sábado, 7 de octubre de 2017

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA QUE HAY DE ESCRITORES A ESCRITORES




Querida Mariana: ¿Por qué ninguna comiteca ha participado en Juegos Olímpicos? ¿Por qué ningún comiteco juega en la Selección Mexicana de Fútbol Soccer? Las preguntas parecen ociosas, casi absurdas, pero si, con una taza de café y una buena pieza de pan de Las Torres, las ponemos sobre la mesa del diálogo podemos obtener respuestas que ayuden a recomponer esquemas del deporte comiteco. Claro que los autorizados para dar respuestas son los expertos. Ni vos ni yo.
Vuelvo a preguntar: ¿Por qué, en la historia de las Olimpiadas, no aparece un comiteco en la relación de participantes?, y ahora agrego una más (del tema que vos sabés me apasiona): ¿Por qué a nivel nacional la única escritora comiteca que ha brillado es la Chayo Castellanos?
Amanda me dijo el otro día que Baldomero, hijo de mi amigo Roberto Gutiérrez Dávila, es promesa para que llegue a Juegos Olímpicos, porque ha obtenido ya muchos premios relevantes a nivel internacional.
Creo que esto que Amanda menciona da pauta para tratar de responder las preguntas iniciales. Baldomero es un muchacho con grandes aptitudes en el deporte de su especialidad que, entiendo se llama Taekwondo y que es una disciplina (así lo advierte el nombre) que viene del Oriente. ¿Cómo esto llega a Comitán y cómo Baldomero se apasiona a tal disciplina? No lo sé. Alguien, en algún momento, sembró la semilla de este árbol que hoy está grande y bien fortalecido. Entiendo que Baldomero entrena con Félix Ogando, junior.
Si mirás bien, querida Mariana, he mencionado a dos chiapanecos: Baldomero y Félix; de acá colijo que en estas tierras hay buena madera; es decir, no sólo hay madera de hormiguillo para hacer buenas marimbas, sino también hay madera para sembrar pasiones, para hacer que los sueños sean más altos que la torre Eiffel y tan sublimes como la Ceiba del parque de la Pila o la Ceiba del parque de San Sebastián. ¿Por qué entonces no hay deportistas comitecos en las ligas mayores?
Ahora se me ocurre preguntar: ¿Por qué no hay políticos comitecos que brillen a nivel nacional? Están lejos los tiempos de Jorge de La Vega que estuvo así de llegar a ser Presidente de la República y se quedó en la orilla donde están los que nunca alcanzan los lugares más excelsos, los más reputados (¡Ah, qué palabra tan más de temperante sin salvadillo!) ¿Por qué ya no hay actores como mi admirado niño bonito: Javiercito Esponda, quien participó en, cuando menos, tres películas famosas de los años setenta: “El jardín de Tía Isabel”, “Los perros de Dios” y “El reventón”? Yo recuerdo a Javiercito en su papel del “niño del tambor” en la película dirigida por el gran director del cine mexicano Felipe Cazals (Javier, ya lo dije en dos ocasiones, ahora es el productor del programa “La rosa de Guadalupe”, programa de Televisa que ve medio México). Ahora que mencioné a Cazals se me ocurre la pregunta: ¿Por qué ningún comiteco ha llegado a ser un gran director de cine? ¿Y muchachas bonitas comitecas que sean actrices? Ya te conté que fui compañero de Lety Pinto, niña preciosa, que en los años setenta participó en dos películas al lado de uno de los famosos Almada y de Pedro Infante Jr. ¿Y ahora?
¿Y los científicos comitecos por qué no andan papaloteando por los laboratorios de Harvard? ¿Y qué pasa con los artistas plásticos? La historia del arte no consigna a alguna comiteca en las páginas de los artistas más brillantes a nivel nacional.
Bueno, con decirte que ni siquiera en el libro de los Artesanos Mexicanos aparece un artista de esta tierra. Y vos sabés que en estas parcelas hay gente talentosísima que trabaja el barro de manera espléndida.
Cuando estas preguntas asoman la única frase que aparece en mi mente es: “Algo nos está faltando”. Y en cuanto la digo aparece otra frase en mi mente que cancela la primera: “Por supuesto, tonto, por supuesto que algo falta”. La pregunta, entonces, es: “¿Qué le hace falta a Comitán para alcanzar los altos niveles?”. La materia prima es basta, suficiente; la madera es buenísima, con gran tradición, pero algo pasa con esa materia prima que se queda sin llegar a constituir los grandes productos; la madera se desperdicia y jamás alcanza a integrar marimbas sonoras, deslumbrantes, que alucinen a las audiencias de los grandes escenarios. Bueno, como compensación vemos que Luis Felipe Martínez, excelso músico ha triunfado en planos internacionales y lo mismo sucede con Lupita Guillén, soprano que nació en Tuxtla, pero tiene raíces bien fincadas en este pueblo. Pero aún no han ganado la medalla de oro. ¿Por qué?
