jueves, 14 de noviembre de 2019
CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA DEL DÍA QUE LAURA Y EDUARDO ESTUVIERON EN COMITÁN
Querida Mariana: Laura García y Eduardo Casar estuvieron en Comitán; estuvieron la tarde del 13 de octubre de este año; y fueron como representantes del equipo que realiza el programa televisivo “La dichosa palabra”, del canal 22.
Estuvo casi llena la parte baja del auditorio del Centro Cultural Rosario Castellanos, lugar donde Laura y Eduardo se presentaron.
Así como nosotros, simples mortales, no sabemos qué debieron hacer para llegar hasta nuestro pueblo (fue la segunda vez de Casar y la primera vez de Laurita), así, ellos nunca se enteraron de qué hicieron las personas que acudieron a su charla, porque yo conozco dos o tres mínimos testimonios de vida, provocados por su presencia. Laura y Eduardo nunca se enterarán que varios amigos de La Trinitaria viajaron especialmente para estar en el auditorio esa noche (una noche fría, con niebla); los dichosos palabreros nunca se enterarán que Iván dejó pendientes varios pendientes para acudir a verlos y oírlos (Iván, en días pasados, entrevistó a Laura para su noticiario radiofónico por vía telefónica y prometió que estaría esa noche entre la audiencia y ¡cumplió!); Laura y Eduardo nunca se enterarán que Rocío (quien define a Laura como “La mexiñola”, porque Laura nació en España y se nacionalizó mexicana), prometió que viajaría hasta Comitán (así lo hizo, pidió permiso en su trabajo y, el miércoles temprano, avisó que desayunaba en San Cristóbal de Las Casas y ya viajaba a Comitán, lugar al que llegó temprano para ocupar un asiento de primera fila entre la audiencia).
Y te cuento apenas tres mínimas sendas. La presencia de Laura y Eduardo convocaron más historias, sin duda.
Y, sin duda, todos los presentes recibieron lo que esperaban, porque Laura y Eduardo compartieron lo que saben hacer: reflexiones en torno a la palabra, al libro, a la vida. Lo hicieron, como saben hacerlo, en forma sesuda, pero sin pretensiones; al contrario, compartieron su palabra en forma coloquial, sin tufos soberbios. Esto es lo que la audiencia (que sintoniza su programa televisivo cada semana) agradece y admira. El conocimiento compartido en forma sencilla, plena, llena de matices humorísticos. La audiencia disfrutó esta entrega franca.
Eduardo, una noche antes (en el Teatro de la Ciudad) mencionó que en Chiapas se respeta a la poesía, lo que no dijo es que en Comitán se respeta a la palabra. En Comitán, ah, ¡qué sabroso!, se reverencia a la anécdota. Los comitecos se reúnen para contar anécdotas, para compartir historias llenas de deslumbres vitales, por eso, el carácter del comiteco es pleno y abierto, pero (ya se dijo) los comitecos tienen el carácter de sus casas tradicionales: un zaguán en penumbra que se abre a un patio central luminoso. Laura y Eduardo lo comprobaron al entrar al auditorio, cuando la audiencia se dio cuenta que ellos entraban hicieron un silencio sepulcral (por lo regular, en otros pueblos los hubieran recibido con aplausos), Laura y Eduardo caminaron por el pasillo lateral y fueron seguidos por decenas de pares de ojos admirados, pero mudos. Tuvo que ser Eduardo (¡quién más!) quien rompiera ese muro de hielo, vio a la audiencia y dijo: “Muy buenas noches”, entonces todos respondieron “Buenas noches” y aplaudieron. Laura y Eduardo habían caminado por el zaguán comiteco y ya habían llegado al patio luminoso, el patio donde la luz se desparrama, y esto lo sintió Laura, porque subió hacia el escenario y, en medio de la cascada de aplausos, al estar en el punto medio sonrió al público e hizo un movimiento inesperado que fue como una reverencia envuelta en un salto de niña traviesa, levantó una pierna, flexionó otra y levantó los brazos, alegre. Había recibido el calor del cariño comiteco.
Y a partir de ahí todo fue un acto amoroso, una jornada donde la audiencia cayó redondita ante la palabra seductora de Laura y Eduardo.
En un juego de ping pong (así lo señaló Eduardo) los dos geniales conversadores expusieron ideas y conceptos. La palabra (como siempre) fue la protagonista, la palabra dicha a través de la palabra, de la palabra inteligente, luminosa, la no dicha, la soterrada, la descarada. Y los comitecos, amantes de la palabra traviesa, disfrutaron la velada.
Laura, amante de las palabras raras, no supo que llegaba a un pueblo donde las palabras antiguas tienen una vigencia abrumadora, acá, además de vosear, se usan varios arcaísmos, son voces de todos los días. Se sorprendió cuando Eduardo habló de la Saudade portuguesa y una asistente dijo que en Comitán a ese sentimiento nostálgico se le dice flato. ¡Qué! ¿Flato? Laurita dijo que la flatulencia es, e hizo un movimiento circular sobre su estómago. Terminó diciendo que los comitecos son atrevidos. Sí, en Comitán, el flato no es el pedo físico, es el pedo existencial.
Lo que Laura sí supo es que acá, como en muchos otros pueblos, hay personas que la admiran y la quieren.
Posdata: Me gustaría contarte todo lo que pasó, contarte muchos conceptos que ellos compartieron. Es imposible, se me agota el papel. Debo ir a trabajar. Sólo diré, antes de despedirme, que Laura comenzó diciendo que, constantemente, le preguntan: ¿por qué lees? Dijo que, al principio, no tenía una respuesta concreta, porque nunca se había preguntado por qué respira, por qué cuando entra a un túnel contiene la respiración. Pero, luego de reflexionar en la pregunta terminó diciendo que lee porque es lo que hace ser ella, porque es su ADN. ¿Mirás? Si ahora te hago la misma pregunta será una necedad: Ya Laurita lo dijo por vos, lo dijo por mí, lo dijo por los millones de lectores del mundo, lo dijo por la delegación zapaluteca, lo dijo por Rocío, por Iván: Leemos porque es lo que nos hace ser, es nuestro ADN. Tan tan.