lunes, 25 de noviembre de 2019

CARTA A MARIANA, CON INTERCAMBIOS CULTURALES




Querida Mariana: Te mando una carta que no sería conveniente que leyeran las feministas a ultranza, porque ya sabés que se ofenden por todo (ya mirás que algunas hasta queman la bandera nacional). Por esto, no hago pública esta misiva y sólo te la mando a vos, querida niña, que sabés disfrutar la vida en todas sus aristas.
Para comenzar diré lo que sabés desde siempre: ¡Me encantan los intercambios culturales! A Tomás también. Tomás fue experto, en su adolescencia, en intercambios internacionales, siempre salió con chicas extranjeras, le conocí francesas, gringas, colombianas, cubanas (¡cosa más grande, caballero!), holandesas y canadienses. Siempre, con una carcajada de techo de teja, me decía que le faltaba una japonesa y una china. Hace años que no veo a Tomás no sé si logró su deseo de intercambiar elementos culturales con una chica asiática.
Yo, me conocés, nunca he estado con una chica extranjera (¡con qué trabajo anduve con una o dos nacionales en mi juventud!) Una vez un amigo de mi papá me dijo que me traería una patojita bonita de Guatemala y yo me decepcioné cuando el señor cumplió y me presentó a su hija (chapincita bonita, chula de bonita), pero digo que me decepcioné porque cuando escuché que me presentaría una patojita, yo, ignorante de que en Guatemala a las niñas les dicen patojitas, pensé que hablaba de una patita, un animalito.
Pero digo que me encantan los intercambios culturales, porque en mis lecturas he estado al lado de hombres y mujeres de muchísimos países y a través de ellos he pepenado algo de sus culturas. Los lectores son los mejores receptores de intercambios culturales.
El otro día fui a la librería Lalilu y en el estacionamiento hallé una camioneta, sin duda de algún comiteco, amante del arte y de la literatura, que escribió estas frases en la parte posterior de su vehículo. ¡Ah, dije, qué maravilla de intercambio cultural!, porque, como mirás, la frase de arriba contiene modismos de Chiapa de Corzo, maravilloso pueblo de Chiapas. Vos sabés que uno de los platillos de mayor trascendencia de aquel pueblo es el llamado Pepita con tasajo (tía Elena, que se cree española, dice -seseando, como si tuviera pegada la lengua con chicle al paladar- que el tasajo es un corte de carne de vacuno, pucha). Acá, el ingenioso comiteco alburea de manera exquisita y (con perdón de las feministas a ultranza) recupera el prestigio perdido de los varones. Cuántas veces he escuchado que un apocado hombre dice, cuando ve a una chica bellísima, pero con ínfulas de mujer castrante: ¡Es mucha carne para un simple par de huevos! A ver, a ver, los apocados se postran ante las chicas bellas, como si fueran simples bichos. Para compensar, el amigo comiteco cambia el sentido de la frase y, a través de sus palabras, les dice a las muy creídas que ni vayan a pensar que lo tienen de oro, ¡no! Por esto dice: “Soy mucho tasajo pa’ tu pepita”, y vos sabés que, en Chiapas, la pepita no sólo se refiere a ese ingrediente maravilloso de la gastronomía hecha con pepitas de calabaza, sino también se refiere a… bueno, vos sabés.
Me encantan los intercambios lingüísticos (es decir, de lenguas de una y de otra parte, en una y en otra parte). En la siguiente frase hay dos modismos meramente comitecos: gutz y cotz. Gutz (lo sabés, vos lo sabés todo) significa triste, y cotz, pues, cotz es el grito de identidad comiteca que se usa como sinónimo de acto sexual, echar cotzito es juntar las cositas. Así, la balanza se equilibra, porque acá el personaje en cuestión está triste porque no ha juntado sus cositas con la persona amada.
Y digo que la balanza cultural siempre debe estar en perfecto equilibrio para que no exista la desaparición de rasgos de identidad. El dicho de “Soy mucho tasajo pa’ tu pepita”, que está expresado en perfecta lengua chiapaneca, podía trasladarse al lenguaje gastronómico de Comitán y decir: “Soy mucha hebra para tu chicharrón” o “Soy mucho chorizo para tu olla podrida” o “Soy mucho turrón para tu oblea” o “Soy mucho cuch para tu achigual” o “Soy mucho fideo para tu sopa aguada”, de lo que se trata es de recuperar el prestigio disminuido del varón, porque las chicas de hoy le echan mucha crema a sus tacos, le ponen mucho adobo a sus alitas.
Posdata: La segunda frase dice: “Estoy gutz porque no eché cotz”, ya la ciencia ha explicado que los hombres y mujeres que tienen divertida y variada actividad sexual son más felices, así pues, para no estar gutz es bueno y sano hacer que, seguido, las pepitas de las muchachas truenen y hagan ¡putz!