sábado, 23 de noviembre de 2019

CARTA A MARIANA, DONDE APARECEN LAS OCHO DE LAS SIETE




Querida Mariana: Lo suelto de una vez, como una cubetada de agua fría, resulta que Las Siete Esquinas no son siete ¡son ocho!
Perdón por la brutalidad con que lo digo, pero una noticia de esta naturaleza no puede soltarse como globo o como papalote, tiene que caer como un chubasco.
Óscar Bonifaz siempre ha dicho que Comitán tiene un Río Grande, que no es río ni es grande, y que tiene un barrio que se llama Siete Esquinas, pero que no tiene siete esquinas; es decir, desde siempre ha existido, parte en broma, parte en serio, el sentimiento de que nuestras Siete Esquinas no son siete.
Por supuesto que esto no modificará el nombre. Los comitecos llamamos Siete Esquinas a las Siete Esquinas y así seguiremos llamando a ese espacio, por los siglos de los siglos. Sólo faltaba que a partir de hoy se llamara barrio de las Ocho Esquinas. ¡Qué absurdo! Pero, es bueno precisar.
No existe algún documento que dé fe que nuestra heroína Josefina García haya existido, sin embargo, a nosotros, los comitecos, esto nos vale una pura y dos con sal, porque nos sentimos bien chentos al contar el acto heroico que realizó esta comiteca en el movimiento de Independencia de Chiapas. De igual manera, a pesar de que Jan de Vos ya demostró que el sacrificio de los indios Chiapa es puro mito y no tiene sustento histórico, cientos de chiapanecos platican, muy orgullosos, que los paisanos, antes de rendirse ante los conquistadores españoles, prefirieron aventarse en el Cañón del Sumidero. Así, los comitecos siempre nos sentiremos chentos al hablar de las Siete Esquinas, porque los espacios donde confluyen tantas calles no son comunes. Las Siete Esquinas es uno de los lugares más emblemáticos de nuestro pueblo, es un lugar casi casi simbólico. Recordá que la traza con que los españoles construyeron las ciudades en la Nueva España es una retícula cuadrada, que forman bloques uniformes. El hecho de que en nuestra ciudad tengamos un espacio donde confluyen seis calles es como una protesta ante la dominación colonial, como decir que los comitecos arman su ciudad como su real desorden se los dicta. Y digo esto, porque ahora, con tanto automóvil que existe en nuestra ciudad, no es fácil pasar por las Siete Esquinas, un lugar de gran tradición, porque es el primer espacio abierto por donde caminan los tojolabales que llegan todos los días a Comitán para hacer sus compras o vender sus productos. Parte de la magia de ese espacio es, precisamente, el colorido de la vestimenta tojolabal con sus bordados sublimes.
Y digo que son ocho las siete, porque Roberto Chávez (uno de los mejores fotógrafos de Chiapas) subió a las redes sociales la fotografía que te anexo y ya nos hizo ver que las siete son ocho. Él tomó una foto con dron y la tomó justo en lo alto de las Siete Esquinas. Los espectadores, como si estuviésemos sobre un globo aerostático, logramos ver, desde arriba, la confluencia de las seis calles, aunque, en término estricto, las seis calles tampoco son seis. ¡Ah, qué relajo! Pero, como dicen ustedes los jóvenes que dijo Jack, el destripador, ¡vamos por partes! Si bajás por la calle que está detrás del templo de San Caralampio llegás a las Siete Esquinas, esa calle es la 2ª calle norte oriente, pasa por el corazón del espacio de las Siete Esquinas y se prolonga hasta el Cedro; luego, también la 3ª calle norte oriente hace lo mismo, llega al espacio de las Siete Esquinas y se prolonga, y lo mismo ocurre con la 6ª avenida oriente norte; entonces, las rúas (pucha, qué palabra) que confluyen ahí son dos calles (la segunda y la tercera norte oriente) y una avenida (la sexta oriente norte); pero, por supuesto, en la magnífica fotografía de Roberto, vemos que son seis calles las que confluyen y, en lugar de contar siete esquinas, contamos ¡ocho! Roberto hizo un ejercicio de marcación y señaló con círculos las ocho esquinas, estas esquinas están dadas (por supuesto) por elementos arquitectónicos; es decir, son esquinas de las casas que dan forma a ese espacio. ¡Qué relajo! Ahora miro que te estás jalando del cabello y diciendo que mi explicación te enredó más.
Sí, no hagás caso a lo que digo, lo ideal es que mirés con mucha atención la fotografía de Roberto y contés bien las ocho esquinas de las Siete Esquinas. Pienso que la imagen de Roberto es muy ilustrativa y descifra el enigma que muchos comitecos se han planteado durante tantos años: ¿En realidad las Siete Esquinas son siete? ¡No!, en realidad, ya Roberto nos ha regalado la imagen que borra toda duda, son ocho, ¡ocho! De hecho, la familia Morales Alfonzo (mamá, hermanos e hijos de El Ventarrón) cuando pregunté cuántas esquinas tenía su barrio, sin dudar, me dijeron ¡ocho!, así pues, Óscar Bonifaz siempre ha tenido razón, el Río Grande, ni es río ni es grande, y las Siete Esquinas no son siete (¡Pucha! El dicho de Bonifaz casi fue profético, porque el hilo de agua que los comitecos llamaban río ahora no lleva ni gota de agua.)
