jueves, 21 de noviembre de 2019

CARTA A MARIANA, CON LOMOS





Querida Mariana: No recuerdo dónde lo escuché. Debió ser en una cantina, hace años. Dos hombres estaban sentados ante una mesa, uno de ellos era flaco como espárrago, con acné de adolescente, y el otro era como uno de esos tinacos que ahora pululan en todas las azoteas, sí, era gordo, la camiseta no alcanzaba a cubrirle el vientre oscuro. Sí, ahora estoy seguro, fue en una cantina. Mis amigos y yo bebíamos una caguama y el espárrago y el rotoplás bebían de una botella de ron. Nosotros estábamos sentados al lado de una ventana que daba a un patio interior, lleno de flores y árboles, donde corrían esas aves que en Comitán llamamos güet, que son como primas lejanas de los flamencos, no tienen la altura y color de los flamencos, pero los güets sí tienen las patas flaquísimas, de pituti, dirían en Tuxtla. Cuando la mesera se acercó con un plato de botana, escuché (sin escuchar) que el gordo se burlaba del amigo flaco y éste, como respuesta, rio y, en venganza, dijo: “Comé tu mierda, ni debés hablar si vos sos como lomo de enciclopedia”. El rotoplas también se hamaqueó de la risa, se estaban ofendiendo, pero como eran amigos, todo lo tomaban a broma. Yo, mientras bebía un sorbo de cerveza, lamenté no haber escuchado la ofensa del gordo al flaco, me hubiese sentido muy bien si la broma hubiera sido también con sentido libresco, como había sido la respuesta del flaco.
Entonces pensé si las bromas y chanzas tienen qué ver con la profesión que ejercemos; es decir, ¿los médicos ponen apodos y se lanzan puyas en términos forenses? ¿Los ingenieros se ofenden diciéndose: “Carota de cemento mal fraguado”?
¿Qué relación con los libros tenía el flaco para comparar al gordo con lomo de enciclopedia? ¿Los albañiles qué clase de comparaciones hacen? ¿Hormota de cuchara oxidada? ¿Ladrillo mal recocido? ¿Culo de pared porosa?
¿Y las putas, cómo se ofenden? ¿Qué se dicen? Porque, si algo me queda claro, es que la ofensa es proporcional con el bagaje cultural. No quiero decir con esto que exista un nivel superior cuando el ofensor tiene un posgrado en una universidad de Francia, ¡no!; al contrario, los mejores ejemplos de cultura popular salen de los barrios proletarios; pero, como la mayoría de putas no tiene una cultura libresca, su lenguaje no sobrepasa el diccionario de “La Rosa de Guadalupe”.
Estoy seguro que ninguna suripanta ofenderá a otra llamándola “La puta de Babilonia”, porque ni por asomo la susodicha habrá leído el libro de Vallejo. ¡No! Las ofensas de las putas, imagino, deben estar en concordancia con su entorno cotidiano. En los años sesenta, todo el México de “Alarma”, se conmovió ante la noticia de las brutalidades cometidas por “las poquianchis”, apodo del grupo de prostitutas que, relatan las crónicas, asesinaron a más de cien mujeres. ¿Mirás qué apodo tan de barriada? ¡Poquianchis!
¿Qué sucede con los que están relacionados con el mundo de los libros? Yo pienso que el flaco era lector, por eso usó el símil de “lomo de enciclopedia” para referirse al cuch de su amigo. Emplear la palabra lomo es de uso exquisito. Entiendo que la palabra lomo sólo se emplea para referirse a una parte física de un animal; entiendo que las personas no tienen lomo. Aunque, ustedes los jóvenes de estos tiempos (¡me encantan!) juegan con la palabra lomo en las habitaciones de moteles: “Cuando comprés carne, no comprés de acá, ni de acá, ¡sólo de acá!” y lo completan diciendo: “Lomo, lomito, lo mío”. ¡Ah, qué traviesos!
Tienen lomo los chuchos, los cuches y las cuchas, así que resulta simpático que la palabra también se emplee para designar la parte del libro que une a la portada con la contraportada, el lomo de un libro funciona como bisagra.
Todo mundo sabe que en el México de los años cincuenta a los oficinistas les decían (en forma despectiva) “chupatintas”; cuando el poeta y cronista Salvador Novo fue nombrado para ejercer un cargo público, alguien (que lo odiaba) preguntó si ya Novo se había convertido en un simple “chupatintas” y otro, que no lo odiaba menos, respondió: “No, él sigue siendo un chupapingas.” Recordemos que don Salvador era homosexual.
Después de todo, el apodo de “Lomo de enciclopedia” fue como un elogio. Ahora, los flacos ofenden a los gordos con palabras más grotescas. He escuchado que un flaco pregunta a un gordillo, así, quitado de la pena: “¿Qué te sucerdió?” A los gordos no los bajan de bolas de grasa, de tinacos, de ballenas, de cuches.
El mencionado Salvador Novo fue nombrado como “Nalgador sobo”, un simpático juego de letras. Tal como se esperaba, un hombre de letras (bueno, ni tan hombre) merecía un juego de letras.
Posdata: ¿Cuáles son los apodos de las chicas nice? ¿Emplean palabras nacas para que la ofensa arda en los rostros de las chicas ofendidas o emplean sólo términos chic para no rebajarse?