.
Samy buscó en su relación de existencias y me respondió con una pregunta: “¿Del escritor que se parece a Murakami, pero no es Murakami?”.
Pensé que Kazuo ya andaba estimulando el ingenio de medio mundo, a costa del pobre Murakami, quien, otra vez, se quedó vestido y alborotado.
Samy me dijo que lo lamentaba, pero que nada tenía de Kazuo, pero que ya había hecho un pedido y que, a más tardar, el miércoles siguiente los tenía disponibles.
Y resultó que no tardó. El martes, Samy me escribió un mensaje con la noticia que ya tenía libros de Ishiguro para venta.
Ya leí la novela que tiene un título bello “Los restos del día”. Y puedo decir que su literatura es superior a la de Murakami. Disfruté la novelilla. Ahora estoy con la muy nombrada novela: “Nunca me abandones” (conocida, porque hicieron una versión fílmica de ella). Voy a la mitad y ahí voy, pero ésta no tiene la calidad de “Los restos del día”. Armando se molesta cuando, como si yo fuera un maestro, otorgo calificaciones a los libros, dice que es algo muy pedante de mi parte. Yo sostengo que es una manera de evaluar mi capacidad de lector. Si Murakami es autor de seis punto cuatro y muy de vez en vez alcanza siete punto seis, el tal Ishiguro llegó a obtener ocho punto cinco con “Los restos del día” y ahora anda en el siete punto siete (que sube a ocho) con “Nunca me abandones”. A ver si sube un poco más. Tengo ya en el buró la novelilla: “Un artista del mundo flotante”. Creo que con ello tendré ya una visión general del genio del Nobel de este año. Insisto, la de “Los restos del día” me dejó un grato sabor. Esta novelilla también ya la hicieron película. En español se llama “Lo que queda del día”, título menor al de la novela, que es muy buen título: “Los restos del día”.
En fin. Mi espíritu snob ya está satisfecho. Ya le entré al Nobel de este año. Esto me ha permitido conocer a un nuevo autor. Su obra me parece más relevante que la del gran perdedor: el tal Murakami.
Posdata: Creo que nunca olvidaré el nombre de Kazuo y será por la ingeniosidad de Beltrán: Señor Murakami, ¿usted ganará el Nobel de este año? ¡Caso es seguro! (Kazuo Ishiguro).
Simpático el Beltrán. ¿Por qué no dejé que me diera la noticia? ¿Por qué no me hice tacuatz e hice como que no sabía la noticia? ¡Ay, no sé hacer fingimientos piadosos!