¿Ya contaste las esquinas? En la fotografía están perfectamente delimitadas. Tirá una línea central. Las casas de arriba y de abajo son las que poseen cuatro esquinas. ¿Ya las viste? Y las casas que forman las otras cuatro esquinas, pues hacen las restantes. Hay dos casas que tienen dos esquinas cada una, y cuatro que forman una esquina al dar vuelta.
Jamás los comitecos habían tenido una imagen como ésta. El Ventarrón hizo favor de prestarme el libro “Comitán 1940”, de Armando Alfonzo Alfonzo, donde el autor hizo un croquis de cómo era el Comitán de ese año. El croquis lo dibujó en 1978. Ahí aparecen las Siete Esquinas, pero, como es un dibujo a mano alzada, no tiene la precisión que ahora tiene la fotografía de Roberto. Acá no hay pierde, el ojo no se engaña. Ya comentamos que el espacio está formado por la confluencia de dos calles y una avenida y las ocho esquinas de Las Siete Esquinas están formadas por seis casas, dos casas con dos esquinas cada una y cuatro con una esquina. Así pues, Las Siete Esquinas están formadas por seis residencias, que habitan seis familias comitecas. Estas seis familias son las que, con toda propiedad, pueden asegurar que viven en el corazón de este lugar bendito.
De hecho, la familia del artista Roberto Chávez es propietaria de una de estas casas (una de las dos que tienen dos esquinas). Así como está la fotografía, la casa de Roberto es la que está en la parte de abajo del eje central. Tiene dos esquinas, porque en una ocasión un automovilista que bajaba al Cedro desde La Pila se llegó a estrellar en la cuchilla. Los propietarios mandaron a construir algo como un murete, para evitar un riesgo mayor, y es que la bajada es peligrosa. En una ocasión (Dios nos libre) una amiga mía estacionó su auto a la mitad de la bajada y (¡Señor!), entró a la tiendita para comprar un refresco, cuando vio que su carro desaparecía de su visión, corrió y tuvo que aventarse por la ventanilla para frenar. El carro ya se iba, seguro que iba a ir a parar a la casa hasta las Siete Esquinas. ¡Santo Dios!
Ahora es una zona complicadita, unos carros bajan por la segunda, otros carros suben por la tercera y muchos más cruzan de un lado a otro por la sexta. ¡Uf! Qué rebumbio de autos. Si mirás con atención observarás que en el pequeño corazón del espacio no hay vegetación. Los sitios están ubicados en la periferia de ese mínimo círculo. Los pulmones circundan el corazón, porque donde hay más movimiento es, precisamente, en el centro.
La tradicional Entrada de Flores, en honor a San Caralampio, que se realiza anualmente cada diez de febrero, pasa por Las Siete Esquinas. Ahora, el contingente religioso y profano tuerce a la izquierda y transita por la sexta avenida. Con esto digo la importancia de este espacio.
Y digo que son seis casas las que forman el espacio. Ya dije que una es la casa de la familia del artista visual, ahí vivió doña Vicky Hidalgo, abuelita de Roberto. Todo mundo conoció a doña Vicky, porque todo mundo compraba ahí chorizos y longanizas que ella preparaba, así como cositas que doña Vicky traía “del otro lado”, “de La línea”, que así nombran los comitecos a la frontera con Guatemala. ¡Ah, tiempos en que la moneda de nuestro país valía más que la del país vecino! Ahora es el fenómeno contrario: los guatemaltecos vienen a nuestro país a comprar objetos, porque su moneda vale más.
Otra de las casas es de la familia de doña Bertita Carreri; una más de don Ramiro Córdova (quien, en el libro ya citado de Armando Alfonzo, aparece como uno de los grandes pugilistas de Comitán, con el sobrenombre de El Piruña); otra de las casas pertenece a la familia de doña María Yáñez y don Manuel Ruiz, ésta era la casa de doña Alfa, muy conocida, y que ahora pertenece a Carmelita Ruiz; la siguiente es la de don Armando Moreno y, por último, la casa donde está un Cervecentro que ya cerraron, porque parece que no funcionó el negocio.
Posdata: ¡Mentira! Me dice una señora que lleva más de cuarenta años viviendo en el barrio y que no quiso darme su nombre. ¡Mentira! Y me jaló para que yo siguiera la enumeración que hizo en voz alta, mientras señalaba con su dedo índice: Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis y siete. ¿Lo miró? ¡Siete, siete esquinas! Acá he vivido, en las Siete Esquinas y pido a Dios morir acá. ¿Lo entendió? Sí, yo sí le entendí. Y ya lo dije, niña, Las siete Esquinas tiene ocho, pero siempre serán las Siete Esquinas, por los siglos de los siglos.
Las Siete Esquinas es un barrio amado de este pueblo. Hay mil historias que pueden rescatarse de ese espacio. Basta decir que ahí vivió un personajazo de nuestro pueblo: don Caralampio Flores.