domingo, 1 de octubre de 2017

ESPACIOS CON ALEGRÍA




A amigos de otros lados les presumo la librería Lalilu que existe en Comitán. Les digo que no sólo tiene libros, sino además un jardín bellísimo y un librero (Samy) que sabe el oficio. No en todas las librerías hay libreros sabios. En Comitán conozco a Samy y en Tuxtla a Ruiz Abreu, director de la librería de la UNACH.
En San Cristóbal hay más librerías que en Comitán, pero, pienso, no hay una tan bella como la nuestra.
En Tuxtla ¡ni se diga! Sería una pena que la capital del estado no tuviera más librerías que las dos ciudades mencionadas.
En mi pueblo existe una librería Porrúa, en el Centro Cultural Rosario Castellanos, y algunos amigos lectores-viajeros me dicen que la nuestra es más bonita que la de Tuxtla.
Perdón, puedo dar la impresión de que estoy metido en una competencia de cuál librería es más bella. No es mi intención. No es mi intención porque tal idea es tan estéril como esa discusión donde aparece el tema de qué ciudad es la capital cultural de Chiapas. ¡Qué bobera!
Lo que deseo contar es que en tres ocasiones he visitado la Librería José Emilio Pacheco, que existe en terrenos de la Universidad Autónoma de Chiapas, en Tuxtla Gutiérrez.
En las tres ocasiones he comprobado que es un espacio muy digno, muy bello. ¡Ah, cuánta luz! Luz que se cuela por los ventanales y luz que irradia de los libros. Me encanta ese espacio lúdico, especial para niños. En una de las tres ocasiones me atreví a tirarme al piso, como si fuera un niño, y retozar sobre dos cojines. Cuando se acercó una dependiente y me quedó viendo con cara de toparse con un gato famélico lleno de pulgas no me quedó más que, toser, recomponerme e hincarme, como si esa hubiese sido la posición inicial e hice como si buscara un título en la parte inferior del librero. Tonto como soy pensé que debía justificarme y dije: “Es que estoy buscando un libro para mi sobrino”. La chica sonrió y dijo: “Sí, señor, estoy segura que ahí hallará lo que busca”, y se fue caminando muy oronda. Como quedé hincado, mi línea del horizonte coincidió con el trasero de la muchacha bonita, así que apareció el Molinari perverso que pensó: “Tiene buena cola la condenada”.
Pero no es esto lo que quiero contar. Quiero decir que en las tres ocasiones que he estado en la librería José Emilio Pacheco sentí un regusto por la calidez de las líneas arquitectónicas del edificio, así como por la pulcritud de la distribución de sus series de libros. ¡Ah, qué prodigio! ¡Qué librería tan a la altura de la capital de Chiapas! En las tres ocasiones pensé que para sembrar el gusto por la lectura es preciso que la presentación sea exquisita y atractiva, como la hay en este maravilloso espacio.
Pero (¡ay, qué joda con esta palabra!), siempre he tenido una sensación extraña, como si un gourmet hallara en el plato de un restaurante de cinco estrellas un tenue cabello. Dije tenue, casi nada. Sin embargo, toda la riqueza visual del platillo se haría polvo y movería al rechazo inmediato.
Sí, algo así me ha pasado. ¿Por qué? Ah, pues porque en la sala de usos múltiples, igual de bella que los demás espacios, existe una galería con retratos de quienes han ocupado la rectoría de la UNACH. Es una idea muy digna, porque reconoce la labor de quienes han dirigido la institución y aportan elementos para conformar la historia de la universidad y de Chiapas.
Es una idea muy digna, pero su realización deja mucho que desear. Los retratos no tienen la calidad que mereciera la propuesta. Además, como para realzar la medianía, los marcos son de esos que venden al dos por uno.
Sé que mi propuesta puede resultar desfasada, pero yo diría que esta librería merece una serie de retratos a la altura de su grandeza. Merecería que los retratos de los rectores fueran realizados por un verdadero retratista. Propongo a Julio César Alegría, quien, desde hace tiempo, se está significando como uno de los mejores de Chiapas. La serie de retratos que ha realizado demuestra su calidad, el buen ojo que tiene para captar los rasgos esenciales del personaje.
De pasada, por supuesto, la serie de retratos que, a tinta, realizara Julio César debería enmarcarse con marcos dignos, de la calidad del retrato, del personaje, de la UNACH, de Chiapas.
¿Cuánto es el costo del trabajo que Julio realizaría? ¿No vale la pena hacer el esfuerzo para significar la grandeza de esta librería? Nadie se opuso en Chiapas cuando dijeron que llevaría el nombre de quien lleva. Nadie se opuso porque todo mundo reconoce la calidad de la obra de Pacheco. Acá imperó el sentido de justicia y no, como alguien pudo suponer, el chovinismo al preguntar por qué no llevó el nombre de un autor chiapaneco.
Hace tiempo corrió el rumor de que su director había sido despedido. Por fortuna, el buen juicio dominó y José Luis Ruiz Abreu fue ratificado en el cargo. La labor de Ruiz Abreu es de gran dignidad.
No sé si algún lector coincide con mi comentario. Los retratos expuestos no son de la calidad que mereciera el espacio. No sé quién los realizó. No dudo que él sea un buen artista plástico, pero lo que sí no domina es el retrato. Julio sí domina el retrato. Los que ha realizado son prueba fehaciente de lo que digo.
En fin. Quería decir que la librería José Emilio Pacheco, de la ciudad capital, es una librería muy digna, dignísima, y que los chiapanecos deben mimarla y cuidarla en sus más mínimos detalles.