viernes, 8 de noviembre de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA QUE CIRITO MURIÓ




Querida Mariana: Murió Cirito. Medio mundo de Comitán lo conoció con este nombre: Cirito, así de cariño, porque se llamaba Ciro, pero Ciro suena muy fuerte. ¿Cómo atenuar este latigazo? Colocándole el hilo afectuoso de los comitecos, nuestro proverbial diminutivo. Así pues, todo mundo lo llamó Cirito, Cirito por aquí, Cirito por acá.
Ahora que se supo de su muerte, medio mundo lo recordó. Muchos lo recordaron por su labor de sacristán, en el templo de San Sebastián; y otros lo recordaron por ser el fiel acompañante de la Madre Mercedes, la mera mera del santuario del Niñito Fundador. Sí, Cirito fue un fiel servidor de la madre Mercedes, del padre Carlos, del padre Raúl y de los últimos sacerdotes que atendieron la parroquia. ¿Amigos? Pocos, muy pocos. Su oficio no le permitía andar en la tertulia. Todo mundo lo recuerda haciendo su labor de sacristán, desde la mañana hasta la noche. Era tal su compromiso que, un día antes de su muerte, estuvo en el templo, atendiendo lo que debía atender.
Murió Cirito; Cirito que nació en Tzimol, pero vivió muchos años en Comitán. Digo que muchas personas lo recuerdan por su oficio de sacristán, pero muchas otras personas lo recuerdan por ser el “hacedor de gorditas”. En tiempos que las gorditas no eran comunes en Comitán, él, en un local de las madres, vendía esas delicias culinarias que fueron conocidas como “Gorditas de Cirito”, porque ni modos de llamarles “Las gordas de las madres”. En los años sesenta, los alumnos del Colegio Mariano N. Ruiz (la escuela del padre) salían a receso, en el parque. Así pues, muchos estudiantes iban a comprar las gorditas de Cirito y luego las comían sentados en una banca del parque. Cirito, quien siempre fue delgado, fue como el rey de las gordas, en tiempos donde las gorditas no eran tan comunes en nuestro pueblo. Ahora, medio mundo disfruta las gorditas “El güerito”. Siempre ha sido así, los creadores de las gorditas exigen el diminutivo afectuoso. Las gorditas de Cirito llevaban un relleno de carne molida con papa, repollo y salsa roja picante. Las servía en un pedacito de papel estraza. ¡Nada de unicel! ¡Ah, esas gorditas eran delicia de delicias!
Cirito fue un entrañable personaje del barrio. Su recuerdo perdurará por siempre. A partir de hoy, su ausencia será notable. En los últimos tiempos medio mundo lo vio caminar de su casa al templo, apoyado en un bastón.
Digo que tuvo pocos amigos, pero tuvo uno que fue de la misma categoría moral que él, don Abraham Navarro fue su amigo por más de cincuenta años, ¡cincuenta!
En los años setenta, Cirito padecía de ataques, había ocasiones que quedaba tendido en el piso del templo, al lado del altar. Don Abraham, en 1977, le dijo a Cirito que lo llevaría a la Ciudad de México para que le hicieran estudios neurológicos: “Pero a la hora que le sacaron líquido de la columna ¡se me puso de muerte! Por fortuna la libró. Él se iba a morir en 1977. Dios permitió que viviera hasta el 2019. Aquella ocasión dijeron que le colocarían una válvula en el cerebro. La válvula alemana (de metal) costaba quince mil pesos, de aquel tiempo, nosotros no teníamos más que diez mil pesos, así que no alcanzó para la válvula alemana, nos conformamos con una válvula mexicana, de plástico. Muchos años después hubo una reunión de sobrevivientes de operaciones de cerebro, que había realizado el doctor Manuel Velasco Suárez, Cirito fue y se enteró que muchos de los operados con válvulas alemanas habían muerto, la mayoría de sobrevivientes eran los operados con válvulas mexicanas, las alemanas se habían oxidado.”
Así pues, Cirito sobrevivió muchos años. El pasado martes fue a ayudar en la misa de la tarde, ahí se sintió mal, pero soportó. Cuando llegó a su casa dijo que le dolía mucho el pecho, se recostó y mal durmió. En la mañana del miércoles tuvieron que llamar al médico, éste dijo que estaba grave, que debían llevarlo al hospital, así lo hicieron, a las cinco y media de la tarde, su campana interna dejó de llamar a misa. Calló para siempre.
En los últimos tiempos hizo imprudencias. Tenía una gotera que caía justo sobre su cama. Un día no aguantó más y trepó al techo y subió a trastejar. Dicen que sólo porque Dios es grande no se cayó, pero, como tenía gripe, esta simple enfermedad se convirtió en algo más delicado. Decimos que calló para siempre la tarde en que su corazón no aguantó más.
Posdata: Todo mundo le dijo Cirito. Él fue hijo de doña Ernestina Gómez Figueroa. “Como el papá no se presentó, a él lo registraron con el apellido de su mamá. Cirito se llamó Ciro Gómez Figueroa.”
Sí, medio mundo lamentará su presencia. El pasado jueves, las campanas de la iglesia de San Sebastián llamaron a muerte a la una de la tarde. Cirito no estuvo ya para prender las velas, él ya se había convertido en parte del fuego, del fuego eterno.