lunes, 3 de septiembre de 2018

CARTA A MARIANA, SIN TIEMPO




Querida Mariana: Ustedes, los jóvenes comitecos, no tienen idea clara de cómo fue el pasado. No pueden imaginar bien a bien, por ejemplo, que hubo un tiempo que en las casas no hubo televisores; no imaginan que hubo un tiempo que era muy difícil saber qué pasaba en otras regiones del mundo, en tiempo real. Les cuesta trabajo imaginar, porque viven una época en que todo es instantáneo. Los viejos que ahora vivimos estos tiempos también gozamos de esa instantaneidad. La diferencia consiste en que los viejos sí tenemos conciencia de aquellos tiempos incomunicados. Aquilatamos, tal vez con más emoción que ustedes, la posibilidad actual de este prodigio. Ahora todo mundo se entera de lo que sucede en Japón en tiempo real. ¿Antes? Era muy difícil que a Comitán llegara la información, porque los medios de comunicación estaban ausentes.
Los privilegiados de aquellos tiempos poseían un radio y éste les permitía (a través de los noticiarios) enterarse de los sucesos del mundo. Esos privilegiados eran quienes se encargaban de transmitir las noticias, y éstas -como si fuera el juego de teléfono descompuesto- comenzaban a circular ya en forma de chismes, porque contenían sabrosos agregados, que a veces no eran tan sabrosos, porque llevaban mucha sal y pimienta.
¿Sí creés lo que te digo? Los juegos de fútbol del reciente Mundial efectuado en Rusia lo vimos en tiempo real. Para ustedes los jóvenes no tiene mayor relevancia que los juegos se hayan efectuado a miles de kilómetros de Comitán, ¡no! Todo es muy natural. Bueno, pues yo debo decirte que el primer juego del Mundial efectuado en México, en 1970, no lo vi por televisión (porque, ya lo dije, la televisión era un objeto que existía en muy pocas casas comitecas, y en ese tiempo se captaba la señal de Guatemala, por más cercana), el juego inaugural: México contra la URSS, lo escuché por radio, en la casa de mi primo Mario Bermúdez.
Ya te conté que muchos aficionados al boxeo viajaban hasta la parte más alta de la vieja carretera San Cristóbal – Tuxtla Gutiérrez para ver las peleas por televisión. Los que no contaban con tal suerte, debían conformarse con escuchar las peleas por radio. Hoy el mundo ve en vivo y a todo color las peleas del Canelo, en tiempos de Vicente Saldívar se escuchaban en vivo, pero el color dependía del oído con que se escuchaba. Era un fascinante juego de imaginación, pero era un juego que ahora no puede entenderse a cabalidad. Sé que vos ponés tu cara de cerco de piedra cuando te hablo de estas cosas, porque pensás que bromeo. ¿Cómo -pensás- podían vivir si no tenían celulares ni Internet? ¿Con qué se divertían?, decís.
Bueno, tal vez a mí no me creés, pero sí le vas a creer a Rosario Castellanos, porque ella vivió esa incomunicación, no sólo cuando fue niña y vivió en Comitán (un pueblo lejanísimo de la Ciudad de México), sino también cuando fue Embajadora de México en Israel. ¿Seguís sin creerme? Mirá lo que escribió Rosario en la novela “Balún-Canán”, que tiene muchos rasgos autobiográficos: “¡Qué alegría nos da saber que entre los cajones bien remachados y los bultos envueltos en petates vienen las bolsas de lona tricolor, repletas de periódicos y cartas! Estamos tan aislados en Comitán, durante la temporada de lluvias. Estamos tan lejos siempre.” Y Rosario dice que la gente se va y cuando se va escribe, pero “Sus palabras nos llegan tantas semanas después que las recibimos marchitas y sin olor…” ¿Mirás qué tiempo tan extraño? Rosario habla del Comitán de 1940, más o menos. Ahora, la gente se va y cuando se va escribe, pero escribe un WhatsApp, que llega en instantes.
Pero decía que Rosario no sólo vivió la incomunicación en Comitán, también la padeció en Israel, cuando fue Embajadora de México en aquel país, de 1971 a 1974, año en que murió. Rosario cuenta que no tuvo noticias de México durante los cuatro primeros meses (ese tiempo debió parecerle el lejano tiempo de su infancia en Comitán, cuando las noticias llegaban retrasadísimas). De ese tiempo, Rosario dice que cuando le llegaban periódicos era un instante de excitación “pero, ¡qué decepción cuando vemos la fecha! Lo que recibíamos como actual era pasado. ¿Novedad? No. Historia. Y la historia se lee desapasionadamente. A nadie puede alterarle el pulso la lectura del descubrimiento de América”. Rosario siempre insistió que en Comitán las personas no leían noticias presentes en el periódico sino algo parecido a notas históricas, por el retraso con que llegaban al pueblo.
A mí, todavía, en los años ochenta, me tocó la colita de la prehistoria, porque acudía a comprar el periódico en La Proveedora Cultural, pero era el periódico del día anterior; es decir, en la Ciudad de México habían leído esas noticias un día antes. Hoy, ¡benditos tiempos!, a las seis de la mañana entro al Internet y leo periódicos de México y de España al mismo tiempo que lo hacen los lectores de todo el mundo. ¿Mirás? ¡De todo el mundo!
Posdata: Para ustedes, los jóvenes comitecos, esta instantaneidad no tiene ningún secreto. Para los viejos es un prodigio jamás imaginado. Ahora, gracias al Internet, los viejos también vivimos el presente que viven otros en las grandes ciudades. Antes vivíamos en un tiempo desfasado. Los jóvenes no pueden entenderlo a cabalidad.