viernes, 14 de septiembre de 2018

CARTA A MARIANA, CON MUCHOS VACÍOS




Querida Mariana: Hay muchos vacíos en todos lados, en política, en casa, en la calle, en las relaciones, en los conocimientos elementales y en los conocimientos complejos. Tal vez lo generoso de la vida sea el intento de ir llenando esos vacíos, a pesar de que sepamos que nunca lo lograremos. Es difícil llenar vacíos sin que se cuelen inexactitudes. Es difícil, pero hay que intentarlo.
Digo lo anterior, porque muchos desconocemos partes esenciales de la vida de Rosario Castellanos, la famosa escritora que, a pesar de haber nacido en la Ciudad de México, se asumía comiteca. Sabemos, eso sí, que Rosario llegó a Comitán cuando tenía meses de edad (sus papás eran comitecos) y regresó a la Ciudad de México donde cursó el tercer grado de secundaria. Dolores Castro, su gran amiga y también poeta, cuenta que Rosario regresó a Comitán para celebrar sus quince años y luego volvió a la Ciudad de México.
Lolita Albores, también amiga de Rosario, y quien es recordada con cariño en Comitán, contaba que el papá de Rosario, don César Castellanos, fue un rico hacendado, propietario de dos haciendas, una de ellas se llamaba “El Rosario” y estaba ubicada cerca de Ocosingo; la otra hacienda se llamaba “Chapatengo” y estaba cerca del río Grijalva.
En esta fotografía que te anexo aparece Comitán y las dos haciendas. Como vemos, Chapatengo estaba más cerca de la ciudad. Para llegar a El Rosario había que realizar un viaje de varios días.
Dolores Castro cuenta que conoció Chapatengo: “…Su hermano (se refiere a Raúl, medio hermano de Rosario, quien se hacía cargo del rancho) había puesto una serie de grandes modernismos alrededor: un pequeño lavabo como de hoja de lata y un excusado que, ese sí, estaba construido con su techo, y sólo le había puesto una ventana, pero ahí se asomaban las vacas…”
¿Cuál es el rancho que aparece con el nombre de Chactajal, en la novela “Balún-Canán”? Todo parece indicar que Rosario usó “El Rosario” para dar vida a la ficción literaria. ¿Por qué? Porque en un momento de la redacción, la autora dice que hicieron un alto en la finca de Bajucú y, como todo mundo de acá sabe, Bajucú está rumbo a Altamirano y a Ocosingo.
¿Puede colegirse que el papá de Rosario se quedó sólo con Chapatengo al final? Tal vez sí, porque en los viajes que realiza Rosario, ya muertos sus padres, sólo habla de Chapatengo, rancho que, como ya dije, era atendido por su medio hermano Raúl y que es el rancho al que viaja Rosario en compañía de Dolores Castro.
Y digo que hay vacíos porque no se sabe bien a bien qué sucedió con estos ranchos. Debemos recordar que con la Reforma Agraria, impulsada por Cárdenas, muchas haciendas se convirtieron en ejidos y sus poderosos propietarios tuvieron que ceder sus tierras.
En el libro “Cartas a Ricardo” hay unas cartas que Rosario escribió desde Chapatengo, a fines de 1951, año en que Rosario ya tiene veintiséis años; es decir, este rancho le siguió perteneciendo a ella después de la repartición de tierras. Si no todo, parte de él. Pero de “El Rosario” ya no vuelve a saber algo.
Y digo que hay vacíos, porque uno debe imaginar que Rosario escribía la carta cerca del río Grijalva y alguien (¿Raúl?) debía viajar a caballo por los caminos de terracería para llegar a Comitán y depositar la carta en la oficina de correos. Quienes han leído el libro “Cartas a Ricardo” saben que éste no leía la mayoría de cartas que Rosario le enviaba. Ricardo ignoraba el amor inmensurable de Rosario e ignoraba los esfuerzos que, en ese tiempo, significaba enviar una carta desde Chapatengo hasta la Ciudad de México.
Posdata: En intento de llenar vacíos te envío copia de este mapa, que tomé de la contraportada del libro “Las haciendas de los Llanos de Comitán”, una edición de CONECULTA-Chiapas. El mapa es una réplica de la Carta General que fue publicada en 1856, año en que Ángel Albino Corzo, era gobernador de Chiapas. Ahí están señalados los dos ranchos de don César. Ahí está señalada la ciudad en la que Rosario vivió su niñez y parte de su adolescencia. ¡Nuestra ciudad!
A medida que pasan los años es más difícil llenar vacíos, porque la memoria es como un odre viejo con huecos donde se diluye la esencia.