¿Y qué pasa con los escritores? Salvo la mencionada nadie más brilla. Mi querida y talentosa amiga María del Rosario Bonifaz no tiene la trascendencia que mereciera su obra. Su tío, Óscar, de igual manera es una gloria estatal. ¿Los escritores jóvenes dónde están? En nuestro pueblo hay muchos narradores y poetas que han alcanzado premios estatales y premios nacionales, pero sus nombres no están colocados en el muro permanente de la gloria. ¿Por qué?
El mundo conoció, el pasado cinco de octubre, el nombre del escritor que fue tocado con la gloria del Premio Nobel de Literatura. Los periódicos anunciaron que es un escritor que nació en Japón y radica en Inglaterra, y que no era mencionado en la lista de los candidatos. ¿Imaginás el suceso? Kazuo Ishiguro andaba tranquilo en su casa cuando le dijeron que tenía una llamada telefónica. ¿Quién es?, preguntó y la mujer que recibió la llamada dijo: “No sé, dicen que es de la Academia Sueca”. En ese instante, Kazuo sintió una descarga eléctrica que paralizó todo su cuerpo; un segundo después tomó el teléfono, dijo ¡Hola!, la voz del otro lado preguntó si era Kazuo Ishiguro, él dijo que sí y fue cuando la otra voz anunció que la Academia Sueca le concedía el Premio Nobel de Literatura de 2017. A partir de entonces y hasta dentro de un año, Ishiguro estará inmerso en un tobogán que modificará su vida. Deberá responder las preguntas de decenas de periodistas, deberá acudir a presentaciones oficiales, viajará a muchas partes del mundo, donde será recibido con el entusiasmo que despiertan los grandes personajes del mundo. Se convertirá en un hombre espectáculo de la literatura y su nombre ingresará a la relación de los que obtienen medalla de oro.
¿Qué hizo Kazuo para lograr tal prodigio? No hizo más que lo que han hecho los demás escritores del mundo: disciplinarse y escribir una obra. ¿Su obra es la más sublime del mundo? ¡No! Con certeza te lo digo. Hay muchos escritores que han obtenido el Nobel cuyas obras dejan mucho que desear en cuanto a cualidades estéticas. Ya hemos comentado en ocasiones anteriores que el japonés Murakami siempre aparece en las listas de probables ganadores del Nobel y vos y yo coincidimos en que su obra literaria no es excelsa. Hay obras (las he conocido) que superan lo alcanzado por Murakami y sin embargo sus autores permanecen en la esquina oscura donde habitan los que nunca alcanzarán la trascendencia. ¿Qué pasa? ¿Qué deben hacer los escritores comitecos para dar el brinco a la otra esfera?
Armando Alfonzo fue un escritor que alcanzó el éxito local. Cuando escribió su primer libro y lo puso a la venta en el pueblo ¡se agotó la edición! El libro se llama “Sólo para comitecos”. Tal vez, los autores que han escrito libros después de él se contagiaron del mal y han escrito “Sólo para comitecos”. El éxito está relacionado con una serie de imponderables que los mortales comunes y corrientes no pueden descubrir, pero una cosa que en literatura es insoslayable es algo que han practicado los más exitosos escritores: “Convertir lo local en ¡universal!”; es decir, los escritores que pretendan alcanzar un escalón más alto que el simple ladrillito local deben escribir del entorno cercano con afanes de convertirlo en la gran historia que seduzca a todo el mundo, deben escribir ¡no sólo para comitecos!
Tal vez, digo que sólo tal vez, lo que Kazuo, el Nobel de este año, ha realizado no es más que escribir historias de lo que sabe y ahora se ha reconocido la universalidad de sus narraciones. La gloria lo ha tocado, desde hoy hasta que la historia del hombre esté presente. Ahora deberá dejar su cotidianidad y se verá inmerso en un callejón donde la gloria prende la mecha de los fuegos de pirotecnia y las fanfarrias suenan noche y día.

Posdata: ¿Cuándo un escritor comiteco alcanzará la gloria del Premio Nacional en Lingüística y Literatura, que es como el Nobel mexicano? ¿Nunca un escritor comiteco obtendrá el Nobel de Literatura? ¿No? ¿Por qué no? ¿No es acaso limitarse en capacidades? Los tuxtlecos se sienten chentos, porque dos de sus escritores ya lograron el agua bendita de la gloria: Jaime Sabines y Eraclio Zepeda subieron al podio de los consagrados. ¿Qué hicieron estos paisanos para alcanzar tal goce? Parece que no hicieron más que lo que Kazuo hace: escribir con pasión, con disciplina y tratando temas locales. Siempre, pienso, a la hora de llenar una cuartilla lo hicieron con el convencimiento de que escribían la obra más importante jamás escrita; lo hicieron desde sus estudios lujosos o desde miserables buhardillas. ¿Qué está haciendo falta a los comitecos para que estén en los lugares que la grandeza de su destino parece tenerles reservados? ¿Qué? ¡Ah, a mí no me quedés viendo! No tengo la respuesta. Yo sólo tengo preguntas y te las pongo en las manos para ver qué hacés con ellas.